Domingo, 28 de abril de 2024

Religión en Libertad

Por amor a la Verdad

Pantocrátor del Maestro de Lluça.
'En el principio era el Verbo' (comienza el Evangelio de San Juan): el Logos, la Palabra. El Ser precede a la Acción.Detalle del Pantocrátor del Maestro de Lluça (c. 1210), Museo del Prado.

por José Carlos Súbtil

Opinión

El ser es anterior al actuar. Lo contrario es una idea cartesiana. La célebre frase “Pienso luego existo” es un imposible metafísico. Nadie puede pensar si no existe previamente. ¿A dónde quiero llegar? A lo siguiente: a que la Verdad es anterior al Amor, puesto que la Verdad es el Ser, y el Amor es la Acción. 

El evangelio de San Juan es muy claro y comienza así: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios”. No dice el Amor, sino el Verbo. En otras traducciones aparece como “la Palabra” o “el Logos” en griego. Es decir, la Verdad. Y prosigue: “Todo se hizo según Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho”. Un poco más adelante continúa: “El Verbo era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo”. Según se va desvelando, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo, es la Verdad. 

Para que se vea que esto no es una teoría inventada, sino el cómo se nos ha revelado el mismo Dios a través de su Palabra, veamos cómo lo siguen enunciando los Evangelios: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”, “Porque la Ley fue dada por Moisés; la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo”, “Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios”, “Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así son los adoradores que el Padre busca”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, “La verdad os hará libres”, “Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz”… y, así, sucesivamente. Es más, muchísimas veces Jesús comienza a hablar diciendo “en verdad os digo” o “en verdad, en verdad os digo”. Y lo hace así manifestando una autoridad que es metafísica, que se genera en Él, porque Él es la Verdad. 

Aunque Jesús actúa siempre por Amor, porque la Verdad exige necesariamente el Amor, en ningún sitio se dice que Él sea el Amor, ni tan siquiera en el Evangelio de Juan, que es el Evangelio del Amor. El Amor realmente es el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo ya que, como Acto que es, procede del Ser, es decir, de la Verdad.

Poner el Amor por delante de la Verdad en el fondo es una inversión del ser de las cosas que siempre trae consecuencias, porque el amor sin verdad que lo fundamente se convierte en algo impreciso y sentimental. Esta perversión de raíz hace que las consecuencias puedan ser nefastas y generar un daño en el ser. 

Esto no es sólo una idea, sino que tiene una importante repercusión en el modo de actuar. Un ejemplo: si a un divorciado que vive en adulterio, tras un camino de discernimiento amoroso, guiado por un director espiritual bienintencionado, se le indica que puede comulgar sacramentalmente, los daños que se generan se extienden a modo de ondas expansivas. Primero, un daño directo para el interesado, pues no está viviendo según la verdad proclamada por Cristo (cfr. Mt 5,32; Mc 10,11-12; Lc 16,18). Y después, daños colaterales: se produce un escándalo para quienes conozcan el caso y, en el fondo, para toda la Iglesia. Se devalúa el valor de la Eucaristía que queda reducida a un símbolo de buenas intenciones. Es un torpedo al sacramento de la reconciliación, que queda aguado, como una “charleta” con un coach, pues ¿qué sentido tiene el confesar otros pecados si un pecado como éste -uno de los pocos pecados directamente denunciados por Cristo en tres de los cuatro Evangelios- no es juzgado verdaderamente? Además ¿para qué confesarse si los pecados bailan y la Eucaristía es sólo simbólica? Así, si la Eucaristía y la Reconciliación se devalúan ¿para qué sirven el Orden Sacerdotal y el Bautismo? Si todo se devalúa ¿para qué sirve el Sacrificio de Cristo en la Cruz y la propia Iglesia?

Desde esta perspectiva, frases como “En la Iglesia hay espacio para todos, todos, todos…” son peligrosas si se sacan de contexto y no se encuadran perfectamente. ¿Por qué el peligro? Pues, porque fuera de su contexto y de su intención concreta, la frase trasmite la idea de que un amor desvinculado de la Verdad es posible, generando un engaño. La frase, por sí sola, da pie a que haya espacio para cualquier cosa, incluidos los postulados contrarios a la Verdad propuestos para el Sínodo de la Sinodalidad para una Iglesia sinodal. A saber: una participación "democrática" en los nombramientos de obispos y cuestiones de doctrina; una abolición o libre elección del celibato para sacerdotes y religiosos; una búsqueda de alternativas a la indisolubilidad del matrimonio con proposiciones más o menos sutiles (comunión sacramental para personas divorciadas que se han vuelto a casar, nulidad exprés, posibilidad de nuevas nupcias canónicas); una rebaja de la dignidad del sacerdocio que se concreta en ser un miembro más del pueblo de Dios y no en actuar "in persona Christi" sino tan sólo representar a la asamblea; un cambio del papel de la mujer otorgándole acceso a todos los ministerios, pues el orden sacerdotal no se considera una llamada sino un derecho; una tergiversación del acto sexual, que es bendecido como ejercicio de erotismo sentimental vaciado de su poder fecundo y su sentido trascendente; un cambiar el ser hombre o mujer como expresión de la Verdad querida por Dios para cada uno personalísimamente, expresión del Amor esponsal entre Cristo y su Iglesia y del Amor intra-Trinitario, por un accidente evolutivo de la naturaleza modificable según el gusto de cada cual; una relativización del significado universal de Jesucristo como único mediador entre Dios y el hombre, lo que conlleva la relativización del bautismo y la pluralidad de religiones como caminos indiferentes que llevan igualmente a Dios; una dinámica inclusiva para creyentes y no creyentes, etc. La lista no pretende ser exhaustiva. 

Por otro lado, llama la atención ese “todos, todos, todos…”, ya que en la práctica no debe ser tan fácil de aplicar. ¿Por qué? Porque ¿qué pasa con los que les gustaría matizar la frase, que son muchos? Los que piensan que la Verdad es anterior al Amor. Probablemente sin desearlo, se produce la paradoja del “inclusivismo excluyente”. O estás de acuerdo en que todos caben o tú no cabes. Por poner unos ejemplos: los que se nutren de la misa tradicional, los que pertenecen a algunas instituciones de la Iglesia fieles a la Verdad que están siendo maltratadas, los católicos sensatos de toda la vida… podrían sentir que la frase es una ironía. En estos temas hay que andar con pies de plomo. Debemos evitar que en la Iglesia se infiltre una ideología woke blanqueada.

Un santo reciente, que profesaba un grandísimo amor a la Verdad, pronunció una frase exquisitamente acertada: “De cien almas me interesan las cien”. Todas las almas, verdaderas hijas de Dios se merecen, por amor a la Verdad, mi atención y, por amor a la Verdad, darles a conocer su dignidad y, por amor a la Verdad, ayudarles a encontrar su camino verdadero de Vida aquí en este mundo y, por amor a la Verdad, llegar a la Gloria Eterna, que es su verdad última. ¡Qué gran diferencia entre frase y frase!

Lo demás procede sutilmente del enemigo. A buen entendedor…

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