Religión en Libertad

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Querido Teófilo,

quisiera contarte una historia. Pasó hace más tres mil doscientos años, es decir, en el siglo XII a. C. Está recogida en el Antiguo Testamento, en el libro de los “Jueces” que comprende la historia de Israel desde la muerte de Josué hasta el profeta Samuel. El protagonista se llama Gedeón. Su nombre en hebreo significa "guerrero poderoso". Se considera que es el quinto de los “Jueces” del pueblo judío.

Se entiende “Juez” -en este tiempo y en esa comunidad política-, el Jefe del pueblo, que ejerce funciones de gobierno y ostenta el poder judicial. Al tiempo, es el comandante militar en tiempos de guerra o de amenaza, con la misión de liberar a las tribus israelitas de todo peligro. Los Jueces preceden a la instauración de la monarquía. Ésta surge cuando los hebreos piden un “Rey” al Profeta Samuel diciéndole: “Todas las demás naciones tienen reyes, nosotros también queremos uno”.

A Samuel no le gustó la petición y oró a Jehová, pero el Señor le respondió: “El pueblo no te está rechazando a ti, me está rechazando a mí. Diles que pueden tener un rey”.

Y Yahveh les da como Rey a Saúl, por medio de su unción por el Profeta.

Pues bien, en tiempos de Gedeón Israel está en guerra contra Madián, un pueblo mucho más poderoso. Yahveh envía a su Ángel para librar a Israel del dominio madianita. Gedeón es de la tribu de Manasés. El Señor lo elige a pesar de su falta de idoneidad objetiva para ponerse al frente del ejército israelita. Su vida y mandato político y guerrero se narra en los capítulos 6 al 8 del Libro de los Jueces.

Israel se había prostituido adorando a Baal y a otros dioses extranjeros. Los madianitas habían caído sobre Israel y lo habían sojuzgado, reduciéndolo a gran miseria. Entonces el pueblo se acordó, otra vez, de Yahveh. Y el Señor, siempre dispuesto al perdón, se apiada de su pueblo, se le aparece a Gedeón y le dice: "Vete... salvarás a Israel... soy Yo el que te envía".

Gedeón responde: "¿Cómo yo Señor... mi clan es el más pobre... y yo, el último de la casa de mi padre? Y el Señor afirma: "Yo estaré contigo".

Una vez más, la debilidad del mundo se reviste de la fortaleza de Dios. "Madrugó Gedeón... reunió al pueblo y acampó al norte de Madiam".

Yahveh le dijo: "Demasiado numeroso es el pueblo... pregona esto: quien tenga miedo y tiemble que vuelva". Veintidós mil retro¬cedieron y quedaron diez mil. Otra vez vuelve a hablar Yahveh: “Todavía son muchos, hazles bajar al agua, allí los probaré".

Gedeón ordenó lo que le había dicho Yahveh. Y el Señor añade: "A todos los que para beber tomaren el agua con la palma de su mano, ponlos a un lado, a los que doblen su rodilla para beber, ponlos al otro".

El número de los que no doblaron la rodilla fue de trescien¬tos. Yahveh le dice: “Con estos os salvaré y entregaré a los madianitas en tus manos... Y envió a los demás israelitas a su tienda, y retuvo a aquellos trescientos hombres”

Y el Señor obró su prodigio.

Te preguntarás, el porqué de esta historia y qué quiero decirte con ella. Pues bien, creo que hoy como entonces, el mundo está dominado por poderes y fuerzas que nada tienen que ver con Cristo. Es más, son muchos los dioses extraños -los Baal de nuestro tiempo-, que intentan des¬truir toda huella cristiana en los hombres. Ahora se llaman, dinero, poder, consumo y placer. Son los nuevos dioses que el mundo adora. Y el hombre, que, por naturaleza, ansia la dicha, corre presuroso a buscarlos intentando encontrar en ellos la paz y la felicidad anheladas.

Dios, paciente, espera de nuevo que, otra vez, el pueblo se vuelva hacia El para librarlo de sus opresores. Pero, para ello, hoy como siempre, el Señor "necesita" a los hombres para realizar su prodigio. Está claro que es El quien lo hace… pero quiere contar con nosotros.

¿Quieres ser tú uno de esos? ¿Quieres pertenecer a los que el Señor se ha reservado?... de esos que ha elegido por “no doblar la rodilla” ante otros dioses.

Este verano, querido Teófilo, te vas a encontrar con pequeños ídolos, con "diosecillos" que querrán tentarte en tu ambiente y pretenderán imponerte sus actitudes, costumbres o modas. Podrás, ante ellos, doblar tu rodilla. Pero puedes también ser fiel a tu Dios, al único Dios, al que “es Amor y te ama”.

Al Dios que te hará inmensamente feliz. Así, si eres fiel, si para beber -es decir, para disfrutar y descansar este verano- no consientes doblar tu rodilla, el Señor te escogerá y, con tu testimonio, podrá obrar su prodigio y habrás contribuido a ganar la batalla a ese Baal, que hoy, como ayer, pretende ahogar en el fango ponzoñoso, los anhelos de sosiego y de gozo que tiene el corazón del hombre.

Y es que -tenlo, por cierto-, como decía San Agustín después de haber probado otras muchas realidades mundanas: "Nos has hecho Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti".

Tuyo, ¡que seas feliz con los Tuyos este verano!

¡Que Dios te guarde!