Es innegable: los retiros de impacto (de kerygma, primer anuncio), despiertan una fe viva en muchísima gente tibia, alejada o no creyente. Eso implica emociones, y es normal: las emociones son parte del ser humano, la primera en activarse. Y los retiros han existido en el catolicismo desde Ignacio de Loyola (siglo XVI) y antes. En el siglo XX, Cursillos de Cristiandad marcó un estilo.
El problema llega en los casos en que el nuevo converso se queda ahí: buscando emociones, y no a Dios, o negándose a aprender más del Señor, o a tomar responsabilidades maduras en la vida cristiana. La teología no es algo feo ni malo, nos dice Abel de Jesús, y nos acompaña en nuestra vida cristiana.
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