Religión en Libertad

Lucía Martínez Alcalde: «El sentido de nuestra vida no es nuestra “autorrealización”, sino el amor»

Lucía Martínez Alcalde acaba de publicar 'El arte de no llegar a todo'.

Lucía Martínez Alcalde acaba de publicar 'El arte de no llegar a todo'.

Luis Javier Moxó Soto
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La escritora Lucía Martínez Alcalde, filósofa y periodista, autora de ensayos y novelas en torno al amor y al encuentro, temas sobre los que escribe a menudo en su blog Make Love Happen, acaba de publicar El arte de no llegar a todo (Eunsa), con reflexiones sobre nuestros sueños y aspiraciones y la vulnerabilidad y el caos con que los afrontamos.

-Desde tu experiencia como filósofa y escritora, ¿cómo dialoga tu formación en el pensamiento crítico con la necesidad de aceptar la fragilidad y los límites? ¿Qué papel juega la fe en ese proceso de armonizar los grandes sueños con las propias limitaciones?

-Estudiar Filosofía creo que ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. Recuerdo el viaje de vuelta a casa por vacaciones de Navidad después del primer semestre, en coche, con mi amiga Sole: solo llevábamos cuatro meses de clases pero estábamos entusiasmadas, y comentábamos cómo la filosofía nos ayudaba a ver la realidad, los problemas, nuestra propia vida… con una profundidad distinta. Como cuando de repente te gradúas bien las gafas y empiezas a percibir cosas que antes pasaban inadvertidas. Una de mis profesoras de la carrera nos decía que eso de que la filosofía “amuebla la cabeza” es una tontería. Que lo que hace la filosofía es iluminar.

»Esos años de estudio (y con los maestros que tuve) me ayudaron, por una parte, a alimentar una inquietud que he tenido desde que puedo recordar (el interés por los temas relacionados con la persona, por eso creo que las asignaturas que siempre me interesaron más fueron antropología, ética, estética…) y, por otra parte, a desarrollar una especie de “gimnasia mental”, una manera de aproximarme a la realidad, de plantearme preguntas y de intentar buscar respuestas.

»A la vez, también aprendí en la carrera que, cuanto más estudiaba, más consciente era de todo lo que aún no sabía, todo lo que se me escapaba. Empecé a toparme especialmente con el tema de la fragilidad, la vulnerabilidad y los límites hará como seis años, y aunque desde entonces le he dado vueltas y vueltas (leyendo, escribiendo en el blog, hablando con gente…), jamás pensé que iba a acabar publicando un libro sobre esto. 

Lucía Martínez Alcalde, 'El arte de no llegar a todo'.

Lucía Martínez Alcalde, 'El arte de no llegar a todo'.EUNSA

»Cuanto más estudiaba el tema más consciente era de lo me faltaba por comprender. Al mismo tiempo, algún descubrimiento luminoso que otro sí que he ido haciendo en este tiempo (y digo descubrimiento porque no es que me haya inventado nada) y en ese sentido pensé que estas páginas podrían aportar. Por eso el subtítulo dice que es una “conversación”. No me atrevería a escribir un manual ni un libro de antropología. Pero sí me atrevo a plasmar sobre el papel reflexiones, algunas a raíz de experiencias cotidianas, alimentadas tras leer a mucha gente sabia y tras muchas y grandes conversaciones con personas queridas. Como digo en la introducción, este libro es una invitación a continuar esas conversaciones, quiere ser un pensar en común, para poder seguir aprendiendo juntos, por el camino.

»En algunos apartados, echo mano asimismo de autores espirituales que han marcado mi manera de mirar y vivir mis días. Creo que esas referencias pueden aportar también a un lector que no tenga fe, porque hablan a los anhelos universales del corazón humano. Pero sin duda, lo que me ha aportado personalmente la fe en este aprendizaje navegando la vulnerabilidad es muchísimo. Viviendo como hija de Dios (o al menos, intentándolo) es donde se armonizan los sueños grandes con las propias limitaciones: ser consciente de esta filiación divina te dota de una vocación y de un sentido de misión que te impulsa hacia afuera y hacia arriba; al mismo tiempo, lo que Dios te pide no es que seas superwoman, es que seas hija, y eso implica fragilidades, fallos, aprendizajes, necesidad de ayuda, siendo muy consciente de que nada de eso me resta dignidad ni valor, y que puedo ser hija porque tengo un Padre

»Me gusta mucho sobre este tema la canción Límites, de Volver a Siquem; toda la letra es de una preciosidad inmensa, pero subrayo estos versos: «Hazles saber / que los haces infinitos / amarrados por los límites».

