Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Shafqat Emmanuel y Shagufta Kausar

Él es parapléjico y ella analfabeta: un matrimonio de cristianos condenados a muerte en Pakistán

Shafqat Emmanuel y Shagufta Kausar
Shafqat Emmanuel y Shagufta Kausar
Los esposos cristianos Shafqat Emmanuel (43) y Shagufta Kausar (40) viven desde 2013 una verdadera pesadilla: fueron calumniados y están condenados a muerte bajo la ley de blasfemia en Pakistán. Ahora Joseph Anwar, hermano de Shagufta, quiere ir al Vaticano para pedir la ayuda del Papa Francisco.

Joseph relató a ACI Prensa que en 2009 radicales islámicos atacaron 70 casas de cristianos en la ciudad de Gorja. En ese ataque, su cuñado Shafqat recibió varios disparos y quedó parapléjico.

Sin embargo, “la tragedia no había hecho más que empezar”, pues a su hermana Shagufta se le extravió el teléfono móvil (que sólo usaba para hablar, porque no sabe escribir mensajes de texto). Ella denunció la pérdida “a las autoridades y fue en varias ocasiones a la tienda de telefonía para bloquear la tarjeta”.

“Con fecha posterior, desde ese teléfono se enviaron mensajes de texto blasfemos al presidente de una asociación de abogados y al líder de una mezquita”. El joven dijo que su hermana no es la responsable de ello pues no sabe escribir y no conoce a las personas que recibieron los mensajes. Además “mi hermana sabe que esto está penado con la muerte, por lo que es imposible que lo hiciera”.

Sin embargo, en julio de 2013 fueron arrestados los dos esposos, acusados falsamente por grupos radicales de haber enviado los mensajes blasfemos.

Según relató el joven, torturaron a su cuñado delante de su mujer y de sus cuatro hijos menores de edad, y amenazaron con torturar también a ella. Para evitarlo, Shafqat Emmanuel se declaró culpable.

Dos horas después de la detención de su hermana, la policía llamó por teléfono a Joseph y le amenazó con que iban a por él: “¿Oyes esos gritos? Son de tu cuñado. Después vas tú”, le dijeron.

Ante ese riesgo, Joseph apagó el móvil y huyó. Salió de Pakistán de manera clandestina ayudado por un sacerdote y un periodista. Su familia, de ámbito rural, pertenece a una minoría católica del norte del país que es atendida por los padres dominicos.

Desde hace año y medio vive en España protegido por el estatuto del refugiado religioso. No puede volver a su país porque sería apresado y encarcelado.

La condena
El 5 de abril de 2014, a pesar de haber mostrado la copia de la denuncia del robo del móvil, y de probar que no conocen el idioma en el que se escribieron los mensajes, un tribunal de la ciudad de Toba Tek Sing, presionado por dirigentes radicales, los condenó a muerte porque la tarjeta SIM del teléfono desde el que se enviaron los SMS estaba registrada a nombre de Shagufta.

Desde entonces, los cuatro hijos menores de edad, de entre 6 y 12 años, son atendidos por la ONG World vision in progress, pero Joseph no puede decir dónde se encuentran porque correrían peligro.

La ONG ha apelado ya a la Corte Suprema de Pakistán para que revoque la condena, pero hasta hoy la situación continúa siendo la misma.

Desea hablar con el Papa
Ahora Joseph tiene el deseo de acudir a Roma para hablar directamente con el Papa Francisco y “contarle la historia de persecución de mi familia y mi pueblo, pedirle consuelo, ver si puede mediar de algún modo”.

Aún no tiene fecha ni conoce el procedimiento para lograrlo, aunque cuenta con la ayuda de algunas organizaciones y plataformas cívicas. Ni él ni su familia han renunciado a la fe: “ser cristiano en Pakistán ya nos forma. Creemos en Cristo, vamos a la parroquia y estudiamos la Biblia” y esto “fortalece nuestra fe”.

Cristo es nuestra verdadera fuerza, incluso en momentos tan duros como éstos de persecución. Sabemos que nuestros enemigos pueden dañar nuestro cuerpo, pero no demoler nuestra fe. Dios nos da la luz en la oscuridad de la persecución o de la prisión y no nos abandona”, asegura.

Joseph afirma que desde que se encuentra en España “he tenido oportunidad de hablar con obispos, sacerdotes, y distintas comunidades religiosas que me han pedido que les cuente mi testimonio. Todos me dan esperanza y rezan por mi hermana y mi familia. Contar con esta oración nos da fuerza para no decaer”. Además, “he de agradecer la acogida que me dieron los Salesianos proporcionándome un alojamiento en uno de sus pisos Don Bosco y la generosidad de Cáritas”.

Una minoría perseguida
En contra de lo que algunos puedan pensar, el caso de esta familia es sólo un ejemplo de la persecución que sufren los cristianos de en Pakistán. “En Cristo somos todos hermanos, una misma familia. Si persiguen a unos, nos persiguen a todos. He notado que pocas personas tienen realmente interés en ayudar. Puede que no sean conscientes del alcance de lo que estamos viviendo allí”, asegura.

“Nuestros hermanos cristianos pakistaníes sufren, lloran, son perseguidos por radicales únicamente por su fe. Son una minoría perseguida, esperan que los países en que los cristianos son mayoría les ayuden. Pero no existe un plan internacional de ayuda, de apoyo, de salvamento. Es preciso que se involucren gobiernos, organismos internacionales y ONG para protestar, hacer ruido, y desarrollar acciones para visibilizar el problema y tratar de corregirlo”, pide Joseph.

En definitiva, “estamos en nuestro propio país sintiéndonos como refugiados, sin derechos. Por el hecho de ser cristianos tenemos dificultades para acceder a la educación, a los medios de comunicación, al trabajo, al mundo empresarial, simplemente porque se nos considera impuros y los musulmanes no quieren tratar con cristianos. Nosotros sí que estamos viviendo lo de ser ciudadanos del cielo, viviendo como peregrinos en esta tierra”.

Otras víctimas de los extremistas musulmanes son la madre católica Asia Bibi, condenada a muerte por la ley de blasfemia; el adolescente Nauman Masih, quien murió en abril luego de ser quemado por decir que era cristiano; el matrimonio Shahzad Masih y Shama Bibi, quemados vivos el 4 de noviembre de 2014 después de ser linchados por una presunta profanación de unas páginas del Corán.

En Pakistán, la ley anti-blasfemia castiga las ofensas contra el Corán o Mahoma incluso con la cadena perpetua o la pena de muerte. En muchos casos, esta norma es usada de manera arbitraria y como excusa para perseguir a inocentes, ya que en la práctica basta invocarla para que las autoridades actúen rápidamente contra quien es acusado.
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