Una obra singular, muestra de la extraordinaria amplitud de conocimientos de Santa Hildegarda de Binguen.
Una mujer extraordinaria para su tiempo
Hildegarda de Bingen es una de las mujeres santas más extraordinarias del final de la Edad Media (la Baja Edad Media), aunque posiblemente con una historia bastante desconocida. Nació en el año 1098 (un año antes de que los cruzados conquistasen Jerusalén) en Bermersheim -hoy en día Alemania- en una familia de ascendencia aristocrática. Fue la décima de diez hermanos y estaba destinada a la vida religiosa según la mentalidad de la época. Sin embargo, ni mucho menos fue algo forzado: desde los tres años la religiosa tuvo visiones y a partir de los cuarenta años recibió la orden de ponerlas por escrito (la obra se llama Scivias) a pesar de sus reticencias, que incluso le llevaron a pedir consejo por escrito a san Bernardo de Claraval, contemporáneo suyo, en una carta que hoy en día se conserva.
Santa Hildegarda fue una persona polifacética e instruida que fue no sólo escritora, sino también poetisa, consejera política, profeta y, el motivo de esta noticia, compositora. Sus setenta y ocho obras se agruparon en la Symphonia armonie celestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes). Tras morir, el papa Gregorio IX inició su proceso de canonización, que ha sido culminado precisamente este año por Benedicto XVI, al ser proclamada santa en mayo mediante un proceso de canonización extraordinaria (es decir, sin haber pasado por el procedimiento ordinario de la canonización formal, dado que la veneración al santo ha sido realizada desde antiguo y de forma continua por la Iglesia) y en septiembre también Doctora de la Iglesia junto con san Juan de Ávila. Todo un icono que no desfigura ni un ápice frente a los de nuestros tiempos.
He aquí un ejemplo de la extraordinaria música de Santa Hildegarda.