De las nueve clases de ángeles que existen
Dentro del cristianismo, el primero en abordar las diferentes categorías de ángeles existentes es San Pablo, que a lo largo de sus escritos, nos brinda varias listas de nombres de las cohortes celestiales. En Efesios menciona hasta cuatro, principados, potestades, virtudes y dominaciones: “[…] que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero.” (Ef. 1, 20-21) A ellos añade aún una quinta categoría, los querubines: “Encima del arca, los querubines de la gloria que cubrían con su sombra el propiciatorio” (Hb. 9, 5). En Colosenses una sexta, los tronos: “Porque en él [en Jesús] fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, tronos, dominaciones, principados, potestades” (Col. 1, 16) En la Segunda a los Tesalonicenses reconoce una séptima, los arcángeles: “El mismo Señor bajará del cielo con clamor, en voz de arcángel y trompeta de Dios, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar” (Tes. 4, 16) Y en tantos otros pasajes los ángeles sin más. Así en Ro. 8, 38-39; en 1Co. 6, 3; en 1 Co. 11, 10; en 1 Co. 13, 1; en 2Co. 11, 14; en 2Co. 12, 7; en Ga. 1, 9 y en tantos otros pasajes.
| Los nueve órdenes de ángeles. Icono ortodoxo. A partir de dicha lista, el clásico de la angelología, el tratado “De coelesti hierarchia” atribuido a San Dionisio Areopagita, pero probablemente escrito hacia el s. IV, esto es, tres siglos después de que aquél existiera, enumera nueve categorías de ángeles, a saber, las ocho citadas por Pablo más una, presente en el Antiguo Testamento y más concretamente en el Libro de Isaías: “Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban” (Is. 6, 2). Nueve categorías u órdenes, como acostumbran a llamarse, que clasifica en tres grandes jerarquías: una primera dedicada a la glorificación de Dios en su presencia; una segunda dedicada al gobierno del espacio y las estrellas; y una tercera dedicada a las necesidades humanas y muy cercanos pues al mundo terrenal.
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