Religión en Libertad

Creado:

Actualizado:

xml.err

Para llegar a comprender la conciencia, hay que ver bien qué es el hombre, cuál su dignidad, su constitución y sus elementos o co-principios; entonces, con una sana y correcta antropología, hallaremos sin dificultad la conciencia, su función de guía, su importancia para que la persona se oriente en el camino del bien y de la belleza.

Tal vez antes incluso de hablar de la conciencia y de los 'valores', lo primero que hay que ver es siempre la naturaleza humana, tan puesta en discusión por esas antropologías culturales de la post-modernidad que reducen al hombre de una u otra manera. Con palabras de Ratzinger: "Para afrontar adecuadamente el problema de las amenazas contra la vida humana y para hallar el modo más eficaz de defenderla de tales amenazas, antes de nada debemos verificar los componentes esenciales, positivos y negativos, del debate antropológico actual. El dato esencial del que hay que partir es y sigue siendo la visión bíblica del hombre, formulada de manera ejemplar en los relatos de la creación" (El elogio de la conciencia, Madrid, Palabra, 2010, p. 39). Con los relatos de la creación, se define al hombre como creado a imagen y semejanza de Dios y por tanto, capaz de Dios, 'capax Dei', guiado y acompañado por la Providencia de Dios y protegido por Él. Además, en el hombre se da una peculiar cualidad: una solidaridad misteriosa con todos los demás hombres, formando un solo hombre, una humanidad solidaria en el destino, en la gracia... y en el pecado. "Esta unicidad del género humano, que implica la igualdad, los mismos derechos fundamentales para todos, es solemnemente repetida y re-inculcada después del diluvio" (ibíd.). Sobre el hombre creado, la antropología cristiana, la cual recibe toda su luz de Cristo que revela el hombre al hombre, afirma:

Este ser criatura a imagen y semejanza del Creador, le confiere una gran dignidad a la persona:

Sin embargo, esta estructura exquisita y bien ordenada, fue disuelta por la razón ilustrada y la modernidad, con su reducción antropológica: el hombre no es capaz de alcanzar ni el bien ni la verdad porque éstos no existen, sino que es el hombre mismo el criterio autónomo de la verdad y del bien. La libertad ya no es la libertad dada por el Creador para vivir la Verdad, sino el único criterio de todo, una libertad vacía de contenido.

Con esta panorama de la postmodernidad, que llega a nosotros, que a todos afecta porque es el ambiente cultural y social en que vivimos ahogados, la vida social, ante la carencia de la Verdad, de una referencia objetiva común, se reduce dramáticamente al consenso social, impuesto desde fuera, generando una mentalidad pervertida donde lo malo se ve como bueno y lo bueno como antiguo, desfasado, peligroso para el progreso. Todo es un compromiso de intereses. Se impone el consenso aunque se pisotee la verdad y los derechos de otros, de los más indefensos, de las minorías, etc.: el caso más dramático, el del aborto (¿no tienen derecho porque no tienen voz aún, no tienen una papeleta de voto en la mano?). ¿Qué es el hombre entonces? ¿Dónde queda la dignidad personal, su libertad orientad a la Verdad, su conciencia? Padecemos una reducción antropológica que destruye al hombre y su vocación. Se le quita la Verdad y se exalta su libertad sin cortapisas. Se le dice al hombre que la Verdad es un concepto desfasado, no hay ninguna Verdad sino que cada cual piense lo que quiera porque todo vale. Este proceso ha influido en la conciencia y en la visión que se formula sobre la conciencia. Es importante detectarlo:

¿Comprendemos adónde nos lleva esto? ¿Vemos las raíces y las consecuencias de lo que se nos inculca por tantos medios distintos? Es momento de clarificar y, por tanto, redescubrir la conciencia y su valor como instrumento al servicio de nuestra dignidad personal.