La adolescencia, en el laberinto: en torno a la serie de Netflix
Stephen Graham y Owen Cooper, padre e hijo respectivamente en 'Adolescencia'.
Esta serie, Adolescencia, nos pone abruptamente ante una candente realidad: la de una adolescencia completamente desorientada y desconocida en su esencia por los adultos. Este es el telos de nuestras preguntas y el de la serie también: qué ha pasado y qué está pasando con estos menores.
Dosis extraordinaria de realidad
En primer lugar, hemos de advertir que este artículo es un spoiler desde el minuto cero, aunque la serie destapa casi toda su trama también desde el inicio. Estas líneas que presentamos, entonces, están escritas para reflexionar sobre las preguntas que plantea la serie y de ese modo compartirlas, en un diálogo dinámico con quienes han visto cada uno de los cuatro capítulos. Los que no la han visto todavía encontrarán en estas líneas un camino, una guía para ver Adolescencia.
Algunos datos útiles para situarse
Adolescencia (2025) es una serie de cuatro capítulos (de una hora cada uno) producida para Netflix y que relata la vida durante seis meses de Jamie Miller, un adolescente (13 años) que presuntamente asesina a una compañera de clase. La serie se basa en hechos reales con bastantes cambios pero compartiendo la esencia.
A partir de este contundente inicio empiezan las preguntas de los padres y de la policía en los primeros pasos de la detención (capítulo 1). Luego la policía investiga con más preguntas sobre las razones del crimen en la escuela que ha sido el marco del asesinato (capítulo 2). A continuación, interviene una psicóloga forense que, a partir de una entrevista con Jamie, debe realizar un informe sobre el presunto asesino para dotar de información al juez (capítulo 3). Y, finalmente, de nuevo (capítulo 4) nos encontramos con la familia Miller (en ausencia de Jamie lógicamente que vive en un centro de reclusión de menores) que se enfrenta a nuevas preguntas casi irresolubles sobre el alcance su propia responsabilidad (capítulo 4).
La critica ha sido unánime. La serie roza la perfección. Las interpretaciones son prodigiosas en un formato en el que toda la acción de la serie se desarrolla en cuatro planos-secuencia sin cortes. Es decir, la cámara, ofreciendo una inquietante sensación de realidad, literalmente acompaña a los protagonistas en una sola toma por cada capítulo.
Adolescencia está protagonizada por el solvente y debutante Owen Cooper (Jamie Miller). Junto a él destacan, en los papeles principales, su padre Eddie Miller (Stephen Graham) y su madre Manda Miller (Christine Tremarco). Desde el inicio juega un papel principal el inspector de policía, Luke Bascombe (Ashley Walters). Y, finalmente la psicóloga forense Briony Ariston completa un elenco de sólidas actuaciones (Erin Doherty).
Adolescencia es una serie creada por Jack Thorne y Stephen Graham (también padre de Jamie en la serie) y dirigida minuciosamente por Philip Barantini. Su repercusión ha sido inmediata y a la vez planetaria. No me entretendré en los números y la audiencia que desde luego cambian cada día.
Las preguntas van mucho más allá de la serie
No estamos ante ante un thriller que busca a un presunto asesino sino ante una serie abruptamente realista que pone ante los ojos del espectador preguntas muy graves y muy actuales sobre la adolescencia. Para muchos críticos de cine y series el tema es descubrir las razones de la presunta conducta homicida de un adolescente como Jamie Miller. Con este fin, estos críticos inmediatamente se centran en el tema de la muy temprana masculinidad tóxica, y buscan sus raíces dedicándose a profundizar en el ciberbullying y el bullying de las redes sociales. Ellos hablan de relaciones de género. Pero me desmarco de esta terminología porque la encuentro reduccionista.
