Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

San Anselmo, el mal interpretado.

El santo del que se dice que dijo algo, que en realidad no dijo. Al menos no como dicen que lo dijo.

Ramón Rabre

Vidriera francesa. Siglo XIX.
Vidriera francesa. Siglo XIX.

Hace poco leía una frase atribuida a San Anselmo que decía "aunque no quisiera creer en ti, no puedo dejar de comprender que existes". Frase que, en primer término pareciera que San Anselmo no creyera en Dios. Como suele pasar, la frase estaba cortada y manipulada. La forma correcta es:


"Gracias a Ti, Señor, gracias a Ti, porque lo que antes creí porque me lo otorgaste, ahora lo entiendo porque me iluminas hasta tal punto que aunque no quisiera creer que Tú existes, no podría dejar de entenderlo". (Proslogium C IV.)


Como puede verse, la frase cambia bastante. Lo primero que hace el santo es dar gracias a Dios por haberle dado la fe creer en Él, y además, el entendimiento para entender lo creído. De tal forma le ha iluminado Dios que aún si si diera el hipotético caso de que perdiera la fe, siempre podría entender lo creído. San Anselmo es uno de los grandes exponentes medievales de esta relación fe-razón, y precisamente de eso va esta obra "Proslogium", de dar criterios por las que creer la revelación de Dios es perfectamente razonable. Anselmo hace inteligible la fe, aun con los límites que tiene la razón para acercarse al Misterio. He intentado explicarlo sencillamente, y como esto se nos queda corto, pues vayamos un poco a la vida del santo:

San Anselmo de Canterbury, arzobispo y Doctor de la Iglesia. 21 de abril, 4 de diciembre (consagración episcopal) y 12 de septiembre (invención de las reliquias).

Afortunadamente tenemos bastantes datos de Anselmo, de su vida y obra, gracias a una "vita" escrita por el monje Eadmer, su amigo, aunque no faltan los detalles legendarios y piadosos. Según esta, Anselmo nació en 1033 en Aosta, norte de Italia. Sus padres eran nobles, vasallos del conde de Maurienne. Su padre era un hombre violento, mientras que su madre era todo amor, paciencia y dulzura. No tuvo buena relación con su padre, poco permisivo con las inclinaciones piadosas del niño Anselmo. Así que este, apenas murió su madre, escapó de casa con un sirviente y se fue a Bretaña. De allí pasó a Normandía, donde estaba el Beato Lanfranco de Pavía (28 de mayo), al que no hay confundir con San Lanfranco de Pavía (23 de junio), que vivió casi un siglo después. El beato enseñaba en el recién fundado monasterio benedictino de Bec y acogió a Anselmo como alumno. Muy pronto se hicieron amigos y comenzaron a trabajar juntos, civilizando a los ásperos normandos, mediante la alfabetización, el gusto por las artes y, claro, mediante la catequización. A los 27 años murió su padre y Anselmo quedó dueño de una gran fortuna e indeciso entre regresar y administrar sus bienes o dejarlo todo y hacerse monje. Lanfranco lo envió a pedir consejo al arzobispo de Rouen, que viendo su sabiduría, buenas maneras y piedad, le aconsejó aspirar a lo alto y hacerse religioso. Tomó el hábito en 1060 en Bec.

En esta época conoció fue director espiritual de la Beata Ida de Bolonia (13 de abril), la madre del gran Godofredo de Bouillon. También comenzó sus más fecundas obras sobre el tema que fe-razón: El "Monologium", que es una discusión de ideas, basadas en Platón. Pero esta obra no le satisfacía, le parecía incompleta y, a la par, poco cercana al pueblo. Tanto padeció por ello, que llegó a pensar si sería tentación del diablo, así que luego de muchas vigilias, penitencias y arduo trabajo, se decidió a escribir la obra en la cual está la frase que abre el artículo: El "Proslogium". Esta febril actividad no le hizo descuidar su vocación de maestro, y continuó enseñando a los jóvenes seglares y monjes, ganando su corazón por su afabilidad, paciencia, e intelecto. Era un educador en libertad. A otro abad que se quejaba de la imposibilidad de corregir a la juventud, que estaba perdida (¡y estamos en el siglo XI!), Anselmo le dijo:

"Dime, Padre, si plantas un árbol en tu jardín, y lo atas por todos lados, por lo que no podrá extender sus ramas, qué tipo de árbol llegará a ser cuando, después de algunos años, le dies espacio para crecer? No será nada bueno, sino lleno de ramas enredadas y torcidas ¿Y quién tendrá la culpa de esto sino tuya, que habías puesto restricciones constantes sobre él? Y esto es justo lo que haces con tus jóvenes. Los plantas en el jardín de la Iglesia para que puedan crecer y dar fruto para Dios, pero los atas con terrores, amenazas y golpes, y los excluyes del disfrute de toda libertad. Y así, imprudente, se mantienen en su bajeza, acumulando en su mente malos pensamientos enredados como espinas, alimentándose de ellos, y con temperamento tenaz eluden todo lo que podría ayudar a corregirlos". [3]
 


