La poesía religiosa debe ser sincera, es una forma de oración, dice Félix Mansilla con su poemario
Puede que rezar sea de las actividades más íntimas del ser humano. Una conversación con Dios en la que tratamos de poner palabras a lo que sentimos sin saber muy bien cómo abrir nuestro corazón.
Durante siglos, el ser humano ha ido escribiendo para sí mismo y para sus semejantes, reflexiones de santos, lecturas, himnos, salmos... y hasta poesía. Así lo demuestra Félix Mansilla a través de su última publicación, un poemario religioso con el que nos invita a escuchar sus Ecos de intimidad, que promete unas líneas con las que sentirse identificado mientras se disfruta de la belleza de la rima como forma de rezar.
- ¿Por qué poesía?
- A veces es una oración que surge en un momento concreto y puntual de mi vida, como respuesta a una experiencia vital, como una reflexión o como un diálogo interpersonal con el Señor, con la Virgen María o con otras personas. Por ello, cada poema es, o tiene la potencialidad de ser, un todo en sí mismo. Para mí, poesía y música están íntimamente relacionadas y ofrecen un lenguaje común de incomparable belleza, que satura y desborda todo el ser. Usan el sonido y el silencio, los ritmos y las métricas, los cambios súbitos o graduales de ánimo, de emoción y de expresión etc.
- ¿Desde cuándo lleva sirviéndose de la poesía como herramienta de oración?
- Para mí la poesía fue, en primera instancia, como también lo fue la música, una válvula de escape durante la adolescencia, un recurso expresivo donde volcar todo ese marasmo desbordante de experiencias: amor y desamor, soledad, frustración, alegrías y tristezas. Así inicié un camino de búsqueda y de sentido.
» Con los años, el ideal del amor romántico perdió protagonismo y cambió hacia un entendimiento del amor distinto que me condujo a la fe. Mi educación escolar es agustina y la universitaria, jesuita y ambas imprimen carácter. De ahí surge la necesidad de buscar el amor verdadero como clave de la realidad y fundamento de todo lo que existe. Y mi guía en todo ese recorrido fue la poesía española y muy particularmente la del siglo de oro, que aún hoy sigue siendo mi mayor inspiración.
- ¿Qué busca con su poesía religiosa?
- Es una forma de oración que ayuda a compartir la fe. Orar es pedir, es agradecer, es adorar, es también llorar e incluso quejarse o enfadarse. En ese camino de la vida espiritual, como decía San Ignacio, se suceden las mociones y las pulsiones que invaden el alma y uno tiene la necesidad de compartir esos frutos o esas dificultades de la fe, compartir esas vivencias íntimas, con su comunidad. Lo que descubro o intuyo en mi vida de fe, en mi vida de oración, debo compartirlo para que sirva a otros. Igual que su testimonio o ejemplo me sirve a mí. La fe se comparte. No se puede vivir en soledad, sino siendo parte de una comunidad. Es una realidad relacional con Dios y con los hermanos. Se trata, por supuesto, de una vivencia personal, pero también comunitaria. Y esto es cada día más importante en un mundo que, en el mejor de los casos, trata de reducir la fe al estricto ámbito de lo privado.
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- ¿Es más difícil escribir poesía religiosa que poesía de otra temática?
- Hoy en día la poesía en sí es un género minoritario y la poesía religiosa, además, no está precisamente de moda. Desde ese punto de vista, la sociedad no es receptiva a la poesía religiosa. Y el panorama es aún menos alentador porque el entorno social no solo no ayuda, sino que juega abiertamente en contra.
» Pero, pese a todo, la necesidad de Dios sigue ahí y, paradójicamente, la inquietud de la sociedad por lo trascendente, y en especial la de los jóvenes, no ha desaparecido. Aunque proliferan fenómenos como la new age o el mindfulness, la búsqueda de la verdad y de respuestas sigue ahí. Por ejemplo, vemos que hay entre los jóvenes un creciente interés por la música religiosa que se manifiesta en grupos como Hakuna o Jatari, así como diversas manifestaciones artísticas que desbordan el ámbito de la Iglesia Católica y dejan su eco en la sociedad. No todo está perdido.
» En este sentido, creo que nuestra obligación como católicos es dar testimonio y devolver la religión a la vida pública. Debemos ofrecer una alternativa a la inmersión cultural a la que estamos sometidos. La oración es un arma poderosa para ello y la poesía, una forma de oración especialmente bella y sugestiva además de una fuente inagotable de esperanza.
- ¿Qué debe hacer o evitar un poeta al describir sentimientos o imágenes religiosas?
- La poesía religiosa debe ser, por definición, sincera. Y se debe poner el corazón por entero. No puedes tratar de acercarte a Dios y hablar con Él sino en humildad y buscando la verdad. Todo lo demás sería un ejercicio vacío, un esteticismo completamente estéril. El alma humana está preparada para la verdad. Los ejercicios de superficialidad, hipocresía, cinismo o falsedad quedan desenmascarados más pronto que tarde. Y más en este ámbito tan íntimo.
