Reabre la basílica de San Benito, destruida por un terremoto, como signo de «renacimiento religioso»
La reapertura de la basílica de San Benito en Nursia revistió gran solemnidad.
El signo tangible de un profundo «renacimiento religioso», que abarca toda la fe del pueblo cristiano a partir de las tierras de Umbría. Así describió el Papa León XIV la reapertura al culto de la Basílica de San Benito en Nursia, gravemente dañada por el terremoto de octubre de 2016, tras casi cuatro años desde el inicio de las obras de reconstrucción.
Tal y como recoge Vatican News, en un mensaje leído por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, con motivo de la misa que también celebró la dedicación de la basílica, el Pontífice se unió espiritualmente al evento, compartiendo "la alegría común" por la devolución a la comunidad de un edificio sagrado "tan querido" por la población local.
La basílica de San Benito en Nursia vuelve a abrirse a los fieles casi diez años después.
El Pontífice agradeció a todos aquellos, desde las instituciones hasta los trabajadores, que han apoyado las obras de reconstrucción y consolidación de la basílica, definiendo la obra como “muy sentida y esperada por mucha gente, no solo de Umbría, sino también de Italia y otros países”. Una alegría generalizada, pues, ya que el edificio, además de su valor histórico y artístico, representa el “corazón palpitante de la espiritualidad benedictina” y el símbolo de un camino recorrido en estos años por toda la comunidad diocesana.
Un “exilio” que ha durado nueve años: así describió el periodo de reconstrucción el arzobispo de Spoleto-Norcia y presidente de la Conferencia Episcopal de Umbría (CEU), monseñor Renato Boccardo, durante la homilía de la celebración. “Las puertas de la basílica —subrayó el prelado— se abren hoy para acoger a todos aquellos que vengan aquí a buscar luz y fuerza para el camino de la vida cristiana”.
Sin embargo, el esplendor del edificio no basta por sí solo para convertirlo en “la casa de Dios entre las casas de los hombres”: no puede prescindir de la vitalidad de su comunidad, de la belleza “de un pueblo que se edifica” en torno a la basílica, comprometiéndose “por una sociedad más acogedora y misericordiosa con todos”.
El arzobispo Boccardo se detuvo luego en la figura de San Benito, patrono de Europa, capaz —como escribió San Gregorio Magno— de “brillar por su virtud en un tiempo de ruina”, en el contexto de un continente entonces convulsionado por “invasiones bárbaras, luchas dinásticas y el colapso de las instituciones” . Incluso hoy, observó, Europa lleva “las cicatrices de heridas ideológicas y morales que han minado su alma: la progresiva evaporación de la conciencia religiosa, el relativismo ético que debilita la cohesión social, la guerra que llama con violencia a sus puertas, la carrera armamentística que resta recursos al desarrollo solidario, el resurgimiento del antisemitismo, la tentación de levantar muros que dividen en lugar de construir puentes que unen”. Las fragilidades —añadió— se extienden también al contexto político, marcado por “gobiernos inestables, polarización ideológica, crecimiento del populismo y del nacionalismo, pérdida de confianza en las instituciones democráticas”.
El alma de Europa
En este contexto, el “regreso a Benito” no es nostálgico, sino profético. El santo de Nursia supo reunir “en la caridad” a hermanos diferentes entre sí, promoviendo una fraternidad basada no “en acuerdos formales o equilibrios precarios", sino en "la conversión interior, en la transformación de los corazones”. “La verdadera paz, de hecho —recordó el prelado— no se firma, se vive”. Profundizando en la dimensión de la “solidaridad benedictina”, el arzobispo Boccardo destacó cómo la reapertura de la basílica recuerda la necesidad de reconocer “un bien común” y de trabajar juntos para construir una “casa para todos”, fundada no en el cálculo sino en el sentido, no solo en la técnica sino en la sabiduría, no en lo efímero sino en lo eterno.
“La solidaridad entre los pueblos —advirtió el arzobispo Boccardo— no puede reducirse a una estrategia diplomática o a un instrumento económico”. La búsqueda sincera “de lo verdadero y lo bueno” es, de hecho, lo que “impide que la política, las finanzas y la cultura se dobleguen al arbitrio o al interés de una parte”. La “fuerza interior que hoy falta en muchas instituciones” es, por tanto, el punto de partida. El mismo San Benito, concluyó el prelado, “nos recuerda que, sin alma, Europa corre el riesgo de reducirse a una agregación funcional de intereses económicos y técnicos, carente de cohesión profunda”.