Ahí más: el asunto no es tan sencillo pues en seguida emerge también una pregunta radical (que va a la raíz) por el tema de las redes sociales (fundamentalmente Instagram) y el asunto del consumo de pornografía en edades muy precoces. Un consumo de pornografía que según algunos estudios empezaría a los 8 o 9 años. La crítica cinematográfica que hemos leído creo que es alicorta, pues se interesa por lo inmediato evitando temas muy candentes que aún son tabú para muchos críticos que se consideran muy ligados a lo políticamente correcto.
Las preguntas que se plantean no solo apuntan el sinsentido del consumo de la pornografía digital por parte de menores (a menudo dura y violenta) sino también el sinsentido de la pornografía digital a partir de los 18 años que, lo sabemos, también daña de una forma aguda a los adultos jóvenes y no tan jóvenes. Esta es la primera gran pregunta: ¿qué hacemos con la industria de las redes sociales y con el negocio de la pornografía digital consumida tanto por adolescentes como por adultos?
Lógicamente, en esa dirección, en el centro de la serie, surge el tema de la urgencia de las primeras relaciones sexuales que ejerce una sociedad hipersexualizada uno de cuyos centros es la pornografía digital. Otro centro es la pornografía que ellos mismos, los adolescentes, producen y se intercambian. La antinatural presión sobre ellos y ellas desde lo digital es tremenda y va más allá de las redes. Está en la calle en muchos planos uno de los cuales es la moda. Y los adolescentes aspiran a ser exitosos, de cuerpos atractivos y deseables a toda costa. Y el éxito en estas edades es ser popular, ser fashion y tener éxito sexual. Han de destacar por encima de los demás, ser el centro, reconocidos, poderosos y han de evitar convertirse en unos pringados, unos perdedores (losers). Y si no tienen relaciones sexuales tempranas -según estos inflexibles patrones digitales y no digitales- están perdidos.
Brutalización del sexo
Estamos ante una brutalización del sexo que empieza muy temprano. Discúlpeseme el crudo lenguaje. Ahí, en este contexto, un loser lo es porque nadie le acepta y además no va a tener, por eso mismo, sexo con ninguna chica. A estos jóvenes perdedores sin expectativas de éxito sexual se les llama incels (involuntary celibacy). A partir de ahí son ridiculizados y acosados porque ni “ligan ni ligarán” nunca pues son feos, frikis, insociables y objeto de burla. Esta selva adolescente es, desde luego, uno de los centros de la serie. Jamie, señalado como un perdedor, que padece ciberbullying y bullying, responde desesperado asesinando a Katie porque ella también le ha tildado de incel en línea. Entonces lo ha hundido ante casi toda la escuela que comparte Instagram en códigos indescifrables para los adultos. Además hablamos de una Katie muy quebradiza y herida porque previamente ha visto como en la cuenta de Instagram de sus compañeros del colegio corría una imagen de ella desnuda de cintura para arriba que se le había escapado a un "amigo" en una relación anterior. De un nuevo problema adolescente ligado con la brutalización del sexo: el sexting.
Cine y televisión
«Adolescencia» arrasa en Netflix, desvela la trama incel y advierte a los padres: «No se dan cuenta»
José María Carrera Hurtado
Este es un círculo vicioso terrible que fragiliza a los adolescentes de un modo que la sociedad, creo, no quiere ver. Quizá la sociedad lo esconde pues no tiene respuestas: la familia lo ignora, la escuela se escabulle, la política minimiza el problema cuando los estudios científicos son contundentes. Y, desde luego, la administración no legisla. Jonathan Haidt ha investigado estos temas de un modo contundente en su libro: La generación ansiosa. Por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedades mentales entre nuestros jóvenes (Deusto, 2024)
Jonathan Haidt, 'La generación ansiosa'.
Salud mental y/o éxito escolar. la industria del ocio digital
A continuación, deberíamos preguntarnos no solo por la salud sexual (término que tampoco me convence) sino también sobre la salud mental de los alumnos, de los adolescentes, que consumen muchas redes sociales, sobre todo desde el smartphone. Y a continuación, sobre los efectos de las pantallas en la escuela, en el aprendizaje. Citemos al respecto un estudio de la OCDE (Estudiantes, dispositivos digitales y éxito, Dirección de Educación y Habilidades de la OCDE, 2024). La investigación va confirmando que lo digital torpedea el aprendizaje. Fíjese el lector que vamos acumulando problemas que solo podemos mencionar.
