Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

Virgen del Pilar


Con el amparo de la Santísima Virgen, nuestra Señora del Pilar, es preciso que recobremos en España el vigor pleno del espíritu y la valentía de una fe vivida, como la de María, con la lucidez evangélica iluminada por el profundo amor al hermano

por Cardenal Antonio Cañizares

Opinión

El lunes pasado, doce de octubre, España y América celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, tan arraigada en nuestro pueblo. Fue este día, además, el día de España, de nuestra Patria, la fiesta de la Hispanidad, y celebramos este día ante la contemplación agradecida de Santa María del Pilar, día en que se inicia la gran obra de evangelización del Nuevo Mundo, América.

Hoy recobran una actualidad y fuerza total aquellas palabras del Papa San Juan Pablo II, en su primera visita a nuestra Patria: «España, sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Así encontrarás tu historia vertebrada. Podrás superarla con la debida apertura hacia metas más altas. Podrás avanzar hacia los desafíos del futuro con savia vital, con creatividad renovada, sin rupturas ni fricciones en los espíritus» (San Juan Pablo II). O aquellas otras más recientes, en 2003, en Madrid: «¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y a Europa, a América, la riqueza cultural de vuestra historia»; «así contribuiréis mejor a hacer realidad un gran sueño: el nacimiento de la nueva Europa del espíritu, una Europa fiel a sus raíces cristianas»; «sois depositarios de una rica herencia espiritual que debe ser capaz de dinamizar vuestra vitalidad cristiana» (San Juan Pablo II), superar la división y crear unidad, entendimiento y concordia. Esa tradición y esa herencia espiritual en España es inseparable de la Santísima Virgen, tan centrada en esta devoción popular universal de la Virgen del Pilar.

«España evangelizada, España evangelizadora », ése es nuestro camino, el camino para una auténtica renovación de la Iglesia y de la sociedad, para una nueva primavera de santidad y de vida cristiana, de creación de diálogo y de una nueva cultura de la vida y de la solidaridad, de servicio al hombre, al hermano, de elevación humana y moral del pueblo, de unidad entre todos los pueblos de España, de verdadera convivencia entre todos y de entendimiento verdadero entre todas las gentes que formamos este noble pueblo, unión histórica, con raíces históricas que no pueden sufrir quebranto por decisiones que llevarían a la exclusión de un patrimonio común. Con el amparo de la Santísima Virgen, nuestra Señora del Pilar, es preciso que recobremos en España el vigor pleno del espíritu y la valentía de una fe vivida, como la de María, con la lucidez evangélica iluminada por el profundo amor al hermano. Esa fe y esa lucidez evangélica ha dado la unidad a nuestros pueblos ya desde el tercer Concilio de Toledo; esa fe y esa lucidez evangélica, que aprendemos, en la Escuela de María, es la que hoy se ha de mostrar fecunda en una renovación de nuestra sociedad –asentada en el respeto a la persona, a la dignidad inviolable de la persona, en los derechos humanos fundamentales, en la justicia, en el amor al hermano, en la reconciliación y el perdón, en el encuentro entre todos y la cooperación solidaria de todos, en la búsqueda y consecución del bien común–. Esa fe, que se asienta en el pilar firme de María, es donde están nuestras raíces más profundas y la rica savia que las alimenta, capaz de dar hoy frutos nuevos de dinamismo evangelizador, de humanidad nueva hecha con hombres y mujeres nuevos con la novedad de una vida conforme al Evangelio: el Evangelio de la alegría, de la misericordia y de la caridad, que, incluyéndola, va más allá de la justicia. Finalmente, desde aquí, quiero expresar mi admiración y aprecio a esta institución española tan nuestra y querida que es la Benemérita Guardia Civil en el día de su Patrona. A todos sus miembros expreso mi más sincero y cálido homenaje, mi más profunda cercanía y agradecimiento, mi más sincera amistad y mi solidaridad con sus difi cultades y sacrificios, así como mi comunión en cuanto es para sus miembros motivo de alegría, de legítimo orgullo y de triunfo.

En mi condición de obispo, elevo a Dios, dador de todo bien, mi súplica ferviente para que bendiga copiosamente a cuantos integran en la actualidad este benemérito Cuerpo con toda clase de bienes así como a sus familiares y, también, sus diversas instituciones y servicios. Tengo ante Dios un recuerdo y una oración emocionada por los miembros de la Guardia Civil que ya han muerto, sobre todo, por los que han muerto víctimas y en servicio que hace realidad su lema : «Todo por la Patria».
 
© La Razón
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