Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Requieren mucho espectáculo y esfuerzo y sus feligreses no perseveran, pero ¿falta algo más?

En 2012 nacieron las «iglesias sin religión», parecían «guays»... pero la mitad ya se han hundido

En 2012 nacieron las «iglesias sin religión», parecían «guays»... pero la mitad ya se han hundido
Asistentes a las Sunday Assemblies acuden a un desfile de Orgullo Gay, a ofrecer celebraciones sin divinidades

P.J.Ginés/ReL

Iglesia sí, religión no. Iglesia sin Dios ni religión. Querían crear una "iglesia laica", querían sus cosas buenas, a saber: poder hacer amistades, contactar con la belleza, hacer comunidad, plantear cuestiones morales elevadas, incluso, y quizá hasta ayudar a los necesitados. Todo eso sin Dios, sin religión, porque somos buenos y muy majos.

La idea parecía buena en 2012 y 2013, cuando en Estados Unidos, Inglaterra y Canadá empezaron a crearse las "iglesias sin religión" del movimiento Oasis o del movimiento Sunday Assembly. Salieron en prensa, mucho, en televisión y periódicos (aquí, en El País). Eran un tema preferido para el Huffington Post. Parecía muy "guay". Iglesias sin religión. ¿Trascendencia? Quizá, pero material, sin nada sobrenatural. Cada uno, la suya.

Traían grandes oradores y conferenciantes a hablar de la belleza de la naturaleza o de inteligencia emocional. Y luego todos los asistentes cantaban canciones pop a todo pulmón, sobre todo "Livin' on a Prayer" de los Rolling Stones. Y quizá un rato de mindfulness, de "relajarse", de "desconectar para conectar". También tomaban refrescos y chucherías. Y, sobre todo, hacían amistades, más o menos de la misma edad y clase social e intereses. Era bueno para ligar. "Conectar" era el gran tema. Sin cansar a los feligreses: dos reuniones al mes, por ejemplo.

Livin' On a Prayer, de Bon Jovi, para que la gente cante junta a pleno pulmón y tenga "sensación" de comunidad; pero la "sensación" de comunidad no es lo mismo que la comunidad

Después de siete años, las iglesias sin religión se van cerrando

Después de 7 años de experimento, se ha comprobado que las "iglesias sin religión" no aguantan. Cansan y se cansan. Las de Sunday Assembly, que contaban con unos 5.000 asistentes mensuales en 2016, registraban sólo 3.500 en 2018. En 2016 contaban con 70 "congregaciones", pero en 2019 cuentan sólo con 40.

Sanderson Jones, uno de los fundadores de Sunday Assembly, declara en un reportaje en The Atlantic que el problema es sólo la novedad de la propuesta y la carencia de "vídeos de formación" para responsables de grupo, de congresos para impulsores de sedes locales, de apoyo de otras congregaciones cercanas, etc... Faltan "cantera" y técnicos, dice. Espera que con perseverancia se consiga esa generación de líderes y responsables.

En su opinión, sólo hace falta insistir y mejorar al ofrecer 5 cosas, las mismas que hacen funcionar a las iglesias religiosas (y que no son Dios, cree Jones):

- vida comunitaria
- reuniones que transforman a la persona
- crecimiento personal
- ayudar a otros
- deseo de cambiar el mundo

Taylor Gibson, director de "contacto comunitario" en el grupo Oasis de Kansas City, cree que la gente lo que quiere es conocer a otra gente y hacer amigos, y eso, fuera del trabajo o de los amigos del colegio, es difícil a cierta edad. Cree que las personas acudirán a las "iglesias sin Dios" si encuentran amistades y si les atraen los grandes oradores y conferenciantes, ofreciendo "eventos que dan a la gente un sentido de propósito".

Pero parece que por ahora, sin Dios, no hay mucho propósito. Al menos, no para congregarse.

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Un encuentro de Sunday Assembly, a mitad de camino entre el festival escolar y una asamblea de alabanza pentecostal

La experiencia de Justina en Nueva York: insostenible

Faith Hill, en su artículo en The Atlantic, explica el ejemplo de Justina Walford, una mujer que llegó en 2010 a Nueva York, con 40 años. Se crió en una familia religiosa, pero había abandonado su iglesia protestante porque ya no creía en Dios. Echaba de menos el congregarse, el cantar, el conocer gente, hacer cosas, sentir que pertenecía a algo... y se apuntó a Sunday Assembly. Se volcó en la congregación sin religión, se esforzó. "Me encantaba el cantar, la interacción, ver a la misma gente cada mes". Se hizo organizadora local y dedicó muchas horas de voluntariado. La cosa aguantó dos años. Después se deshilachó.

Era insostenible pese al trabajo de los voluntarios, explicó Anne Klaeysen, una de las organizadoras de Nueva York. Para atraer a la gente, se necesitaba un gran espectáculo cada mes. Y dedicar mucho tiempo a buscar grupos de música, oradores, poner sillas, preparar las chucherías y refrescos. Se necesitaba mucho dinero. Y constancia, y esfuerzo y calidad. Además, los asistentes no querían dar dinero, no querían verlo como un negocio y los enfadados con iglesias no estaban dispuestos a poner dinero en un cestillo.