En 1078 murió el fundador del monasterio, el Beato Herluin (26 de agosto) y Anselmo fue elegido abad. Aprovechando que los normandos le concedieron tierras conquistadas a los sajones en Inglaterra, visitó esta tierra y a su maestro Lanfranco, que había sido nombrado arzobispo de Canterbury. Allí conoció al joven monje Eadmer, que se convertiría en su amigo y sería su primer biógrafo. Habló Anselmo a los monjes con tal palabra encendida de sabiduría y caridad, que Lanfranco vio en él la puerta de la reforma monástica que quería comenzar en Inglaterra. Era lo que necesitaba, por su suavidad en la enseñanza, su delicadeza en el trato y su habitual manera de enseñar sin imponer, que tantos frutos había dado en Bretaña. También tocó el corazón del rey Guillermo el Conquistador, que le tomó afecto y veneración, dándole bienes y total libertad para fundar donde quisiese. Años más tarde le llamaría junto a sí en su lecho de muerte. Así que, al morir Lanfranco en 1089, el clero de Canterbury vio en Anselmo el arzobispo perfecto para ocupar la sede vacante. Pero Guillermo el Rojo, hijo del Conquistador, en lugar de nombrar arzobispo, tomó posesión él mismo de la sede, y por tanto, mando de la Iglesia en Inglaterra, Escocia e Irlanda, nombrando como eclesiásticos a religiosos que compraban los cargos, y eran dados a quien más ofrecía. Incluso si luego de tomar posesión, otro clérigo pagaba más, el anterior era depuesto. Los hombres del rey administraban, exigían impuestos, amenazaban con comprar los beneficios. Los pocos monjes y sacerdotes honestos vivían atemorizados y sufrían los desmanes de nobles y obispos corruptos. Y no solo padeció la Iglesia, sino el pueblo, cargado cada vez más con trabajo, impuestos y servilismo.

En 1092, el conde Hugo el Lobo, antiguo amigo de Anselmo, le invitó a sus territorios de Chester a reformar el monasterio de Santa Werburgis (25 de febrero). Al cabo de cinco meses, quiso regresar a Bec, pero el rey se lo impidió, pensando ponerle como arzobispo de Canterbury, para ganarlo para su causa. En la Navidad de 1092 se convocó una reunión en Gloucester, pedida por obispos y barones preocupados, que ya protestaban por la situación eclesial y civil. Guillermo accedió, pero diciendo "la Iglesia puede pedir lo que quiera, pero no debe dejar de hacer lo que yo decida". Le tomaron la palabra y encomendaron a Anselmo la preparación del discurso y la estrategia, que fue muy avanzada para su época, aunque no surtió efecto: Separar la Iglesia y la Corte. El rey pretendió ganarse a Anselmo, tentándole con el arzobispado de Canterbury, a lo que Anselmo le contestó que ya otros habían pensado lo mismo, aludiendo a que había sido elegido por la Iglesia mucho antes. Guillermo, enfurecido exclamó: "por la Santa Faz de Lucca, ni tú ni nadie será arzobispo, excepto yo mismo" (El Cristo de Lucca es un crucifijo oriental que se consideraba tallado por San Nicodemo t fue muy veenrado en Europa).

A inicios de 1093 el rey enfermó gravemente, y los obispos y nobles llamaron a Anselmo para que asistiese al rey moribundo, que, arrepentido, le confirmó para la sede de Canterbury. Los obipos inmediatamente le invistieron como obispo, a la fuerza, no fuera que el rey se arrepintiese, y además, porque Anselmo se negaba. Tuvo que pedírselo el rey de rodillas, y los obispos, mientras le abrían la mano a la fuerza para ponerle el báculo pastoral, entonaron el Te Deum. Con el tiempo él mismo pensaba que había sido la voluntad de Dios.

Pero sanó Guillermo y arrepentido de haber sido blando y haber prometido emmendar sus errores, fue peor gobernante aún. Tanto que (dice Eadmer) todo el mal que había causado antes de enfermar, parecía bien, con el mal que causó luego de recobrar la salud. El 5 de septiembre de 1093, mientras Anselmo era entronizado en Canterbury, los hombres del rey llegaron con una sanción a los que habían apoyado a Anselmo, aunque a este no le tocó ni lo depuso. Finalmente, el 4 de diciembre 1093, fue consagrado por el arzobispo de York. Pero no hubo paz: Debía ir Anselmo a Roma a recibir el palio de manos del papa, pero a la sazón había dos que reclamaban el trono de San Pedro: el verdadero papa, el Beato Urbano II (29 de julio) y el antipapa Clemente III. Y, claro, mientras Francia había tomado partido por el verdadero papa, Inglaterra lo había hecho por Clemente y el rey prohibió a Anselmo recibir el palio de manos de Urbano, por considerarlo una afrenta a la corona inglesa.

