Andrey Rublev: vídeo de fe tras la derrota
En Andrey Rublev, la derrota es un espacio para que se manifieste Dios, y Cristo, incluso visualmente. No nos referimos al tenista derrotado por Alcaraz, sino a la película grandiosa de Andréi Tarkovski, terminada en 1966, aunque no se estrenó hasta 1971 debido a la censura soviética. ¡Son 9 minutos que valen la pena!
La película es en blanco y negro, con un epílogo en color: el epílogo muestra con todo su esplendor el icono de la Trinidad que pintó en el siglo XV el beato monje iconógrafo Andrey Rublëv (Rubliov). Tiene una duración de 3 horas, pero aquí ofrecemos una selección de 9 minutos llenos de espiritualidad.
Rublev, tras presenciar una masacre y matar para proteger a una mujer, hace voto de silencio. Solo al final, cuando ve a un joven fundidor de campanas crear algo bello desde la fe, recupera la voz y la voluntad de pintar. El beato monje es una figura crística: Cristo sufre en medio del pueblo, padece cargando su cruz entre la gente, igual que lo hace el monje, no está aislado y separado, lo que pasa el pueblo lo vive él.
Este vídeo de Rodrigo Rosa selecciona 9 minutos de la película y le pone música barroca de Johann Sebastian Bach, un Kyrie de una misa. En él, vemos:
- La Pasión de Cristo, con nieve, personajes y ropajes rusos, Tarkovski logra mostrar la Pasión al público y la élite cultural soviética y lo muestra como algo propio;
- La destrucción de iglesias, el robo de láminas de oro de las cúpulas: lo atribuyen a enemigos extranjeros, pero los censores ya entendieron que era una crítica al sistema soviético;
- El monje artista en medio del pueblo: el pueblo siempre fue un gran tema soviético, pero el cineasta quiere dejar claro que Cristo y su Iglesia lo han acompañado siempre;
- El pueblo que alza iglesias con entusiasmo, y no lo hacen unas clases opresoras ajenas, como decía el régimen;
- Al final, los rescoldos de lo quemado, pero siempre dispuestos a reconstruir.
En las derrotas y guerras, en la Cruz, con Juan y las mujeres, Cristo siempre entrega su Espíritu. Él es la fuente de esperanza ante tanta locura y muerte.