Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

Legionario Urbaneja, 28 años custodiando el Cristo de Mena: «Mi última guardia será cuando me muera»

Legionario José María Martín Urbaneja.
El cabo 1º Legionario José María Martín Urbaneja, un gran devoto del Cristo de Mena.

G. de A.

Con su pelo cano y su perilla característicos, el cabo primero caballero legionario José María Martín Urbaneja es ya toda una institución en el traslado del Cristo de la Buena Muerte que cada Jueves Santo por la mañana tiene lugar en Málaga desde la iglesia de Santo Domingo hasta la Casa Hermandad de la Congregación de Mena, desde donde sale en procesión por la tarde.

No en vano lleva 28 años formando parte ininterrumpidamente de la guardia de honor al Cristo de Mena en la capilla, y en su traslado formando parte de la escuadra de gastadores.

Aquí le vemos, por ejemplo, este mismo año al presentar el cambio de guardia a medio centenar de pacientes, familiares y profesionales del Hospital Regional Universitario de Málaga que acudieron a presencialo a la iglesia de Santo Domingo.

El cabo primero Urbaneja, de la 8ª Bandera del Tercio Don Juan de Austria, tercero de la Legión, es malagueño, y sintió esta devoción desde muy niño, cuando cada Jueves Santo acudía a ver este acto: "Una de las mayores ilusiones que tenía era poder participar un año en ese día", explica en un reportaje de Daniel Maldonado y Manolo García en el Diario Sur.

Y ese día llegó: "Recuerdo de la primera guardia que el momento más especial es el primer paso para presentarse dentro de la capilla, porque ese primer paso parece que es un mundo. Tienes la intensidad y las ganas de hacerlo tan bien que vas a por todas".

El caballero legionario José María Martín Urbaneja, cargando el Cristo de Mena durante su traslado.

El caballero legionario José María Martín Urbaneja, cargando el Cristo de Mena durante su traslado.

Uno de los recuerdos más especiales que atesora es el de una persona que, durante una de las guardias, le tocó las manos y le dijo que las tenía bendecidas de tocar al Cristo de la Buena Muerte. Esa persona estaba enferma y acudía a saludarle cada año, hasta que falleció: "Fue un golpe tremendo", confiesa. Y comenta la gran devoción de los legionarios a su Cristo, manifestada en estas exigentes guardias, que obligan a un entrenamiento perseverante y duro. Muchos se hacen luego hermanos de la cofradía.

Urbaneja ha estado en cuatro misiones internacionales: "Vengo a presentarme a mi Cristo a pedirle primero por mi familia, y luego por mí, porque mi trabajo ya lo haré como tenga que hacerlo. Pero primero, por mi familia. Y luego, cuando vuelvo de misión, vuelvo a presentarme ante Él,  a darle novedades y a decirle que está todo bien y gracias a Él ha salido todo bien".

"Mi última guardia será cuando me muera", concluye: "Aunque ya no venga a participar en los actos, sí vendré a rezarle y a ponerme en mi esquinita a rezarle por mis seres queridos y por todo lo que quiero".

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