Se convocó un concilio en Rockingham, en marzo de 1095. Anselmo defendió ser fiel a Urbano, y se enfrentó a la intimidación de nobles y obispos temerosos de que el rey tomara represalias contra la Iglesia como antaño, aunque de corazón apoyaban a Anselmo y al papa. Anselmo, irreductible proclamó su fe y defensa de la Iglesia, ante lo cual, el rey le proclamó proscrito, privado de la protección real y enemigo de la paz del reino. Y fue desterrado. Vivió en Francia e Italia, y continuó escribiendo obras teológicas, como "De libertate arbitrii" o "Epístola sobre la Encarnación del verbo". Finalmente, en 1100 murió Guillermo el Rojo y subió al trono Enrique I, que permitió a Anselmo tomar su sede arzobispal. ¿Paz? Para nada, Enrique quiso mantener la costumbre de poner e imponer obispos según su gusto o el pago del beneficio. Anselmo se opuso y tuvo que padecer el exilio otra vez, para regresar en 1106, luego de que el papa Pascual II solucionara el conflicto de las investiduras, con la renuncia del rey a este privilegio.

Anselmo vivió tres años más, dedicado a la refoma de la Iglesia. En 1109, con 76 años. Su obra ha influido grandemente en pensadores, teólogos y místicos de toda la Iglesia. En 1123, Santo Tomás Becket (29 de diciembre) elevó las reliquias, lo que equivale a una canonización. En 1720, Clemente XI le proclamó Doctor de la Iglesia, con el título de "Doctor Magnífico".

Dos leyendas con animales:
La liebre:

Volvía Anselmo de una visita al rey Guillermo el Rojo cuando vio unos jóvenes que con sus perros perseguían una liebre, que corrió hacia el santo y se escondió tras él. A los jóvenes les hizo gracia, y Anselmo, que se conmovió hasta llorar, dijo: "Sí, ríes, pero este pobre animal no tiene nada de qué reírse. Los enemigos del alma perseguida y mal guiada por los pecados, la esperan en el estrecho de la muerte para arrebatarla y tragarla y ella, espantada y medrosa, busca socorro y refugio y si no le halla sus enemigos se burlan y ríen". Y dicho esto, prohibió a los perros que perseguiesen a la libre una vez se hubiese ido.

El pájaro:
En una ocasión vio un niño que tenía un pájaro atado por un cordel. El pájaro volaba constantemente, con la esperanza de escapar y una y otra vez caía de espaldas, provocando la risa del niño. Apenas lo vio Anselmo, deseó se rompiese el hilo, cosa que pasó en el acto, con gran regocijo del santo, que dijo a Eadmer: "¿Has visto el juego de ese niño? Pues bien, igualmente el diablo juega con las personas. Él los atrapa con todo tipo de artes a un hilo. A veces algunas caen en cuenta del tipo de vida que llevan, e intentan librarse, al igual que el ave que hace un momento buscaba la libertad. Pero debido a que el enemigo los mantiene colgados de sus malas tendencias, caen de nuevo y empiezan de nuevo desde cero. Y así continúa sin cesar. Y nunca encontrarán la libertad, si no hay un fuerte impulso desde el exterior que rompa el hilo diabólico". [6].


Iconografía:
Se le representa como arzobispo, generalmente enactitud de escribir, e inspirado por el Espíritu Santo en forma de paloma. También el barco forma parte de su iconografía, en referencia al exilio. La liebre o el pajarillo atado también le son frecuentes.

Y termino con palabras de Benedicto XVI el 15 de abril de 2009, con motivo del IX Centenario de la muerte de San Anselmo:

"En Anselmo, prior y abad de Le Bec, descubrimos algunas características que definen ulteriormente su perfil personal. Impacta ante todo, en él, el carisma de experto maestro de vida espiritual, que conoce e ilustra sabiamente las vías de la perfección monástica. Al mismo tiempo, uno se queda fascinado por su genialidad educativa, que se expresa en ese método del discernimiento - él lo llamaba via discretionis, que es el estilo un poco de toda su vida, un estilo en que se aúnan la misericordia y la firmeza".
 

Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.

-"Introducción a la Vida Devota". SAN FRANCISCO DE SALES. Cuadernos Palabra.
-http://preguntasantoral.blogspot.com.es/

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