Los ateos gruñones chocan con los espirituales alternativos

Además, el público asistente era de dos tipos que a menudo no congeniaban. Algunos eran buscadores espirituales, hostiles a Dios pero no a la trascendencia. Otros eran ex-religiosos heridos, muy hostiles a la religión, activistas ateos tratando de hablar mal de las religiones y sus males una y otra vez. Resultaban agobiantes para los anteriores. Paradójicamente, el grupo Oasis de Utah es de los que se aguanta mejor: está lleno de ex-mormones en una región mormona, que se consuelan juntos.

¿Hay mucho margen para crecer? Robert P. Jones, director de PRRI (un instituto investigador sociológico para temas de religión) afirma que 9 de cada 10 norteamericanos que declaran no pertenecer a una religión, tampoco la están buscando. Además, las estadísticas dicen que la gente que se crió en una religión pero hoy declara no tenerla, se encuentra bastante contenta en su situación actual.

Dicho de otra forma: no hay, entre los no creyentes, mucha ansia de sumarse a una congregación no religiosa. Hay muchas otras cosas interesantes para hacer y entretenerse sin tener que ir a una congregación no religiosa.

Las comunas religiosas lo hacen 7 veces mejor que las laicas

Richard Sosis, un antropólogo de la Universidad de Connecticut, estudió 200 comunas fundadas en el siglo XIX. De las comunas religiosas, un 40% lograron aguantar más de 20 años. De las comunas no religiosas (anarquistas, utópicas, etc...) sólo un 6% lograba cumplir 20 años. ¿Qué hacía resistir a una comuna como comunidad? Su exigencia de hacer sacrificios: exigir abandonar el alcohol, exigir cierto código de vestido, ciertos ayunos... Y eso no funcionaba en las comunidades no religiosas.

Es decir, según estos estudios, los rituales y normas exigentes sólo crean comunidad cuando hay una razón sagrada y religiosa para ello. Sin lo sagrado, la gente no persevera; más aún, la gente dispuesta a esforzarse y sacrificarse irá a las comunidades religiosas a ofrecer sus esfuerzos, no a las mundanas, que atraerán a los poco sacrificados.

Sosis cree que las "iglesias sin religión" podrían aguantar un tiempo si elevan a "nivel sagrado" cosas como "ayudar a los demás" o "encontrar maravilla en la naturaleza".

Pero quien haya visto como el comunismo en países comunistas elevaba a nivel sagrado todo tipo de cosas (el líder, el Partido, la patria, el plan quinquenal) verá que sin grandes presiones, financiación e incluso amenazas, es difícil mantener ciertas "trascendencias".

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Palmaditas alegres, ¿para qué? ¿Y la necesidad de ser salvado?

Giles Fraser, un clérigo anglicano y columnista muy difundido, reflexionó sobre el fenómeno y escribió sobre ello en UnHerd.com un artículo titulado "La falta de sentido del ateísmo de palmadas alegres" (The pointlessness of happy-clappy atheism).

Fraser piensa que la idea original de las "iglesias sin religión" era bienintencionada, que no eran parodias para insultar a las iglesias. Su lema (resumido como "vive mejor, ayuda a menudo, maravíllate más") no era absurdo. Pero la gente que se reúne en esas asambleas no tienen en común ni siquiera una narrativa compartida como puede ser la Biblia o la creencia entre los cristianos. En el fondo, son personas casi todas de la misma etnia, origen, "clase media bienestante que celebran ser majos", resume.

"¿Cómo tratarán el problema del mal, no el filosófico, sino el mal entre ellos?", plantea. Si un cristiano muere y era mala persona, en el funeral se reza por él: "Señor, ten piedad, perdónalo". Pero un funeral de no creyentes, que suele consistir en alabar al difunto, ¿qué dirá si el difunto era malo, racista, abusador, explotador?

Fraser después comenta: "la creencia no tiene en realidad mucho que ver con ser bueno o celebrar la vida y la maravilla, sino con salvarse. Es una forma de atender la ruptura inherente al ser humano, un daño que nosotros no podemos arreglar". Es decir, el pecar. También la muerte.

La experiencia de Alcohólicos Anónimos: reconocer el mal

Fraser lo compara con otra comunidad muy intensa y eficaz y con años de experiencia: Alcohólicos Anónimos. En Alcohólicos Anónimos nadie se engaña: existe el pecado, y no el de otros, sino el de cada uno. "Sus participantes están quebrantados, y lo admiten; han fallado, han fracasado en sus vidas. Les une el fracaso, no el éxito. Y lo primero que hacen es reconocer que no tienen poder para resolver sus problemas por sí solos. Invocan un poder superior para que les ayude (a salvarse). Sin este elemento, todas las iglesias, religiosas o no religiosas, quedarán minadas de mentiras y serán kitsch".

Así, Fraser anima a las congregaciones "sin religión" a afrontar el problema del mal de cada uno (el pecado, "¿por qué hago el mal que no quiero, y no hago el bien que querría?", planteaba San Pablo) para no ser simplemente, "agencias de buscar pareja para metropolitas solitarios de clase media", porque "nadie necesita en realidad un ateísmo de palmadas alegres".

Lea también: 1 de cada 3 personas no creyentes piensan que la vida no tiene sentido

En abril de 2019, cuando el sistema de Sunday Assemblies ya estaba a medio gas, en La 2 de Televisión Española le dieron espacio para presentarlo en España

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