«El matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre hombre y mujer», precisó
León XIV: «El mundo necesita al matrimonio para superar las fuerzas que destruyen la sociedad»

El Papa León XIV, bendiciendo a una familia durante el Jubileo de las Familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Mayores, este 1 de junio.
La mañana de este 1 de junio, el Papa León XIV presidió la celebración de la Santa Misa por el Jubileo de las Familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Mayores, que congregó en la plaza de San Pedro del Vaticano a cerca de 40.000 fieles y peregrinos.
La homilía comenzó con un breve comentario al Evangelio que giró en torno a la oración de Jesús por la unión y la “comunión eterna” de la humanidad en torno” al Padre que da la vida, el Hijo que la recibe y el Espíritu que la comparte”.
Unidad en Cristo, "no en una masa indistinta y anónima"
“El Señor quiere que, para unirnos, no nos agreguemos a una masa indistinta como un bloque anónimo, sino que seamos uno. La unidad por la que Jesús ora es una comunión fundada en el mismo amor con que Dios ama, de donde provienen la vida y la salvación”, expresó el pontífice.
El Papa León mostró su “conmoción” por las palabras de Cristo en su oración, “Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno”, remarcando entonces que Dios Padre “no nos ama menos que a su Hijo unigénito, o sea, de manera infinita. Dios no ama menos, porque ama antes de nada, ama antes que nadie”.
Dirigiéndose a las miles de familias, matrimonios y personas mayores presentes en la plaza de San Pedro, León XIV hizo hincapié en que la vida no solo se ha recibido “antes de haberla deseado”, sino que “apenas nacemos, necesitamos de los demás para vivir”.
Unidad frente al mal que divide y mata
“Solos no lo hubiéramos logrado. Se lo debemos a alguien más, que nos salvó, se hizo cargo de nosotros, de nuestro cuerpo y también de nuestro espíritu”, remarcó el pontífice, que agregó: “Todos nosotros vivimos gracias a una relación, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo. Es cierto que, a veces, esta humanidad se ve traicionada. Por ejemplo, cuando se invoca la libertad no para dar vida, sino para quitarla; no para proteger, sino para herir”.
Acto seguido se refirió por primera vez de varias al “mal que divide y mata”, al que contrapuso una oración de Jesús al Padre que “da sentido pleno a los momentos luminosos de nuestro amor mutuo como padres, abuelos, hijos e hijas”.
“Y esto es lo que queremos anunciar al mundo”, remarcó, “estamos aquí para ser “uno” tal y como el Señor quiere que seamos “uno”, en nuestras familias y en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno; muchos, pero uno, siempre uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida”.
"El matrimonio no es un ideal, sino el modelo de amor"
El pontífice prosiguió su esperanzador mensaje dirigido a las familias subrayando que en su seno “nace el futuro de los pueblos”, como también reflejan familias y matrimonios beatificados a lo largo de los últimos años. Es el caso de Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús; los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, de Roma, o la familia polaca Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio.
Todos ellos serían “testigos ejemplares de matrimonios santos” con los que “la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal”. Especialmente en dos frentes, “conocer y acoger el amor de Dios, y superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades”.
El pontífice se dirigió a los esposos para remarcar que “el matrimonio no es un ideal, sino el modelo de verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo” que capacita a los esposos “para dar vida a imagen de Dios”.
La familia, lugar privilegiado para encontrar a Jesús
Concluyó sus palabras llamando a que los padres sean “ejemplos de coherencia” para sus hijos, “educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su bien y los medios para acrecentarlo”. También a los hijos, a los que instó a ser agradecidos con los padres, pues “decir gracias por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre”. No olvidó a los abuelos, a quienes llamó a “velar con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años”.
En la familia, concluyó, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: “Se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien”.
Nuevas mártires: "Sirvieron a pesar del odio y terror contra la fe"
Minutos después de la misa, León XIV rezó el acostumbrado Regina Caeli, donde aprovechó para saludar a los participantes en el Jubileo de las Familias, de los Niños, de los Abuelos y de los Ancianos que acudieron al Vaticano desde más de 130 países. Habló a los niños, a sus padres y hermanos, suplicando que la fe, la esperanza y la caridad crezcan siempre en las familias, dirigiendo un saludo especial a abuelos y ancianos, “modelo genuino de fe e inspiración para las generaciones más jóvenes”.
Finalizó su alocución recordando la solemnidad de la Ascensión del Señor y la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales que hoy se celebran, así como la reciente beatificación de Cristófora Klomfass y catorce hermanas de la Congregación de Santa Catalina Virgen y Mártir asesinadas por el Ejército Rojo en la actual Polonia. “A pesar del clima de odio y terror contra la fe católica, siguieron sirviendo a los enfermos y huérfanos”; dijo de las nuevas beatas mártires.