Religión en Libertad

Este es el milagro

Siete nuevos sacerdotes para una Iglesia que sigue siendo esencial.

El pasado 20 de julio, la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona acogió la ordenación sacerdotal de siete diáconos, en una ceremonia que presidió el cardenal arzobispo de la diócesis, Juan José Omella.

El pasado 20 de julio, la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona acogió la ordenación sacerdotal de siete diáconos, en una ceremonia que presidió el cardenal arzobispo de la diócesis, Juan José Omella.Església de Barcelona (captura)

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Siete diáconos van a ser ordenados sacerdotes dentro de unos minutos en esta Sagrada Familia que hoy es un anticipo del infierno. Calor atroz. Preside el cardenal Omella, que se disculpa cariñosamente por extenderse en la que dice que probablemente sea su última misa como obispo de Barcelona. Recordaremos a Omella por muchas cosas. Yo, que he tenido de todo con él, me quedo con mi gratitud por cómo ha ayudado a un querido amigo en su momento más frágil y podría haberse desentendido y nadie se lo habría reprochado. Es fácil ser generoso cuando estás en éxtasis. Es difícil ser agradecido cuando estás fuera de control y el amor se ha ido.

Una ordenación en julio, con este calor, y el templo se ha llenado de curas, amigos y familiares. El de la primera lectura era un chico considerado muy feo en el seminario, y el pobre tenía que soportar una cierta burla, hasta que anunció que lo dejaba porque se había enamorado. Por unos días la burla cesó, hasta que sus ya excompañeros descubrieron que la chica era todavía más fea que él y además lo acabó rechazando, de modo que volvió al seminario y aquí lo tenemos, dando ánimos a los que van a ordenarse.

Este es el milagro de Dios, la confirmación de su existencia: que la Iglesia, con sus cuatro cañas, hoy son siete, pero vamos; con su impotencia y su oscuridad y los bestiales e injustos ataques que recibe, continúa en pie y siendo útil y esencial para miles de millones de personas. Si Dios no existiera, ¿quién nos habría traído hasta aquí? Las familias que nos acompañan tienen segunda residencia y un ejército de niños a los que habrían podido dejar con los abuelos o la asistenta.

Entre los ordenados conozco y quiero a Guillem Lisicic, que a partir de hoy podrá perdonar nuestros pecados. "Yo en cambio –me dice uno que era cura y se salió– ya sólo puedo invitarte a un gintónic". Precisamente en su casa conocí a Guillem, cenando, y fue tenso cuando le dije que le notaba más ansia de Dios que fe. Pero de aquella noche surgió el afecto y una vez más el milagro nos reúne aquí, cada uno en su distancia, en su imperfección, todos mezclados, todos perdidos, todos hallados, con nuestro amor y nuestras soledades. Todos con Lisi, que es como llamamos a Guillem, que trata con su necesidad y con su fe de equilibrar lo de dentro con lo de fuera, como todos intentamos con nuestras caídas y aciertos.

Esta Sagrada Familia expiatoria, hecha a trozos, símbolo turístico, tensión espiritual, eternamente inacabada, polémica, imponente, colapsada, refleja el día de hoy sofocante, húmedo, con el mundo a punto de estallar. Y en el instante afín, el obispo que se va y los siete nuevos que llegan, y los demás que aquí estamos porque de entre todos los lugares a los que podríamos haber ido hemos elegido este, dejamos los abanicos, guardamos silencio, no importa el calor, se vuelve paz lo que era angustia en fila hacia la Comunión.

  • Publicado en ABC.
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