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Bautismo

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Hoy domingo celebramos la solemnidad del Bautismo de Cristo. Hoy termina el tiempo de Navidad y volvemos al tiempo ordinario. Igual que el pasado día 6 de enero, hoy Cristo muestra la divinidad al mundo, aunque lo haga de forma muy diferente. En ambos casos el mundo se sorprende, pero también lo hace de forma diferente. En la Epifanía, los Sabios de Oriente y los pastores, se arrodillan ante Dios nacido. Su docilidad y humildad, les permite unirse y festejar lo que estaba sucediendo.

En el bautismo, es Cristo quien se acerca a Juan el Bautista y le solicita ser bautizado. Tras el bautismo, el Señor fue impulsado a pasar cuarenta días de soledad y reflexión en el desierto. Cuando el Señor se acerca a Juan y le pide ser bautizado, Juan el Bautista se sorprende. No aceptaba ser él quien bautizara al Hijo de Dios. Cristo le indica que es necesario por justicia. El Bautismo de Juan se realizaba con agua. El bautismo de Cristo es mucho más fuerte y poderoso:

El bautismo del Señor penetra en el alma y la transforma. De ahí que Juan hable de fuego y espíritu. El bautismo que Juan ofrecía al pueblo judío todavía no tenía la capacidad de convertir y transformar a quien lo aceptara y lo recibiera. San Lucas también habla de trigo y paja. ¿En qué sentido?

¿Somos trigo o paja? Si somos paja, el viento del mundo nos arrastrará lejos. El bautismo será una simple ceremonia cultural que hemos recibido por tradición familiar. Si somos trigo, todo será diferente. Seremos molidos y amasados junto con la levadura del Reino de Dios. En el horno de la vida, el fuego del bautismo nos transformará internamente. La conversión es similar a la masa de harina de trigo que se transforma en pan.

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