Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Santo Toribio de Astorga, obispo.

Peregrino, obispo y martillo de los herejes.

Ramón Rabre

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Imagen venerada en la Catedral de Astorga.
Imagen venerada en la Catedral de Astorga.

Santo Toribio de Astorga, obispo. 16 de abril.

Nacimiento y juventud.
Fue natural de Galicia y nació en el siglo III, sin que se sepa el sitio exacto, ni quienes fueron sus padres u orígenes, que todos los hagiógrafos hacen noble y de fortuna, a tenor de la esmerada educación que recibió.  Estudió Humanidades, retórica, latín, música, filosofía y teología. Además, era conocedor de las Escrituras. Aún joven quedó huérfano y vendió todas sus posesiones a favor de los pobres, para poder dedicarse libremente a Dios. Y se fue en peregrinación a Jerusalén. Llama la atención de este peregrinar que no solo lo hizo por devoción, sino además por conocer las costumbres de otros sitios y las liturgias de otras iglesias. En una carta que escribe a los obispos Idacio y Ceponio sale a relucir su alegría y consuelo al ver que aún con diferentes sentimientos y expresiones, la fe de la Iglesia es una sola en todo el mundo cristiano, y la unánime era la condena a toda herejía.

Llegó el santo a Jerusalén, donde pronto el obispo San Juvenal (3 de mayo) notó su sabiduría y piedad, y haciéndose amigo suyo, le encomendó la administración de la sede jerosolimitana. Fue diligente, cuidando sobre todo las reliquias de la Pasión y Muerte que, dice, en algunas iglesias se veneraban. Cinco años tuvo este oficio, hasta que un ángel le reveló que debía irse de la ciudad de Jerusalén, la cual en breve sería invadida por los bárbaros, saqueada y muchos sacerdotes y cristianos morirían. Tomó el santo algunas reliquias, para salvarlas y regresó a España, entre estas un "Lignum Crucis". De camino la leyenda dice que pasó por Roma, donde San León Magno (10 de noviembre) le ordenó presbítero. Volvió a su Galicia natal donde prosiguió su vida virtuosa, con fidelidad al Evangelio. Con ayuda de amigos y colaboradores, levantó un templo que dedicó al Salvador y donde depositó para la veneración pública el trozo de la Santa Cruz que había traído de Jerusalén. Dícese que luego de esto, sanó milagrosamente a la hija del rey de los suevos, señores de Galicia en estas fechas.

Obispo de Astorga.
Con esta vida virtuosa y sus obras, pronto fue conocido por muchos y su fama de hombre santo se extendió a otras regiones. Y ocurrió que quedó vacante la sede de Astorga y conociendo el clero y los fieles la valía de Toribio, su fe integra, su celo apostólico y su caridad ardiente, le eligieron obispo. Toribio se resistió cuanto pudo, por humildad y porque sabía que los cargos siempre llevan problemas añadidos, pero las instancias del pueblo le obligaron a aceptar. Apenas fue entronizado, ya le empezaron los problemas que temía: Sucedió que en Astorga había un diácono de nombre Rogato, que había querido ser él el elegido como obispo, pero todos le habían obviado por ambicioso. Envidioso y resentido, comenzó a calumniar y ofender a Toribio, que mansamente no se defendía, sino que imitaba al Salvador en su paciencia para con los que le injuriaban. Como veía Rogato que las difamaciones no mellaban la fama del santo obispo, le acusó de adulterio. El clero y el pueblo conminaron al obispo a que diera explicaciones y se defendiera de una vez. Con lágrimas en los ojos se fue Toribio a la catedral, para dar testimonio público de su inocencia. Y en lugar de soltar un sermón, tomó unas ascuas del turíbulum, las colocó en su roquete y sosteniéndolas comenzó a rezar el salmo LXVIII “Levántese Dios, y sean esparcidos sus enemigos, y huyan delante de Él los que le aborrecen”, a la par que daba la vuelta a la catedral con las ascuas sujetas. Al ver aquel portento todos clamaron por la inocencia de Toribio. Rogato, confesó su maldad, pero sin arrepentimiento, y allí mismo reventó por castigo de Dios.