» Para mí el esfuerzo de escribir poesía religiosa no puede ser un mero divertimento intelectual, sino un ejercicio que involucra a la persona entera, sin reservas, sin mentiras, porque le pone en relación con Dios. Y hay que estar abierto porque se trata de una relación personal y un diálogo en el que nada está escrito de antemano. Generalmente nunca sales igual que entraste. Empiezas a escribir y te embarcas en un viaje. Crees saber a dónde quieres llegar y cómo será la travesía, pero hay que estar abierto y escuchar porque no todo ocurre como uno había pensado.
- ¿Qué imágenes de la poesía religiosa le inspiran más? ¿Cuáles cree que pueden enganchar más?
- Hay imágenes clásicas como la de la noche oscura, la llama de amor viva o el amor divino como fuego devorador, la figura del pastorcico, la fuente o manantial, la luz, y otras más ascéticas como el destierro, la cárcel o las cadenas presentes en la obra de místicos como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Utilizan múltiples símbolos y metáforas para explicar el camino de purificación para alcanzar la unión con lo divino. Son obras cumbre de nuestra literatura y fuente inagotable de inspiración para todo aquel que quiera hablar de Dios y con Dios.
- Hablando de clásicos, ¿cómo se conjuga tradición con innovación?
- Desde el punto de vista formal creo que soy un poeta absolutamente clásico. Se trata de algo buscado y soy plenamente consciente de ello. Debo reconocer que, en general, me resulta más gratificante la belleza de los cánones clásicos. Dicho esto, también creo que, puntualmente, en aras de la expresividad y del sentido, estos se pueden romper, incluso de manera radical, para crear contrastes, provocar al lector y generar emociones. Pero solo como recurso esporádico.
» Sí creo ser más innovador en el acercamiento a algunos temas en los que se manifiestan diferentes perspectivas y visiones estéticas. Creo que la estética de nuestro tiempo, la cultura cinematográfica y la continua evolución de nuestra visión de la historia, de los personajes y de su entorno alimentan la creatividad y ayudan a buscar enfoques diferentes. En el libro esto se percibe con mayor claridad al contemplar los grandes misterios de la Encarnación, la Pasión y Muerte de Jesús y la Resurrección.
» Un ejemplo de nuevo acercamiento podría ser la famosa serie de televisión The Chosen en la que se hace una presentación diferente de la figura de Jesús, de la Virgen María y de los apóstoles. Una visión más “actual”, pero sin comprometer con ello el mensaje fundamental.
- Vemos que el poemario se estructura según los distintos tiempos litúrgicos. ¿Cuál es su favorito y por qué?
- Hay dos tiempos que me resultan especialmente sugerentes y así queda reflejado en el libro. Una vez más, no voy a descubrir nada nuevo porque son los misterios fundamentales de la fe. Por un lado, la Encarnación y el tiempo de Navidad y, por otro, la Pasión y Muerte del Señor, unidas a su Resurrección. En la Encarnación ya asoma y se anticipa la humanidad y con ella el sufrimiento, el pecado y la cruz, pero también la redención, la misericordia de Dios. En ella está la salvación y la vida eterna. Esa misericordia de Dios es nuestra esperanza. Tal vez por eso la Misa del gallo y la Vigilia Pascual son mis favoritas.
» No quiero dejar de destacar mi devoción por la Virgen María. Ya desde niño siempre he sentido sus cuidados maternales. He tenido la suerte de experimentar en algunos momentos especialmente complicados de mi vida cómo nos ha llevado de la mano, a mi familia y a mí mismo, a la hora de elegir lo que debíamos hacer. No siempre ha sido el camino más fácil, pero confié en ella y solo me queda dar gracias cada día por ello.
- Por último, ¿para quién está escrito este libro?
- Cualquiera puede leerlo, porque la búsqueda de Dios y del sentido de la vida, como también la religión, son manifestaciones universales que a nadie le resultan ajenas y sobre las que, en algún momento de la vida, todo el mundo se pregunta y debe posicionarse. Dicho esto, no cabe duda de que será más fácil para los creyentes entender las razones de esta esperanza de la que habla el libro y que prevalece sobre el dolor y los sinsabores de la vida.
» Trata de ser un testimonio sincero, escrito desde el corazón que narra un camino espiritual, con sus luces y sus sombras, y que describe la lucha diaria que, a pesar del pecado y los múltiples errores, del dolor y del sufrimiento, permite descubrir cada día la misericordia de Dios y contemplar cómo nos rescata y nos eleva con Él, mucho más allá de nosotros mismos. Y por eso el libro busca ser una invitación a la introspección, a la búsqueda de Dios y también quiere ser una llamada a perseverar en esa lucha y abrirse a la posibilidad de un encuentro personal con Él, aun sin saber el cómo ni el cuándo.
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