  • 'Límites' de Volver a Siquem.

-En tu libro mencionas la ternura como respuesta adecuada a los límites. Como esposa y madre, ¿cómo crees que esta actitud puede transformar las dinámicas familiares y ayudarnos a vivir la vocación cristiana en medio del caos cotidiano?

-Tomás Melendo suele explicar que el principal enemigo de la educación son las prisas, y estoy totalmente de acuerdo. Las prisas además, se llevan muy mal con los límites (de los otros y los propios) y chocan continuamente con la paciencia. Por eso creo que el primer paso, cuando sentimos que nuestra vida tiene demasiado caos, es desacelerar. Porque la ternura necesita tiempo, y las prisas hacen difícil la ternura.

»Somos frágiles, limitados; rompemos y nos rompemos; herimos y nos hieren; nos necesitamos… y es precisamente estas carencias con las que venimos al mundo lo que nos lleva a tender puentes unos con otros. Cuando las reconocemos y no intentamos ir de fuertes y controladores nos hacen capaces de aprender, de comprender, de compadecer -en su sentido original de “sufrir con”-, de acoger, de amar a fondo, en definitiva.

»Acogiendo nuestra vulnerabilidad con ternura, aprendemos también una mirada comprensiva hacia los demás, de un amor más real, que no huye ante lo que le raspa o le contraría, y que agradece, también con la vida, que la otra persona tampoco salga corriendo ante sus pequeñeces.

»No se trata de eliminar el caos o de huir del caos. Sino de, como comento en uno de los capítulos, “abrazarlo”. También en el libro cito una frase de Viktor Frankl que creo que sintetiza la idea que quiero transmitir: "Lo que el hombre realmente necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta que le merezca la pena. Lo que precisa no es eliminar la tensión a toda costa, sino sentir la llamada de un sentido potencial que está esperando que él lo cumpla".

-Tu obra aborda la lucha por mantener los anhelos fuertes sin caer en el agotamiento o la pesadumbre. ¿Cómo puede esta invitación a la paz y la alegría inspirar a los católicos a ser testigos de una vida fecunda y creativa en un mundo marcado por la prisa y el rendimiento?

-En un mundo que nos empuja a la prisa constante y a medir el valor de nuestra vida por el rendimiento, es fácil caer en la sensación de agotamiento o incluso en la tentación de abandonar los grandes anhelos por miedo a no llegar. Pero a la lógica de la productividad, yo propongo contraponerle la lógica de la fecundidad. La fecundidad no surge de la autoexigencia desmedida ni de una carrera frenética, sino de un corazón enraizado en lo esencial.

»Creo que los católicos podemos ser testigos de una vida que no se mide por la eficiencia, sino por el amor con el que se entrega, porque para las personas que creemos en un Dios personal que es Amor, está claro que la fuente de nuestro amar debe estar en Él. Quienes viven más cerca de Dios y más se dejan empapar por su amor son los que mejor saben querer a quienes les rodean. Esto se ve en los santos, y no solo en los canonizados.

»No se trata de hacer más, sino de hacer lo que va acorde con nuestra vocación con sentido y alegría. Elegir la fecundidad sobre la mera productividad implica renunciar a la ansiedad de querer estar en todas partes y confiar en que Dios obra en lo concreto, en lo que tenemos entre manos hoy, y obra y saca vida incluso de los sucesos que, humanamente, llamaríamos “fracaso”.

Lucía Martínez Alcalde, con su reciente y último título.

Lucía Martínez Alcalde, con su reciente y último título.

