Tres monjes y un queso para rescatar un monasterio

El padre Tomislav.
La historia del monasterio bosnio de Marija Zvijezda [María Estrella] está desde 1882 vinculada al queso. Ese año empezó a fabricarse en el claustro, que albergaba a más de doscientos monjes trapenses (265 alcanzó en vísperas de la Primera Guerra Mundial: uno de los mayores del mundo), la variedad denominada Banja Luka (localidad situada a 250 km al noroeste de Sarajevo). Era tan apreciada que llegó a degustarse en la corte del Imperio Austro-Húngaro.
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Fabricando queso en los buenos tiempos, cuando eran cien veces más monjes que ahora. Su sabor, suave y con cierto regusto de humedad, con aire de queso fresco pero textura de semicurado, se hizo célebre en la zona, y sirvió para sostener económicamente la abadía. El secreto estaba en la leche... y en una receta secreta, jamás puesta por escrito, que pasó de boca a oído de los religiosos por la vía de la experiencia durante más de un siglo. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno comunista yugoslavo se incautó de sus bienes y encontró una forma de asfixia a la orden limitando la venta del manjar. Sólo podían fabricarlo para consumo interno, y a lo sumo pagar con él la leche que los vecinos les llevaban para fabricarlo.
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