Llamada universal a la santidad (Palabras sobre la santidad - XIII)
El Bautismo y la Confirmación nos han santificado, otorgándonos una santidad a nuestro ser que luego se deberá conformar a nuestra santidad moral; santos en nuestro ser para ser también santos en nuestro obrar. Ya san Pablo hablaba de los cristianos como "los santos" y san Pedro hablará de que somos una "nación santa, un pueblo consagrado a Dios". Lo vivimos en el seno de la Iglesia que es santa.
Así, cada cristiano está llamado a la santidad, como una vocación primordial que a todos incluye. La voluntad de Dios es nuestra santificación (cf. 1Ts 4,3). Después, a partir de esa vocación universal a la santidad, vendrán las vocaciones particulares, carismas o misiones, pero su base es la vocación universal a la santidad. Ésta es vivida en el propio estado de vida, en la perfección de la caridad, desarrollando en unión con Cristo las obligaciones del propio estado, la cotidianeidad de la existencia. Lo afirmaba claramente la constitución Lumen Gentium del Vaticano II:
Una misma es la santidad pero luego se despliega en multitud de formas cristianas: sacerdotal, religiosa, matrimonial, en diferentes carismas, apostolados, consagraciones, en la variedad de formas espirituales, caminos, movimientos. Pero una misma es la santidad que presenta un aspecto multiforme. Todos, pues, estamos llamados a la santidad, y este principio acarrea numerosísimas consecuencias y replantea las acciones pastorales en parroquias y comunidades, la orientación espiritual que demos. Hoy es momento de despertar y suscitar un renovado anhelo de santidad.
La santidad es una llamada y una exigencia real del propio bautismo, que luego se concreta, por la unión íntima con Cristo, en cada vocación y cada estado de vida. La santidad es la primera prioridad pastoral hoy, como señalara Juan Pablo II en la carta Novo millennio ineunte (n. 30), y debe ser suscitada para todos con la predicación y la catequesis, con el propio testimonio y mostrando las vidas de los santos, para luego acompañar en el crecimiento y vida de santidad mediante la formación, la oración, la espiritualidad, los sacramentos.