Son asuntos graves que son sobreseídos por las administraciones de muchos países pues nos movemos en una sociedad donde se idolatra la libertad de expresión para justificarlo todo, absolutamente todo. Y a la vez se idolatra la tolerancia ante cualquier novedad aunque sea corrosiva socialmente hasta extremos dañinos. Hemos mencionado la obra de Jonathan Haidt que apunta en esa dirección.
Proponemos ahora un libro razonable (12 soluciones para superar los retos de las pantallas, del doctor Miguel Ángel Martínez-González) que se enfoca en cómo deben organizarse las familias ante este ambiente digital tan variopinto.
Miguel Ángel Martínez-González, '12 soluciones para superar los retos de las pantallas'.
Pero sobre todo lo citamos para señalar que el enfoque debe ser no solo concretamente familiar, como sucede en este libro, sino societal. Debe implicar a toda la sociedad. Por ejemplo, creo que se debe entrar en la industria del ocio digital (redes, pornografía, juego online, etc.) y desde leyes muy sabias re-dirigirlo. Y creo que ha de ser un enfoque realizado desde un acuerdo traducido en derecho internacional: un país solo no logra nada. Desde luego no puedo ofrecer soluciones a un tema tan complejo, pero sí esbozar preguntas.
El lector estará notando que algunos asuntos solo los rozamos y, en esa visión de urgencia, nos estamos olvidando de los perjuicios que padece el aprendizaje escolar a causa del exceso de pantallas, redes, etc. Nos olvidamos conscientemente de tratar sobre las interrupciones que generan estos dispositivos y sobre el recorte drástico que ha padecido la atención desde que apareció el primer iPhone en 2007 y que tanto incide en los procesos de aprendizaje.
Es otro asunto de consecuencias casi imprevisibles que también refleja esta serie cuando entramos en la escuela: adolescentes ignorantes e incapaces de pensar al albur del mercado digital. Adolescentes desafiantes y profesores desbordados ante este tema. Profesores además sin autoridad.
La pregunta principal es qué tipo de adolescencia estamos educando. Son la próxima generación que se hará cargo de nuestras sociedades. ¿Podemos permitirnos el lujo de que el mundo esté en manos de una adolescencia tan frágil, herida y desorientada?
Vista la amplitud de vectores que inciden en el tema, regresemos a nuestra serie Adolescencia. Pasamos ahora a un nuevo plano, solo uno de los posibles, del tema: ¿qué repercusión tiene, está teniendo, la serie sobre la audiencia y qué se hace y propone desde un par de países con proyectos o políticas significativas en este mundo de lo digital?
El primer ministro de gran Bretaña, Keir Starmer, opina sobre "Adolescencia"
Keir Starmer, el primer ministro británico está elogiando la serie Adolescencia, está apoyando su proyección en las escuelas de forma gratuita tras un acuerdo con Netflix. Está subrayando la necesidad de abordar la misoginia y la radicalización en línea. No olvidemos que la serie está realizada en el Reino Unido. El primer ministro se ha sentido urgido a dar respuestas. Es un paso. No cree que se necesite un ministerio para gestionar la nueva masculinidad, pero hay voces que apuntan en esa dirección en el Reino Unido. La solución no es poner parches sino ir al meollo.
A Starmer se le plantea también la pregunta de la edad del acceso a los móviles, que ahora se hace más urgente en todas partes. A qué edad un adolescente debe contar con un móvil en propiedad. Starmer no responde, pues quiere contentar a todos. Aunque ha descartado una prohibición nacional de teléfonos inteligentes en las escuelas. Cada escuela decide. Aunque sí considera esencial centrarse en restringir el acceso de los menores a material inapropiado en internet para garantizar una mayor seguridad en línea. Mientras, en Francia, desde 2018, está prohibido por ley que los estudiantes de escuelas primarias y secundarias utilicen teléfonos móviles y otros dispositivos electrónicos de comunicación en las instalaciones de los centros. Todo un contraste.