Adalid contra la herejía.
Ya libre de toda calumnia, se dedicó el santo a su ministerio pastoral, consolando, predicando y haciendo la caridad. En la defensa de su rebaño brilló como apologeta y martillo de los herejes, principalmente contra los priscilianos, que iban en aumento en España. Prisciliano era un obispo español que, junto a reclamos justos, como la cercanía de los obispos a los pobres, la necesidad de reforma, sostenía teorías heréticas sobre la Trinidad y la concepción del alma humana. En realidad Prisciliano no llegó a los extremos que llegaron sus seguidores en un ascetismo nada cristiano, ni negó dogmas de fe, como sus discípulos luego harían. Fue apresado en Tréveris cuando se dirigía a defenderse ante el emperador. El obispo  Idacio de Ossonoba le acusó de falsos delitos, como brujería, recetar hierbas abortivas y varias herejías. El emperador le torturó y le condenó a muerte junto a varios discípulos. San Martín de Tours (11 de noviembre, sepultura; 4 de julio, ordenación episcopal; 5 de octubre, Iglesia Oriental; 12 de octubre, Iglesia bizantina; 12 de mayo, invención de las reliquias ; 1 y 13 de diciembre, traslaciones), San Juan Crisóstomo (27 de enero, traslación de las reliquias a Constantinopla; 30 de enero, Synaxis de los Tres patriarcas: Juan, Gregorio y Basilio; 13 de septiembre, muerte; 13 de noviembre, Iglesia oriental; 15 de diciembre consagración episcopal) y el papa San Siricio (26 de noviembre) protestaron por su condena, y luego por la ejecución, pero no fueron escuchados.

Pues eso, que los herejes priscilianos iban a más, confundiendo al pueblo y a algunos eclesiásticos con sus doctrinas. Usaban de libros apócrifos a los que hacían pasar por Escrituras Sagradas que contenían enseñanzas y palabras heréticas. Toribio, “deseoso de arrancar toda la cizaña que el enemigo común iba sembrando en el campo de la Iglesia , se preparó á combatir todos los errores , impugnándolos con su celestial sabiduría”. Se nos dice que recopiló los errores priscilianistas y los envió en varias cartas a algunos obispos, para que estuviesen alertas. San Ildefonso de Toledo (23 de enero) menciona estos opúsculos, pero lo cierto es que si existieron se han perdido. Si consta una carta del 21 de julio de 447 que San León Magno le escribiera sobre este tema, en respuesta a dicha recopilación que el santo obispo le habría enviado para que tomase cartas en el asunto. Elogia el escrito, su capacidad de síntesis y la claridad con que denuncia las herejías. Además, le encarga celebrar un concilio en Galicia para tratar de este asunto y condenar formalmente la herejía priscilianista. Realmente si este concilio se realizó se desconoce del todo, y no faltan los historiadores que han concluido que la relación epistolar entre ambos santos sea solo una leyenda hagiográfica y dicha carta sea apócrifa. Tal vez la leyenda solo busque hacerle partícipe activo en el principal problema de la Iglesia gallega en su momento.

No se sabe en que año murió Toribio, ni dónde; la leyenda dice sufrió la invasión de Teodorico, el rey godo, en 456, cuando saqueó la ciudad de Astorga, asesinando a todo el que pudo y haciendo sufrir muchísimo a Toribio. Es cierto que el obispo Idacio cuenta que dos obispos fueron hechos cautivos, pero no dice nombres. Cuando haya sido su muerte, se supone que fue en Astorga y que allí mismo fue sepultado. En el siglo VIII sus reliquias y la del Lignum Crucis fueron trasladadas al monasterio de San Martín de Liébana, que con el tiempo tomó el nombre de Santo Toribio de Liébana. Allí se venera solemnemente el Lignum Crucis aún, teniendo un célebre Año Jubilar propio, cada año que el 16 de abril cae en domingo.


Fuente:
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los dias del año: Abril. P JEAN CROISSET. S.I. Madrid, 1818.

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