Religión en Libertad

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Ganaríamos mucho si viviésemos la Iglesia como la Comunidad a la que ofrezco cuanto soy y en la que aporto mis cualidades, virtudes y dones y si viéramos la Iglesia como la Comunidad que me sostiene, me espolea, me desafía a crecer, me ayuda a caminar; por supuesto, en el plano sobrenatural mediante la Gracia.

La Iglesia es esa bendita Comunidad y Cuerpo del Señor donde la unidad jamás significa uniformidad, y donde lo comunitario no significa gregarismo alguno o despersonalización; la santa Comunidad donde unos y otros estamos relacionados en el Espíritu Santo y donde unos y otros mutuamente se enriquecen y se edifican. Este gran organismo sobrenatural permite el desarrollo pleno y santo de cada uno de sus miembros, respetando sus ritmos de crecimiento, su vocación, sus cualidades, hasta alcanzar la imagen de Cristo o la madurez perfecta en Cristo Jesús. Las presentaciones parciales de la Iglesia o la vivencia desfigurada de la Iglesia al considerarla una institución jerárquica alejada de mí, distante de mí, e incluso en cierto modo, frenadora de lo mejor de cada uno, deben ser superadas para alcanzar una visión de totalidad del Misterio de la Iglesia. Tal vez, aun cuando puede que hayamos avanzado algo, ése sea uno de los retos actuales: descubrir y amar la Iglesia a la cual pertenecemos y lo que ella logra en cada uno de nosotros, desarrollándonos, acompañándonos en nuestro crecimiento, guiándonos con sabia pedagogía, situándonos en relación con otros hermanos, y dándonos la fuente de la Vida, que es la Gracia de Cristo. Son palabras, magníficas, de Romano Guardini, las que como una inmensa panorámica, nos llevan a otear un horizonte nuevo, eclesial, que de verdad ensancha el alma.