Los consejos de abuelo del Papa Francisco
Muchos han visto en Francisco la sabiduría de un abuelo que traslada su sabiduría y prudencia para las relaciones personales y familiares.
Muchos vieron en el Papa Francisco la figura de un abuelo, especialmente cuando compartía puntos de sabiduría práctica sobre cómo comportarse unos con otros.
Reflexionando sobre la vida sencilla de la Sagrada Familia en Nazaret, en la fiesta de la Sagrada Familia de 2013, Francisco dijo: “Recordemos las tres palabras clave para vivir en paz y alegría en la familia: por favor, gracias, perdón. Cuando en una familia no se es entrometido y se pide «por favor», cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir «gracias», y cuando en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir «perdón», en esa familia hay paz y hay alegría. Recordemos estas tres palabras”.
Este consejo se convirtió en un lema, que reiteró al año siguiente junto a esta recomendación: “Es habitual reñir entre esposos… pero por favor recordad esto: no terminar jamás una jornada sin hacer las paces. ¡Jamás, jamás, jamás! Esto es un secreto, un secreto para conservar el amor y para hacer las paces”.
A lo largo de su pontificado, en numerosas homilías, audiencias y reflexiones fuera de micrófono, el Papa Francisco ofreció consejos de abuelo sobre el matrimonio, la familia, la juventud, los ancianos y otros aspectos de la vida católica, empleando sus giros verbales característicos.
He aquí algunos elementos destacados de otras veces en las que ofreció a los fieles sus campechanos consejos.
Asuntos matrimoniales
El Santo Padre fue muy directo al dirigirse a los congregados para una audiencia general en 2014, al criticar a quienes tienen mascotas en vez de hijos: “El otro día, hablaba sobre el invierno demográfico que hay hoy: la gente no quiere tener hijos, o solamente uno y nada más. Y muchas parejas no tienen hijos porque no quieren o tienen solamente uno porque no quieren otros, pero tienen dos perros, dos gatos… Sí, perros y gatos ocupan el lugar de los hijos. Sí, hace reír, lo entiendo, pero es la realidad. Y este hecho de renegar de la paternidad y la maternidad nos rebaja, nos quita humanidad. Y así la civilización se vuelve más vieja y sin humanidad, porque se pierde la riqueza de la paternidad y de la maternidad. Y sufre la Patria, que no tiene hijos y -como decía uno de manera un poco humorística- ‘Y ahora que no hay hijos, ¿quién pagará los impuestos para mi pensión? ¿Quién se hará cargo de mí?’: reía, pero es la verdad. Yo le pido a San José la gracia de despertar las conciencias y pensar en esto: en tener hijos”.
Jóvenes y ancianos
A lo largo de los años, Francisco asistió a muchos eventos centrados en la juventud, y les animó a la excelencia: “Había escrito un discurso para ustedes, para dárselo, pero los discursos son aburridos”, dijo el Papa a los jóvenes en su viaje a Asunción del Paraguay, en 2015. Así que les habló espontáneamente: “No queremos jóvenes ‘debiluchos’, jóvenes que están ahí no más, ni sí ni no. No queremos jóvenes que se cansen rápido y que vivan cansados, con cara de aburridos. Queremos jóvenes fuertes. Queremos jóvenes con esperanza y con fortaleza. ¿Por qué? Porque conocen a Jesús, porque conocen a Dios. Porque tienen un corazón libre”.
Él era conocido por sus coloridas expresiones para “decir las cosas como son”. En septiembre de 2017, en el Vaticano, Francisco recordó a un grupo de jóvenes y adultos jóvenes que “el narcisismo te produce tristeza porque vives preocupado de maquillarte el alma todos los días, de aparecer mejor de lo que eres, de contemplar si tienes una belleza mejor que la de los demás, es la enfermedad del espejo. ¡Jóvenes, rompan el espejo! No se miren al espejo porque el espejo engaña, miren hacia afuera, miren hacia los demás, escapen de este mundo, de esta cultura que estamos viviendo, que es consumista y narcisista. Y si algún día quieren mirarse en el espejo, les doy un consejo: mírense al espejo para reírse de sí mismos. Hagan la prueba un día: miren y empiecen a reírse de eso que ven ahí, se les va a refrescar el alma. Saber reírse de sí mismos, eso da alegría y nos salva de la tentación del narcisismo”.
Hablando en una audiencia en mayo de 2022, Francisco se centró en los ancianos y les dijo que ellos tenían mucho que ofrecer, mucho más que dinero, y les recomendó acudir a las Sagradas Escrituras. Resumiendo el libro de Judit, insistió, “Judit no es una jubilada que vive melancólicamente su vacío: es una anciana apasionada que llena de dones el tiempo que Dios le dona. Yo os pido: tomad, uno de estos días, la Biblia y tomad el libro de Judit: es pequeño, se lee fácilmente, son diez páginas, no más. Leed esta historia de una mujer valiente que termina así, con ternura, con generosidad, una mujer a la altura. Y así yo quisiera que fueran nuestras abuelas. Todas así: valientes, sabias y que nos dejen la herencia no del dinero, sino la herencia de la sabiduría, sembrada en sus nietos”.
No seáis “pepinillos en vinagre”
El Papa no tenía reparos en recordar a los fieles la llamada a testimoniar la alegría cristiana: “A veces estos cristianos melancólicos tienen más cara de pepinillos en vinagre que de personas alegres que tienen una vida bella”, dijo el Papa Francisco en una de sus primeras homilías papales, al leer Hechos 18 en la capilla de la Casa Santa Marta en mayo de 2013: “Si nosotros queremos poseer esta alegría sólo para nosotros, al final se estropea, así como nuestro corazón, y al final nuestra cara no transmite esa alegría sino la nostalgia, una melancolía que no es sana”.
Y añadía: “La alegría, si queremos vivirla en todo momento, al final se transforma en ligereza, superficialidad, y también nos conduce a aquel estado de falta de sabiduría cristiana, nos hace un poco tontos, ingenuos, ¿no?... La alegría es algo que no proviene de razones económicas cortoplacistas, de razones momentáneas. Es algo más profundo. Es un don del Señor. Nos llena desde dentro”.
Apaga la televisión o el móvil… y no critiques
El Miércoles de Ceniza de 2020 aleccionaba: “Es el tiempo para apagar la televisión y abrir la Biblia. Cuando era niño, no había televisión, pero existía la costumbre de no escuchar la radio. La Cuaresma es desierto, es el tiempo para renunciar, para desconectar del teléfono móvil y conectarnos al Evangelio. Es el tiempo para renunciar a palabras inútiles, charlatanerías, rumores, cotilleos y hablar y dar de tú al Señor”.
Combatir los cotilleos fue un leit motiv durante todo su pontificado: “¡Es tan feo criticar! Al inicio puede parecer algo placentero, incluso divertido, como chupar un caramelo. Pero al final, nos llena el corazón de amargura, y nos envenena también a nosotros”, dijo el Papa Francisco el 16 de febrero de 2014.
“Os digo la verdad”, le dijo a los fieles en la Plaza de San Pedro, “estoy convencido de que si cada uno de nosotros hiciese el propósito de evitar las críticas, al final llegaría a ser santo. ¡Es un buen camino!”.
“¿Queremos ser santos? ¿Sí o no?”, preguntaba, mientras la multitud contestaba “¡Sí!”. “¿Sí? ¿Queremos vivir apegados a las habladurías como una costumbre?”, continuaba el Papa Francisco: “¿Sí o no? ¿No? Entonces estamos de acuerdo: ¡nada de críticas!”.
- Publicado en National Catholic Register.