Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

Tras más de 10 años sin fe y llena de filosofías ateas, Dios sorprendió a María con una fe viva

Hastiada de filosofía existencialista y de rencor, se dijo: «Necesito una indulgencia plenaria»

María de Obeso cuenta su experiencia de retorno a la fe, desde la lejanía del rencor y las lecturas existencialistas
María de Obeso cuenta su experiencia de retorno a la fe, desde la lejanía del rencor y las lecturas existencialistas

Pablo J. Ginés

María de Obeso, de 38 años, abandonó la fe a los 18 años y durante años se instaló en una mezcla de existencialismo y resentimiento contra todo. Leyó mucho Albert Camus, Kierkegaard, Feuerbach, Max Stirner... sin que le aportara paz ni felicidad. En 2016, Año de la Misericordia, entró en el Oratorio de Caballero de Gracia, en Madrid, movida por un extraño impulso. Y unos años después, Dios le respondería con un giro radical en 2022.

A misa hasta los 18 años

"De niña hice la Primera Comunión, a los 15 años me encontraba en plena búsqueda espiritual, me confirmé a los 16. Con esa edad, por ejemplo, fui a una librería religiosa y me compré la Fides et Ratio. Iba a misa los domingos con mi madre y mi hermana. El tema de la fe siempre me interesó, hoy creo que el Señor de alguna manera siempre me llamó. Pero en esa época en realidad no tenía a nadie con quien hablar de estos asuntos. En mi clase de la escuela yo era la única con fe, y no teníamos asignatura de Religión", recuerda.

A partir de los 16 años cambió de escuela y se interesó más por la filosofía. A partir de los 18 años leyó mucho a Nietzsche y autores existencialistas. Leía también a Marx, Engels, Feuerbach...

"Lo que buscas en esas lecturas es derribar cualquier figura de autoridad, incluyendo a Dios. Construyen un Dios que es como un idolillo. La fe que yo pudiera tener entonces era muy conceptual, no era viva. Creo recordar que Dawkins, autor ateo militante, decía que de niño rezaba con interés pero se alejó porque Dios no respondía de una forma concreta. Nos hacemos un Dios a nuestra medida, le pedimos que cumpla nuestra expectativas. Y ese no es Dios", plantea María.

Entre los 16 y los 18 años conoció cristianos del Camino Neocatecumenal. "Ellos tenían una fe viva pero yo no podía aceptar que Dios se comunicara con ellos, pensé que era gente que se autosugestionaba", recuerda.

También sospecha que ella buscaba un amor profundo, y en los entornos de fe que conocía no lo encontraba.

"Yo había reducido la fe a algo muy intelectual, muy de autorreflexión. No identificaba las formas en que Dios me llamaba. Una vez, ante el Sagrario, le dije: 'No me respondes porque no existes'. Pero a un nivel más profundo, creo que yo sospechaba que Dios me pedía una entrega, no quería implicarme con Él, y le dije que no, como el joven rico del Evangelio. No me sentía cómoda con su petición. Así que me alejé: tomé la decisión de no ir a misa más".

En el mundo, entre el rencor y el escándalo ante la injusticia

Era joven, inteligente, inquieta, y pronto se fue dando cuenta de que las cosas mundanales no le parecían realmente atractivas.  Estudió Administración y Dirección de Empresa. Viajó, vio mundo. "Buscaba amistades que en realidad ni me agradaban. Y así caí en un resentimiento contra todo, también contra la Iglesia y contra la fe. Estaba obcecada, no quería admitir que no quería renunciar a nada y que esa obcecación me dejaba con un vacío".

Durante más de 10 años estuvo alejada de la Iglesia, pero siempre había algún cristiano en su entorno. "Ningún cristiano me trató nunca mal, pero también es cierto que ninguno me dio testimonio", comenta. Vio con cierto asombro la JMJ de Madrid en 2011. Tenía 26 años y veía las calles de Madrid llenas de jóvenes cristianos alegres. Pero ella se mantenía distante.

"Mis lecturas y mi pecado habían matado mi fe de antaño. Pero aún tenía interés por el tema religioso. Por ejemplo, me molestaba mucho el silencio de Dios, y la Cruz. Nunca me paré a plantearme con humildad si era yo la equivocada. También me interesaba el sufrimiento de los demás, lo pobre, lo vulnerable, pero no era capaz de mirar esas cosas con los ojos de Dios". De fondo, en su interior, siempre había un trasfondo de rencor.

"Necesito una indulgencia plenaria"

A veces, María entraba en iglesias, quizá porque buscaba su paz. En 2016, en el Año de la Misericordia, oyó que que era fácil confesarse y obtener indulgencias. Y se le vino a la cabeza un pensamiento: "Con todo el mal que he hecho, necesito una indulgencia plenaria. ¿Es que la Iglesia católica no me va a dejar en paz?"

Y entró esa tarde, un día entre semana, en el popular Oratorio de Caballero de Gracia, en el centro de Madrid. En parte, le impulsaba un peculiar deseo, dar gracias, ser agradecida. Pero ¿dar gracias a quién?

Vio a un sacerdote y le preguntó, sin pensarlo mucho: "¿Qué hay que hacer para convertirse?"

