El Ángelus y la conexión eterna entre Dios y la humanidad
El arcángel Gabriel es el santo patrono del telégrafo, del teléfono, de la radio y de la televisión. Así lo estableció el Papa Pío XII, mediante carta apostólica del 12 de enero de 1951. Con el tiempo estas tecnologías se fueron agrupando en la ciencia de las telecomunicaciones. De ahí que San Gabriel sea al mismo tiempo patrono de los ingenieros de telecomunicación (también lo es de los radiólogos, los servicios diplomáticos y los filatélicos).
Las telecomunicaciones, como su nombre indica, se basan en el intercambio de mensajes a distancia. Eso es precisamente lo que sucedió entre el ángel Gabriel y la Virgen María. Ambos personajes, pertenecientes a dos mundos completamente distintos, el Cielo y la Tierra, crearon una comunicación fundamental de la historia de la Salvación. De ahí que la Iglesia le dedique un día especial, el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor.
La oración del Ángelus recoge este evento extraordinario en tres pasos, exactamente el mismo número que sigue el protocolo TCP para comunicaciones en Internet, donde siempre tenemos un cliente y un servidor. Primeramente, el cliente toma la iniciativa y envía un mensaje al servidor. Seguidamente, en caso de que el servidor se encuentre disponible, mandará una respuesta al cliente en forma de asentimiento. Finalmente, el cliente transmite al servidor otro asentimiento con el que completa el establecimiento de la conexión. A partir de ese momento se pueden intercambiar datos hasta que se decida cerrar la conexión.
El Ángelus también cuenta con tres pasos. El primero de ellos es el anuncio del ángel Gabriel, que hace las veces de cliente y representante de Dios: “El ángel del Señor anunció a María”. Después viene el segundo paso, el sí de María: “He aquí la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra”. María, la servidora, se dispone a permitir la conexión. Entonces termina el Ángelus con esta frase: “Y el verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”. María ha dado su consentimiento y Dios procede con el tercer y definitivo paso, que es el milagro de la encarnación. Dios se ha hecho como uno de nosotros. El vínculo entre Dios y el género humano se ha establecido definitivamente y, a diferencia de los enlaces de Internet, que se abren y se cierran, en este caso no habrá final. María permitió crear una conexión eterna entre Dios y los hombres. Ella es la Puerta del Cielo, como dice una de las invocaciones de las letanías del rosario, una puerta que se abrió para siempre y que posibilitó la restauración de la humanidad caída por el pecado de Adán y Eva.
Así concluimos el Ángelus: “Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén”. Y posteriormente: “Infunde, Señor tu gracia en nuestros corazones para que cuantos, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su pasión y su cruz lleguemos a la gloria de su resurrección. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén”.
Ignacio Del Villar es doctor ingeniero de Telecomunicación.
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