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Querido sacerdote,

Permíteme que te escriba unas líneas. Quizás, lo más seguro es que no me conozcas. Pero quiero dedicarte unas palabras como porción del Pueblo de Dios, que comparto contigo el sacerdocio común de los fieles.

Estos días hemos escuchado cosas trágicas, que nos han llevado al debate, y una reflexión sobre como cuidamos a los sacerdotes. Pero, hoy, quiero hablarte a ti sacerdote, como porción del Pueblo de Dios, que es la Iglesia y al que tú también perteneces como bautizado, y como sacerdote.

Muchas veces a los fieles que estamos con vosotros, nos aconsejáis y ayudáis. Pero es desde ello desde donde quiero dedicarte estas breves palabras.

Por una parte, nos decís a los laicos y consagrados la necesidad que tenemos de recibir una profunda formación. Pero quiero lanzarte una pregunta, ¿lo facilitáis en vuestras parroquias y en vuestros movimientos? Muchos fieles no pueden estudiar teología porque trabajan. Pero si muchos de ellos, tienen una adecuada formación como profesionales, para sus ocupaciones. Entonces, si el estudio de la teología no está al alcance de muchos, en vuestras parroquias, ¿hacéis posible que se conozca y profundice en el CVII? Este concilio se nos ha dicho que no se han implantado del todo, pero los fieles no lo conocen. Creo que es necesario ayudar a todos, en este tema y en otros, como cristología, patrística, etc. a dar a los fieles una adecuada formación. Esta labor, querido sacerdote, no tienes que realizarla tú sino que puedes delegar, cuando tienes un gran trabajo en tu ministerio. Pues, sí que ahora hay laicos y consagrados que han estudiado teología que pueden realizar esta labor. Y podéis ir en armonía y comunión en el Pueblo de Dios.

También, creo que es importante que las homilías sean no tanto más preparadas sino más rezadas. Para ello, es necesario que como sacerdote renueves tu formación, y puedas rezar, orar y contemplar la Escritura para que puedas llegar al corazón de los hermanos. No se trata de darnos una clase de teología, sino de movernos el corazón para entregarnos a Dios. Pero tampoco rebajéis vuestras homilías, ya que necesitamos saborear por medio de ellas, a Jesús, el Buen Pastor.

En las parroquias por lo general, aunque ya se está realizando en algunos sitios, no se da formación en Sagrada Escritura, cuando los fieles, necesitan conocer la verdad de los textos sagrados, para dar razones de nuestra fe en medio de un mundo tan cambiante. Otras confesiones cristianas si que tienen un conocimiento amplio de la Escritura. Es necesario que nosotros como católicos la leamos, pero necesitamos de nuestros pastores que nos guíen en este sentido. De nuevo, te comunico, querido sacerdote, que fieles, laicos y consagrados, pueden dar a conocer la Escritura porque si han recibido formación para poder hacerlo.

También en liturgia se necesita dedicar tiempo para explicar a los fieles, por ejemplo: las partes del templo, porque el presbiterio está en un lugar más alto en la Iglesia, los signos de la liturgia, la riqueza de las 8 plegarias eucarísticas, etc. Son temas nos ayudan a estar de forma más activa en la celebración de los sacramentos y de la Eucaristía.

Por último, querido sacerdote, en un mundo que faltan vocaciones, déjate ayudar por los laicos y consagrados. Suelta las amarras y el control. La verdad es Jesucristo, pero a la hora de plantear las tareas pastorales, se pueden realizar de muchos modos. Todos y cada uno de ellos, son muy plausibles.

En definitiva, querido sacerdote, que tanto nos dices: descansa, ten un buen director espiritual, ora, y fórmate. También a ti, permítemelo, te digo: descansa, ora, comparte tu fe, ten un buen director, al que sin juicio puedas abrirte tu corazón, y síguete formando para llevarnos al único Salvador que es el Señor. Pon ante el Señor, en la custodia, todo aquello que te agobia, preocupa. Entrega tu corazón al Señor, que también necesita ser sanado, y transformado.

Espero que estas líneas sean una ayuda para ti sacerdote, y las recibas, con acogida, de quien te escribe: una porción del Pueblo de Dios.

Muchas gracias

Belén Sotos Rodríguez