-Como alguien que escribe desde la experiencia de amar y educar a otros, ¿de qué manera tu libro refleja la llamada a entregarse a los demás y encontrar sentido en esa entrega, incluso en los momentos de mayor vulnerabilidad?

-En mi libro, la llamada a entregarse a los demás se refleja en la certeza de que el sentido de nuestra vida no es nuestra “autorrealización”, sino que pasa por ponernos al servicio del amor, por salir de nosotros mismos. Como decía Kierkegaard: "La puerta de la felicidad se abre hacia afuera". Esto también tiene que ver con rendir los talentos recibidos, y el primero de ellos es el tiempo. Elegir amar, cuidar y entregarse a otros es decidir en qué empleamos las horas que nos han sido dadas. Y esa entrega no es una renuncia a la libertad, sino su máxima expresión: cuanto más la comprometemos en algo grande y bueno, más crece. Evitar el compromiso en nombre de una falsa independencia nos vacía; en cambio, asumirlo con valentía nos plenifica. Porque la verdadera libertad no es la ausencia de lazos, sino la capacidad de amar con todo lo que somos, incluso en la fragilidad.

-Mencionas la importancia de decir “que no y que sí” en nuestra relación con el tiempo y con los sueños. Desde tu vocación como escritora y comunicadora, ¿cómo podemos los católicos discernir estas decisiones de forma fiel a nuestra misión y nuestro compromiso con Dios y con el prójimo?

-Para tomar decisiones fieles a nuestra misión como católicos, es fundamental discernir con claridad nuestras prioridades y nuestra identidad en Dios. Vivimos en un mundo con infinitas opciones y posibilidades, lo que puede generar ansiedad y miedo a elegir. Sin embargo, el verdadero ejercicio de la libertad implica aceptar que elegir es también renunciar. La clave está en tomar decisiones con paz, conscientes de que cada "sí" implica múltiples "noes", y cada "no" permite consolidar los "síes" ya comprometidos. Discernir con fidelidad requiere anclarnos en quiénes somos y en nuestra vocación, evitando la parálisis del miedo y confiando en que nuestras elecciones pueden llevarnos a una mayor libertad y felicidad en Dios.

»Asimismo, es importante vivir con plenitud el presente, sin dejarnos atrapar por la ansiedad de querer hacerlo todo o alcanzar el éxito de inmediato. La misión cristiana no se trata solo de brillar, sino de arder, es decir, de transformarnos y dar calor -el calor del amor- a quienes nos rodean. Aceptar las limitaciones humanas y confiar en los tiempos de Dios nos ayuda a discernir con realismo y serenidad. Decir "no" a ciertos proyectos o deseos no significa rechazar oportunidades, sino asumir con responsabilidad aquello a lo que hemos sido llamados. La verdadera libertad consiste en responder con amor y entrega a esa vocación, viviendo cada día con gratitud y sentido de misión.

-Tu trayectoria muestra un profundo interés por las personas y el encuentro con el otro. En un tiempo donde la cultura moderna parece trivializar el sufrimiento y los vínculos humanos, ¿cómo esperas que tu libro ayude a los lectores católicos a encontrar en el caos y la fragilidad un espacio para redescubrir la presencia amorosa de Dios?

-La vulnerabilidad, aceptada y vivida con paz, no con abnegación, puede ser un "puente de encuentro" hacia el otro. Reconocer que no lo podemos todo, que necesitamos de los demás en múltiples aspectos de nuestra vida (desde los más materiales y prácticos hasta los más íntimos y personales), reconocer esa sana interdependencia. Hasta aquí creo que es un mensaje válido tanto para lectores católicos como para personas con otras creencias o incluso sin fe. 

»Ahora bien, quienes creemos en un Dios personal, sabemos que en nuestra vulnerabilidad no solo tenemos a los demás sino que le tenemos a Él, que nos ama con un amor incondicional y que no se acaba. No es que la fe haga las cosas más fáciles, porque la vulnerabilidad y los límites siguen ahí, pero se viven distintos desde la experiencia de un Amor como el de Cristo.

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