El sacerdote le planteó que en su caso bastaba con confesarse. Pero llevaba 11 años sin confesarse, dijo ella. Así que fue a casa, preparó la confesión con cierto detalle ("tenía bastante claro lo que había hecho"), volvió al día siguiente al oratorio y se confesó, recibió la absolución y fue a comulgar. "No sentí nada especial en ese momento. Pero creo que ahí la fe empezó a actuar".

Dios mueve ficha

Durante un tiempo, María retomó una cierta vida de fe. "Empecé a ir a misa los domingos y a confesarme cada semana. Pero en realidad yo era una tibia total, detalla.

Pero en 2022 todo cambió, en una serie de episodios espirituales que la transformaron por completo.

"El jueves 12 de enero de 2022, yo estaba en mi habitación pensando si de verdad Dios existía. Y entonces sentí algo fuerte, algo que me descolocaba. Me dije: 'si me muero, que sea de rodillas'. Y me puse de rodillas. Apareció entonces en mi mente, aunque no en mi entendimiento, un pensamiento, aunque no con palabras: '¿por qué me persigues?' Y vinieron a mi mente episodios de mi vida a los que no había dado importancia antes. Eran momentos en los que yo había estado resentida contra cristianos, o contra la Iglesia. Ahora veía que Dios había estado allí amándome, que Él había estado allí con su misericordia, su perdón, su fidelidad, y que aquellos momentos tenían un significado más allá de lo natural".

Tiempo después, reflexionando sobre esta experiencia, relacionó ese "por qué me persigues" con la época en que había estado "diseminando filosofías contra Dios". De alguna manera, Dios quería mostrarle la primacía de su Gracia, de sus regalos gratuitos.

Otra época importante ese año fue la Cuaresma. "Durante meses reflexioné profundamente sobre cosas que yo había escrito y que me llevaban por mal camino. Y se me fueron apareciendo los Diez Mandamientos, uno por uno. Examinaba cada uno con exactitud y me decía: 'sí, es cierto, esa soy yo, yo hice eso'. No tenía justificaciones y sentía el deseo de preparar en serio una confesión general".

Quizá fue la experiencia de la que habla Jesús cuando dice, en Juan 16,8: "Cuando venga el Espíritu Santo, os convencerá de pecado".

En esta misma Cuaresma, María pudo ver, en "un sitio interior", que la tibieza la llevaba al infierno, y que Dios la quería sacar de ahí con una llamada a la conversión interna, real.

"Yo, que casi no era devota de la Virgen María, pedí ayuda a María Inmaculada. Recé un "Acordaos", pronunciando cada palabra. 'Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir...' Entonces se me presentaron las veces en que la Virgen me había ayudado y había intercedido por mí. Y vi gente devota, que tenía a María presente, y que su intercesión se extendía a todo el mundo. Y vi la Iglesia, con su capacidad intercesora, con toda la gente que había rezado por mí", recuerda.

María de Obeso cuenta a ReL su experiencia de retorno a la fe

María de Obeso cuenta a ReL su experiencia de retorno a la fe.

"También entendí que la fuente de mi debilidad había sido mi tibieza ante el Santísimo Sacramento, ante su presencia incontestable. Hoy creo que quien está muchos años lejos del Sacramento caerá en esa oscuridad", añade.

Tentaciones oscuras en Semana Santa

Tras la Cuaresma, llegó la Semana Santa, y fue una semana de tentaciones y pruebas espirituales. Empezó a experimentar mensajes o impulsos malos.

"Por ejemplo, el impulso de no arrepentirme por mi pecado. O el de marchar lejos, ir a los países extranjeros donde había vivido más alejada de la fe. O la idea de que Dios en realidad no me amaba y no me respondía. O una idea repetida: 'eres un fracaso'. O: 'Dios no te va a perdonar, has hecho demasiado mal'. O 'vuelve al mundo y haz cosas buenas, pero sin Dios'".

María tomaba notas por escrito de muchas de estas cosas porque le podían ayudar en la confesión general que preparaba. "Yo sabía que Dios me guiaba para hacer esa confesión y que estos impulsos eran acción del demonio", asegura. Ella conocía ya pensamientos siniestros ligados a momentos de depresión, pero estos impulsos eran distintos, dice. "Como 'eres un fracaso, no tienes nada', eso es lo que decían".

Ese 13 de mayo de 2022 pudo hacer su confesión general. Esta vez estaba hecha, dice, "desde el alma; no era yo, con mi conciencia, era más. Fue una liberación real".

Quiere difundir su experiencia para dar gracias a Dios y a la Virgen, y porque prometió a su confesor que lo publicaría, "y que diría que María Inmaculada me ha protegido, y la Iglesia también, con su intercesión, y que el Infierno existe. Ese pecado que ya pasó, yo digo que hoy es estandarte de su Misericordia".

María en la actualidad camina en la fe con la ayuda de un confesor. Le dice a Dios que lo ama. Ella se alejó leyendo mucho y pensando mucho. Hoy quiere amar a Dios con sencillez, como una niña, pero también con su inteligencia, conociéndole mejor. "Hoy acepto sus palabras cuando dicen: Sin Mí, no podéis hacer nada", afirma.

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