Ave Gratia Plena
Desde que era seminarista hasta el último año de su vida el beato Saturnino Ortega Montealegre, cultivó su afición a la poesía. En la Positio se conservan 600 folios con toda su obra poética. Un tema frecuente en sus poesías es la Inmaculada, a la que venera desde lo profundo de su alma. Recogemos como muestra esta poesía A María Santísima en su Concepción Inmaculada. Escrita en Toledo, en el mes de diciembre de 1891, era su última solemnidad de la Inmaculada antes de recibir la ordenación sacerdotal.
Purísima María,de luz e inspiración foco esplendente,venero de belleza y poesía,entusiasmo del mismo Omnipotente,heme a tus pies; a la aureola puraque orna tu Concepción Inmaculadade célica hermosura,y de esplendor que el universo admiracomponer yo quisiera una tonada,pero, ¡ah! mi pobre lira,a emitir sus acentos no se atrevesi antes tú no la pulsas, que es muy levey muy bajo su tonopara llegar hasta su excelso trono. Tiéndeme, pues, tu mano,y ayúdame a subir hasta el augustoasiento soberano,donde al lado de un Dios clemente y justo,llena de gracias brillas, que el cristianosolo allí su esperanza y su fe encierra.Arrástrese en buena hora por la tierrael cantor de consejas fabulosas,e iluminen sus locas necedadesmitológicas diosas,no quiero yo seguir tan bajo vuelo,yo aspiro a ser cantor de otras verdades,las verdades altísimas del cielo,y pues sus glorias cantoél me dé inspiración y auxilio santo. Era de un claro díael despertar alegre y sonriente,sus sombras ya la noche recogíay el límpido horizonte despejadoel sol se levantaba en el Orientevistiendo de oro el amoroso prado.Auras suaves y amenas,balsámicos aromas esparcían,y de atractivos llenas,las flores entreabrían su capulloa los rayos del sol se sonreían,mientras grato murmullode avecillas sin cuentoblandamente se alzaba por el viento. De pie la esbelta cumbrede una agreste montañaque dora el sol ardiente con su lumbrey un río ameno baña,una joven, hermosa como el cieloque ornaba su cabezay en cuya tersa frentela virtud reflejaba su belleza,alzados dulcementesus negros ojos a la azul esfera,con la más suave voz y una armoníamás arrebatadoraque el canto de un querube, de tal maneraentonaba esta hermosa profecía: “Ensalza mi alma a Dios y le bendicey se alegra mi espíritu en la gloriadel Señor que miró la humilde nadade su rendida sierva, a quien felizy bienaventuradalas gentes llamarán en su memoria”. De este modo decíala joven de dulcísima mirada,la que pura alegríareflejaba en su limpia hermosa frenteen tanto que oprimíacon su pie la cerviz de una serpiente,y allá en las blancas nubesentre efluvios de célica ventura,ejércitos de santos y querubes, “Salve, salve, decían a la puraVirgen de Nazaret, que con su plantavence a Luzbel y su poder quebranta”. Y el apacible ríodeslizándose alegre entre guijuelas,y el diáfano rocío,semejando argentadas lentejuelas,en sus trinos las avesy el aura con sus silbos más suavesacordes se aunabany pura y venturos la aclamaban. Suspendido un momentoel cántico de amor de la mañana,y un breve instante mudodel bienaventurado el dulce acento,el pausado tañer de una campanarecordando el angélico saludose difundió sonoro por el viento.De inmensa muchedumbre rodeadoy ostentado en su frente una tiaraapareció un anciano venerableal pie de la montaña arrodillado,con la tierra su carapegó y alzando luego hasta la cumbresus ojos inundados de alegríaasí habló a al cristiana muchedumbre: “Cantemos a María,descendientes de Adán, sea alabadala estrella de Jacob, que rutilantefue por Dios preservadade toda mancha en su primer instante.
Cantad, pueblos cantad, que ya la horade cantar ha sonadoa la rosada y bendecida auroradel día más hermoso y agraciado,Cantad…” y no siguió, que de entusiasmoun grito general se alzó allí mismo,grito de aclamación que diera pasmoal horrendo monarca del abismo,y tomando el vuelofue a inundar de alegría al mismo cielo.
Semejante a la llama de la tarde
cuando se tornasola
y hundiéndose detrás del horizonte
entre nubes de grana y oro arde,
de luz fúlgida ola
sobre la cima apareció del monte.
De sus tintas al límpido destelloeste cuadro admiró mi fantasía,vosotros juzgaréis si es o no bello,vosotros hijos caros de María,que al levantarse de la noche oscurasobre mi frente las espesas nieblasdesapareció la luz de su hermosuray halléme entre tinieblas,quise aún ver a María Inmaculadamiré a mi alrededor y hallé mi nada.
La familia del niño que toma su Primera Comunión de manos del beato Saturnino ha cedido la fotografía para este artículo.
El martirio de don Saturnino puedes leerlo en esta entrada:
https://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=16956&mes=9&ano=2013