Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

Máxima cautela


Muchas tecnologías, mucha financiación, mucha retórica…y poca, o ninguna, mención a cuestiones clave como la libertad ideológica y la Educación para la Ciudadanía.

por Marisa Pérez Toribio

Opinión

En los últimos días se está hablando mucho del Pacto Educativo. Parece que el ministro confía en que finalmente dicho pacto va a ser posible. Da la sensación de que para algunos alcanzar un pacto es un fin en sí mismo, por lo que puede que haya margen para que el sueño de Gabilondo sea una realidad. Ya veremos… Cosa bien distinta es que ese pacto que se alcance sobre el papel suponga realmente un cambio profundo en el sistema educativo, más allá de adoptar medidas que transmitan una imagen de calidad, introducir cambios en la estructura de secundaria y bachillerato, o vender la introducción de «medidas modernizadoras como las nuevas tecnologías en el aula y el avance de idiomas», como ya adelantaba el ministro de educación, y poco más. A algunos les servirá para justificarse, para vender su capacidad de negociación como si todo esto sirviera realmente para algo.
 
A lo largo de los últimos días hemos ido conociendo las propuestas de distintas entidades para un pacto educativo. Muchas tecnologías, mucha financiación, mucha retórica…y poca, o ninguna, mención a cuestiones clave como la libertad ideológica y la Educación para la Ciudadanía (EpC), ese proyecto del Gobierno que, en palabras de Peces Barba, «por sí solo justifica toda una legislatura». La última propuesta en llegar ha sido la del Ministerio de Educación. Cien propuestas para un pacto educativo; nada menos que cien. Es curioso que entre tantas propuestas no haya mención alguna a la libertad ideológica, cuando existe un importante conflicto abierto, que con la próxima imposición por ley de la educación sexual a partir de los 11 años sólo puede agravarse.
 
En el documento del ministerio se habla, eso sí, de reforzar la educación en valores, ¡miedo me da! Ya tenemos una larga experiencia de lo que está suponiendo en la práctica esa educación en los supuestos «valores comunes», sobre los que insiste una vez más Gabilondo, con esa jerga imprecisa que está sirviendo para meter, a manos llenas, la ideología del Gobierno en las aulas. Decir «valores propios de una sociedad democráticamente avanzada», como los ha denominado ahora Gabilondo, es no decir nada. Yo, desde luego, no le doy a nadie ese cheque en blanco para reconstruir la conciencia de mis hijos según esos llamados valores. Lo de los valores comunes sirvió incluso, no lo olvidemos, para que José Blanco dijera, tras la sentencia del Supremo, que «enseñar en clase cómo se pone un preservativo forma parte de nuestros valores». Pues en esa línea (que ya vemos adónde nos puede llevar en manos de esta gente) insiste Gabilondo: «Es imprescindible que en la adquisición de las competencias básicas en la educación obligatoria se incluyan tanto los conceptos como los procedimientos, actitudes y valores. Para ello es necesario promover actuaciones a fin de garantizar la educación en los valores propios de una sociedad democráticamente avanzada a todo el alumnado». Ni una palabra para garantizar la libertad ideológica y el derecho de los padres a decidir la formación moral de sus hijos. Se insiste, en cambio, en promover los «valores propios de una sociedad democráticamente avanzada» a todo el alumnado. ¿Y quien decidirá esos valores? Aquí cabe todo lo que quieran: desde los preservativos de Blanco y la Alianza de las Civilizaciones, hasta la ideología de género y la memoria Histórica, pasando por el nuevo derecho al aborto y al placer sexual de los niños de 11 años.
 
Con todas las propuestas sobre la mesa, ahora empezarán de nuevo las rondas de contacto. Seguramente los padres, que tantas veces han intentado reunirse con los sucesivos ministros de educación, volverán a ser los grandes ausentes de esas rondas. El ministro no quiere hablar con ellos. Sabe que le sería muy difícil alcanzar su ansiado pacto, porque para estos padres hay cosas innegociables… y a la vista del documento elaborado por el Ministerio de Educación, para el Gobierno también, como ya sospechábamos. Se han hecho con una poderosa arma para formar las conciencias de los niños; le han dado al Estado, por ley, un derecho que no tiene, y está claro que no quieren perderlo.
Puesto que es difícil que los padres entren en la ronda de contactos, habrá que ver qué hacen aquellos de los que depende alcanzar el pacto. ¿Habrá para ellos cuestiones irrenunciables? El partido de la oposición dice que sí, y aborda en sus propuestas el tema de EpC. Manifiesta «su seria discrepancia con su configuración y contenidos, por entender que con ellos los poderes públicos se arrogan unas atribuciones que no les competen, invaden ámbitos educativos que corresponden primariamente a los padres y presentan graves riesgos de adoctrinamiento». Es importante lo que dicen, pero sobre el papel, todo es fácil; esperemos a ver en qué quedan esas palabras. De momento, ya han cambiado de discurso; su propuesta electoral era suprimir EpC, y ahora todo se queda en una reforma de la asignatura. Es cierto que Gómez Trinidad está tratando de explicar que en realidad no han cambiado de discurso; que lo que ellos pretender hacer con la asignatura actual es un cambio de tal calado que en la práctica supone la supresión de EpC, aunque dice que puede que no hayan sabido explicarlo bien. Ciertamente, si es así, muy bien no lo han explicado, porque nadie lo ha entendido de esa manera. No ha debido gustarles demasiado que los padres hayan recibido con mucha cautela su propuesta, en lugar de prodigarse en alabanzas al partido de la oposición. Pero a estas alturas, después de tres años luchando, los padres van a observar atentamente cualquier paso en este sentido. Tienen razones para ser tan cautelosos. Lo cierto es que en aquellas comunidades en las que gobierna el PP, la asignatura es idéntica a la del Ministerio, aunque ellos se empeñan en vender en los medios de comunicación que su EpC no adoctrina y que están al lado de los padres, ¡que se lo digan a aquellos que han tenido que ir a los tribunales y están siendo tan acosados como en cualquier comunidad del PSOE!
 
Veremos en qué queda lo del pacto. Ahora van a retratarse todos; será interesante. Seguramente haya margen para negociar en todas aquellas cuestiones en las que hay financiación por medio; unos y otros pueden encontrar puntos de encuentro interesantes para todas las partes. Ese margen no existe con los padres; por eso no interesa hablar con ellos. Los padres están defendiendo su derecho a educar a sus hijos según sus convicciones, sin dinero por medio. No tienen nada con lo que negociar; no tienen intereses de ningún tipo ni hipotecas con nadie; el Ministro no puede ofrecerles nada que les aparte un milímetro de su objetivo. Precisamente esa es, aunque a algunos les parezca lo contrario, su fuerza.
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