En España el movimiento Adolescencia Libre de Móviles, una iniciativa que emerge desde la sociedad civil (sobre todo por parte de familias), propone que solo a los 16 años un menor es suficientemente maduro como para contar con un móvil en propiedad. En paralelo, en las autonomías de nuestro país van creciendo las leyes que prohíben los móviles en la escuela infantil y primaria. No está tan claro qué debe hacerse en secundaria para algunas políticas autonómicas.
Un debate social urgente
Es decir, Starmer reconoce que la serie refleja inquietudes profundas de la sociedad británica, tanto para la adolescencia como para sus progenitores y para las escuelas. Sin embargo, no acaba de comprometerse con un debate social urgente. La serie le ha empujado a co-visionar la serie con sus hijos adolescentes. Starmer cree que es una serie educativa si se guía su visionado, pero no da, por ahora, más pasos significativos.
Sin embargo, las preguntas no paran de crecer. Starmer ha llegado a decir que “esta serie, Adolescencia, es una antorcha que brilla intensamente sobre una combinación de asuntos que mucha gente no sabe cómo resolver”. Él mismo, como padre, se siente interrogado y además, señala también, deberían estar concienciados los adultos de todo el país. Ya hemos dicho que recomienda el visionado de la serie en las escuelas y también recomienda este visionado para parlamentarios; sin embargo, creo que luego reduce el alcance de la pregunta que solo debería centrarse en la misoginia adolescente y las masculinidades tóxicas. Esta terminología tan "avanzada", parece que contenta a todo el mundo. Pero no todo es un tema de relaciones de género y de agresividad sexual y física. El lector sabe que esta terminología no me convence.
Creo que Starmer reduce el asunto a un tema educativo (que no es poco), y también se compromete a endurecer las leyes de seguridad en línea para proteger a los menores de contenidos perjudiciales. Esto incluye la implementación de regulaciones más estrictas para las plataformas digitales y la imposición de sanciones significativas a aquellas que no cumplan con las normativas. ¿Podrá arreglárselas con estos pasos?
Preguntas amplias: qué pasa hoy con la adolescencia
Hemos planteado un conjunto de preguntas, que nos lleva a la pregunta, insistimos, principal. Y la pregunta es la siguiente: ¿sabemos qué es la adolescencia hoy? ¿Qué piensa? ¿Qómo actúa el adolescente ahora mismo? Creo que la adolescencia es para los adultos de hoy un auténtico enigma. Y, en este ínterin, los seguimos dejando solos al albur del mercado.
¿Cómo resolver este tema tan complejo? ¿Qué deben hacer el Estado, el mercado, la sociedad civil, los legisladores en el parlamento? A veces Starmer habla de la soledad de los adolescentes, de cómo podrían ser apoyados, pero en seguida, creo, prefiere centrarlo todo en la sexualidad tóxica de la nueva masculinidad y en las enfermedades mentales en las adolescentes causadas por las redes. De esta manera Starmer solo se adentra en la cultura incel (la hemos definido más arriba) y en parte culpa a los influencers tóxicos como Andrew Tate y su hermano Tristan. Este enfoque, aunque está en la base de todo el problema, es demasiado limitado. Hay que ir más a fondo.
En cualquier caso, en algún momento parece que Starmer reconoce la complejidad del asunto y afirma que es un problema cultural, general, abierto y difícil. Un problema que exige una conversación cultural, un debate público en el que han de concurrir los distintos actores afectados para dejar oír su voz sobre el tema. La familia, la escuela y la universidad, los legisladores. Un actor es la industria del ocio digital. Pero aún no se plantea el asunto aludiendo a cuál es el papel de la industria del ocio digital -no solo la industria pornográfica sino también las redes sociales, la ficción, etc.- y desde luego no se alude al carácter internacional del tema.
