Religión en Libertad

Beata Concepción Cabrera (II)

Beata Concepción Cabrera (II)

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ReL

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JESÚS ENVIADO POR EL ESPÍRITU SANTO

PARA CONSOLAR A LOS AFLIGIDOS Lc 4,18

El Espíritu Santo, consolador por excelencia, nos da el consuelo divino, que es Jesús;

uniéndonos con Jesús, el Espíritu Santo nos consuela.

Los pecadores son los heridos del corazón, los pobres entre los pobres: y a ellos fue

enviado Jesús por la inspiración del Espíritu Santo; y a su vez el Espíritu Santo vino a la

tierra enviado por el Padre, por el sacrificio y la plegaria de Jesús.

Los enfermos, y no los sanos, son los que necesitan médico por eso dijo Jesús: ..No he

venido a llamar justos, sino pecadores.

Jesús tiene la misión de consolar, y lo hace por el Espíritu Santo, consolador supremo,

que alegra, alivia, alienta, fortifica y levanta el corazón.

¡Oh Santo Espíritu! VEN en nuestra ayuda.

Jesús fue enviado para sanar a los tibios que viven en gracia de Dios, pero que con vida

enfermiza son incapaces de generosidad y de cualquier sacrificio. Es una especie de anemia,

una debilidad, una parálisis... todo languidece: la inteligencia, el corazón y la voluntad.

Jesús, el Jesús de Nazareth, fue enviado a los tibios que quieren sanar, y piden salud:

"Hijo, ¿quieres sanar? Dijo un día y añadió-: ¡Levántate, toma tu lecho y anda! 87 Y a

nosotros nos dice: Volad por el camino de la perfección; para esto es preciso que se

mortifiquen, porque es el único remedio que sana de este mal y lo hace desaparecer.

Jesús vino a sanar a los heridos del corazón, a los que quieren amar más a Dios... ¡y no

pueden! ¡Cuántos corazones doloridos existen que, después de haber conocido a Dios y

probado lo que es amarle, desean con ansia corresponder a su amor amándole más y más, y

no tienen quien les guíe, entregados a sus propias y débiles fuerzas!

Existen laicos, sacerdotes y religiosos felices, que enamorados de Jesús, cumplen la

misión de conquistar almas para al Espíritu Santo y, unidos a Jesús en la obra redentora,

convierten a los pecadores y mueven a los tibios a corresponder a los beneficios de Dios.

ORACIÓN ¡Oh Espíritu Santo, te damos gracias infinitas por haber ungido a Jesús en

favor de los hombres!

¡Que María nos alcance la gracia de trabajar sin descanso por tu gloria, oh Divino

Espíritu, que con el Padre y el Hijo eres suprema belleza, germen de toda vida. Amén.

EL ESPÍRITU SANTO ES LA PUERTA PARA ENTRAR A LA IGLESIA

"El que no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios". 92

Nicodemo buscó a Jesús de noche. Busquemos la luz; vayamos al que es Luz increada,

al Espíritu Santo, Dios de Dios, Luz de Luz, y hallaremos a todas horas en el sagrario a Jesús

que nos espera y nos repite: "¡Yo soy la luz del mundo!".

Allí contestará a nuestras preguntas y disipará nuestras dudas. Jesús, clemente y lleno de

paciencia, nos espera siempre y a toda hora, como a Nicodemo; nos acogerá con dulzura,

responderá a nuestras preguntas y nos aconsejará el amor al Espíritu Santo, fuego divino de

amor infinito.

¡Si comprendiéramos el amor que el Espíritu Santo ha infundido en el Corazón de Jesús

hacia nosotros! ¡Nos ama con el amor de un Dios, AMOR infinito de la Trinidad!

Jesús, que por el Espíritu Santo venía a vivificar al mundo y a devolverle la vida perdida

por el pecado, habló a Nicodemo del Espíritu Santo. Jesús nos enseñó en este pasaje que el

Espíritu Santo es la puerta para entrar en la Iglesia. renaciendo del agua y del Espíritu.

¡Saciemos nuestra sed en esa fuente, en ese manantial que es el Espíritu Santo!

"El Espíritu Santo sopla donde quiere. En el seno de la santa Iglesia, su soplo

vivificante mantiene a los fieles en la fe, mueve sus corazones y los convierte a Dios.

Jesús nos dijo que "oímos su voz y no sabemos de donde viene ni a donde va". Y

¿cuál es la voz del Espíritu Santo'? El Verbo, la Palabra de Dios Encarnada: ¡Palabra que

brota de sí misma y se derrama por los labios de Jesús en doctrina salvadora y santificante!

Cuántas veces en el fondo del alma sintamos una voz que nos llama, que nos mueve a

consagrarnos a Dios, a perdonar algún agravio, a vencernos, a callar, a ser generosos, a

defender al inocente. a salir al encuentro del dolor, etc., ¡no desoigamos al Espíritu Santo!,

cumpliendo con alegría lo que es del agrado de Dios y complaceremos así al Espíritu Santo.

¡Vayamos siempre conducidos por la mano bendita de María!

"Todo el que dijere palabras contra el Hijo del hombre, será perdonado; pero al que la

dijere contra el Espíritu Santo, no se le perdonará". Jesús defiende los derechos del

Espíritu Santo, ¡lo ama tanto que quiso enseñarnos a honrarlo y servirlo!

Desde ahora nos acogemos a la sombra del divino Espíritu en la Iglesia, amando sus

mandamientos, queremos vivir en el santo temor de Dios que fomenta la caridad en el

corazón y lo lleva a la pobreza espiritual.

Los pobres son bienaventurados porque confían en la Palabra de Dios: Si estamos en

gracia de Dios, el Espíritu Santo es como el Alma de nuestra alma: constantemente trabaja

impulsándonos al bien y defendiéndonos del mal; ni un buen pensamiento podríamos tener

sin su ayuda.

La docilidad para con el Espíritu Santo es prenda de salvación eterna.

Nadie ha sido tan dócil al Espíritu Santo como Jesús y María; y después los santos que

siempre se distinguen por la virtud de la correspondencia.

ORACIÓN ¡Ven, Espíritu Santificador, y haz que penetre hasta lo profundo de mi

espíritu, la fuerza de tu gracia que sostenga mi flaqueza con tu brazo omnipotente!

Espíritu Santo, sólo tú puedes crear en mí un corazón nuevo que ame en el sacrificio.

¡Transfórmame desde ahora en caridad, para convertirme en un acto de amor eterno,

perdido en la inmensidad de tu ser!

María, enséñame a ser dócil al Espíritu Santo que lleva a la verdad completa, y a la

fidelidad a la Iglesia y a su Magisterio. Amén.

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