Religión en Libertad

Falleció a los 32 años tras sufrir días antes un paro cardiaco 

Así era Pedro Elena: joven, alegre, de Hakuna, sevillista y querido hasta por su alcalde comunista

En plena pandemia, aparecía en sus misas con la mascarilla tematizada.

En plena pandemia, aparecía en sus misas con la mascarilla tematizada.archidiócesis de sevilla

Redacción REL
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El joven sacerdote español Pedro Elena García falleció este miércoles a los 32 años después de estar ingresado desde el uno de septiembre en el hospital tras sufrir un paro cardiaco durante una comida.

Nacido en Lebrija, Sevilla (España), el 21 de abril de 1993, como diácono, Pedro estuvo destinado en la parroquia sevillana de la Ascensión del Señor. 

Pedro Elena ejerció su ministerio sacerdotal como vicario parroquial de Sta. María La Blanca en los Palacios y Villafranca. El sacerdote estaba muy ligado a Hakuna Sevilla, de hecho, durante el pasado concierto del grupo en Madrid se guardaron unos minutos de oración por él. 

Fue ordenado sacerdote el 20 de junio de 2020 por el entonces arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, y presidió su primera misa en la capilla del monasterio de las religiosas concepcionistas de su pueblo natal.

El Señor me cautivó

Monaguillo antes que fraile, o mejor dicho, que llegar al sacerdocio, hablaba así con cariño de esta etapa en un vídeo de cuando era todavía diácono, que actualmente está colgado en YouTube:

"Nunca pensé en ser monaguillo. Cuando era pequeño y tenía que ir a misa me daba vergüenza y no salía de monaguillo, después, cuando entré en el seminario menor, uno descubre que tiene que servir, y la mejor manera que tienen los seminaristas de servir es servir en el altar, ayudando a su párroco a preparar la mesa para el Señor", comentaba.

"Cuando abandoné el seminario menor tenía que decidir y el Señor me cautivó, me hizo que le dijera 'sí' y que le fuera fiel tomando esa cruz inicial. Hoy, después de tantos años, uno ve el esfuerzo recompensado por estar cerca del Señor", añadía.

Joven y risueño, Pedro era muy querido por toda la gente. En un artículo de La Voz del Sur, titulado "Pedro Elena y el egoísmo de Dios", Álvaro Romero lo perfila muy bien. 

"Dentro de la cada vez más rara decisión de que un joven decida consagrarse al sacerdocio, este Pedro Elena era de los que iba por derecho, o sea, con Dios por delante y santas pascuas", comenzaba diciendo. 

Cuando "se fue de mi pueblo a Lantejuela, no he escuchado más que alabanzas a su persona por parte de la gente que sí lo trató más. Precisamente en la playa este verano, nada más presentarme un conocido a un amigo suyo, este me anunció con una alegría inusitada que a su pueblo, Villaverde del Río, iba ahora un cura que había estado en mi pueblo y que tenía muy buena fama. Me resultó extraño que alguien a quien me acababan de presentar me hablara de un cura que, de algún modo, se había convertido en el punto de unión entre su pueblo y el mío, pero a continuación sopesé qué significativo era", añadía.

Romero lamentaba no haber tenido más trato con él. "Venía mucho por Los Palacios y era de buen comer, lo cual es un síntoma de la gente de la que suelo fiarme. Era sevillista, porque no hay nadie perfecto, pero tenía la guasa, en plena pandemia, de aparecer para sus misas con la mascarilla tematizada con los colores de ese equipo de su pasión", relata.

"De un modo maravillosamente unamuniano, me encuentro con que gente joven que ni siquiera es de misa dominical que lo apreciaba muchísimo solo porque tenía una risa contagiosa; gente cofrade lo estimaba a rabiar porque era un tipo con el que se podía dialogar en el seno de las cofradías y hasta con una cerveza en la mano".

"Ancianas de misa diaria lamentaron su traslado; y el alcalde comunista no puede olvidar que preguntara por él cuando estuvo a punto de morir; y hasta los niños más pequeños del colegio parroquial, donde él daba Religión y hacía hasta de recadero, lo lloran desde ayer como el cura que jugaba con ellos en el patio", destaca Romero.

"La muerte de este Don Pedro, tan sin llegar ni pegar, como se dice coloquialmente aquí, es un reto para los cristianos, tantas veces incapaces –por pura humanidad- de entender los designios de Dios".

"Eso no quita para que la muerte de Pedro Elena, en la flor de su vida y de tantos amigos como lo apreciaban, nos parezca profundamente injusta, absurda, inasumible desde un punto de vista lógico. No está la Iglesia para que se le mueran curas, y menos aún curas que no hayan hecho más que empezar, tan con buen pie"

"Hace falta gente que sea un testimonio claro de la grandeza de Dios en la tierra precisamente a través de su sencillez, pero no estábamos preparados en el arranque de este curso para que Dios nos pusiera ejercicios tan de niveles superiores. Vaya prueba inicial. Eso no se hace, Pedrito, pero supongo que ya te entenderemos y, mientras tanto, descansa tú en paz", concluye Romero en su artículo.

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