Religión en Libertad

Espero el argumento

El asesinato de Charlie Kirk muestra que el relativismo conduce a la violencia.

Charlie Kirk, ejerciendo la labor por la que se hizo célebre: debatir honesta, franca y abiertamente.

Charlie Kirk, ejerciendo la labor por la que se hizo célebre: debatir honesta, franca y abiertamente.Allen Jackson Ministries (captura).

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Una de mis anécdotas preferidas es la historia de dos caballeros que sostenían una viva discusión en una taberna. La cuestión fue encendiéndose. Tanto que uno de ellos, acalorado, arrojó el vino de su copa al rostro de su oponente. Éste, limpiándose con su pañuelo el desperdiciado néctar, contestó, impertérrito: “Eso ha sido una digresión, aún espero el argumento”. Charlie Kirk, el activista de derechas de 31 años, asesinado de un tiro en la cabeza durante un acto en la Universidad de Utah, podría replicar lo mismo a su asesino (y a los que celebran su muerte).

Una tentación por nuestra parte sería afirmar que haber sido asesinado le da la razón. Como no podían seguir discutiendo con él, le dispararon. Esto prueba la impotencia de sus rivales, pero sus razones siguen admitiendo prueba en contra. Y yo no quiero aprovechar su muerte ni para traer el agua a su molino, que, en buena medida y a mucha honra, es el mío.

Caben argumentos contra las ideas de Charlie Kirk, pero… los seguimos esperando. El tiro, lejos de acallar los suyos, los ha subrayado. Todos estamos escuchando ahora con emocionada atención sus brillantes defensas de la vida, de la verdad sin complejos; de la fe; incluso de la reverencia a la Virgen María.

Cuando los antiguos afirmaban: “Sanguis martyrum semen christianorum [la sangre de los mártires es semilla de cristianos]”, no solamente hacían una frase bellísima, sino que levantaban acta de que el martirio no cierra nada en absoluto. Hay un famoso cuento de Borges en que dos amigos hablan de la inmortalidad del alma, ante la cual la muerte es un accidente insignificante. Se proponen suicidarse para comprobarlo. Y tan insignificante es la muerte, en efecto, que luego no se acuerdan de si se suicidaron o no. Charlie Kirk, que creía en la vida eterna, estará en esa situación o, más bien, mejor, como mártir y no como suicida.

El relativismo aboca a la violencia porque para él sólo el poder, que es lo único que no es relativo, puede dirimir cualquier debate. Frente a eso, la verdad disipa la tentación de usar la fuerza para imponer un pensamiento. El subjetivismo induce a pensar que eliminando al sujeto se acaba con su verdad. No es así y Kirk queda en nuestra memoria, su familia en nuestras oraciones, y sus razones objetivas en el debate público. Sus argumentos no han sido ni siquiera rozados por la bala.

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