Qué está haciendo China en estos asuntos digitales
En este caldo de cultivo hay que fijarse en qué hace una autocracia como China. No estoy suscribiendo de entrada lo que propone China, pero este inmenso país no sufre los miedos y el servilismo ante la adolescencia y la libertad de expresión que padece Occidente. ¿Es positiva esta desfachatez china? Es una desparpajo ligado a un poder que no rinde cuentas ante nadie. En estas líneas creemos en leyes bien estudiadas que además sean democráticas y exigentes, más que en las imposiciones de las autocracias.
Por ejemplo: el juego en línea en China es posible únicamente viernes, sábados, domingos y días festivos, entre las 20:00 y las 21:00 horas. Las plataformas deben implementar sistemas de verificación facial para evitar fraudes. Las plataformas digitales padecen fuertes restricciones sobre contenidos considerados violentos, sexualizados o que fomenten comportamientos inmorales o antivalores según la visión oficial. Asimismo, los influencers no pueden ser tan corrosivos como en Occidente: deben proceder desde consideraciones morales y no proponer estilos de vida socialmente poco cohesivos. Las redes sociales como TikTok (Douyin en China) quedan restringidas a un uso diario de 40 minutos a partir de los 14 años. Los juegos digitales son, en sus contenidos, no solo en sus horarios de consumo, revisados periódicamente por el gobierno.
El gobierno empuja campañas constantes en escuelas y medios oficiales para promover valores como la responsabilidad, la disciplina, y el patriotismo, con el fin de combatir lo que denominan caos moral provocado por la industria digital del ocio. Los padres y los tutores son invitados a supervisar (o quizá controlar) qué sucede en hogares y escuelas con respecto a este consumo digital, dado que se les considera (a padres y escuelas) responsables directos en los incumplimientos graves de estas medidas.
Este es el camino más fácil y el menos recomendable. La sociedad, toda la sociedad debe ver la conveniencia de estas nuevas leyes.
Mi postura no es la de apoyar al sistema chino frente a las políticas educativas de, por ejemplo, Starmer. Sólo sé que este sucinto repaso de lo que sucede en China nos puede servir para pensar. Creo que las preguntas deben ser amplias. Y los consensos aún más amplios. El paso previo es educar mejor (escuela, familia, comunidad), pensar, reflexionar y pasar la acción.
Conclusiones a vuela pluma
Muchas preguntas quedan en el tintero. Esperamos que esta serie, Adolescencia, sea el detonante de un importante debate que se tome en serio las contradicciones de un mundo donde la desorientada y solitaria adolescencia anda sumergida en lo digital sin que nadie dé un solo paso. Frente a un Estado amedrantado y un mercado envalentonado hay que reaccionar con prudencia y determinación con una sociedad civil activa y propositiva.
Hay que repensar la escuela y, en concreto, la escuela en la adolescencia. La pornografía antes y después de los 18 es otro tema que no solo afecta a la adolescencia. Los mayores además debemos ser ejemplares en el consumo digital. Y establecer criterios de uso de los móviles, y a qué edades se empieza a contar con un móvil en propiedad siempre respaldados por la ley. Y el Estado debe comprometerse sin pensar en los votos de pasado mañana. Hay que repensar el tiempo de ocio de la infancia y la adolescencia. Familiarmente y escolarmente.
Solo una idea: establecer un sistema estatal de créditos de aprendizaje-servicio desde muy temprano para obtener el título de la ESO y Bachillerato. Estos créditos se despliegan fuera de la escuela, por la tarde, en el fin de semana y en vacaciones. Y en este aprendizaje-servicio debe haber mucha cultura y mucho voluntariado social. También podría este sistema seguir en la universidad. Y siempre los adolescente acompañados de mentores-monitores adultos comprometidos. Y de más y mejores leyes que apoyen la conciliación laboral-familiar. Hay que lograr que los adolescentes regresen a la realidad y maduren.