Jueves, 02 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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La ordenación de la Obispa o el esperpento celebrativo

por Alberto Royo Mejia

Ordenaciones de “obispas” ha habido ya unas cuantas en la Iglesia anglicana. Yo me refiero a la última, la de la obispa lesbiana Mary Glaspool, pero no he querido ponerlo en el título para que no me tachen de prejuicios o machismo o algo por el estilo. La verdad es que para el tema que nos ocupa, da igual que la susodicha esté en una acera o en otra, pues una mujer obispo es siempre, digámoslo suavemente, algo muy discutible. Por mucho que sean anglicanos, si miran la tradición de la Iglesia anterior a Enrique VIII, no sé de dónde van a sacar justificación para la ordenación de mujeres, y menos todavía de obispas.
 
De todas maneras, el hecho de que sea lesbiana sí parece importarle -como es lógico- al primado anglicano Rowan Williams, el cual desde Canterbury desaconsejó con contundencia dicha ordenación: No le hicieron ni caso y por aquello de la libertad de los hijos de Dios hicieron la ordenación. Y no pasó nada, se ve que entre los anglicanos el Primado es una figura decorativa pero nada más. La ceremonia fue muy, pero que muy significativa, realmente explica muchas cosas… Se puede ver completa en una página de los mismos anglicanos, en la siguiente dirección:
 
 http://www.standfirminfaith.com/?/sf/page/26102
 
Se trata de un batiburrillo, popourrí o frangollo de rituales paganos mezclados con ritos que se podrían considerar cristianos. Comenzando por una señora india, parecida a Rigoberto Menchú pero con gafas y sin Premio Nobel, invocando a los espíritus de los antepasados, quizás para que intercedan por la nueva Obispa, y siguiendo por las bailarinas litúrgicas, la llamada a la Madre Tierra y a los vientos y otro rituales ajenos a lo cristiano, vaya, fue todo un esperpento.
 
Cierto es que los anglicanos pueden usar el ritual que quieran. Uno no se espera que en tales ordenaciones se use el sacramentario Gelasiano ni el Leoniano o Veronense, todos de gran tradición y respetados por los anglicanos, entre otras cosas porque seguro que todas las fórmulas de consagración de obispos hablan de “servus tuus”, lo cual no se puede aplicar a la futura obispa, por muy hombruna que sea. Pero esta ordenación ha escandalizado a los mismos anglicanos de buena voluntad: Tamaña mezcolanza de ritos paganos de dudosa catadura con otros cristianos, deja perplejos a propios y extraños.
 
Como decía, esto explica muchas cosas: Algunos eclesiásticos se escandalizaron cuando Benedicto XVI abrió las puertas generosamente a los anglicanos que quisieran volver a la santa Madre Iglesia. Algunos, prominentes, dijeron que era poco ecuménico. Pero la realidad es que la decisión de Benedicto, además de muy comprensiva y misericordiosa, era necesaria para poder da una esperanza a tantos anglicanos buenos que ven cómo ciertas ramas de dicha confesión toman unos derroteros, por lo menos inquietantes.
 
Otro botón de muestra: Hace unas semanas apareció la noticia que la conferencia de obispos anglicanos de Australia había instado al gobierno de aquel país a recortar la natalidad y a no fomentar las políticas fatalistas para no poner en riesgo el desarrollo sostenible de la tierra. Será la Madre Tierra que invocaban en la ceremonia de la obispa y que se ve que no le viene bien la natalidad de los humanos. Por tanto, donde Dios dijo “Creced y multiplicaos”, ahora la Tierra dice: “Dejad de multiplicaos”. Vaya, que no es de extrañar que los fieles anglicanos de buena voluntad estén hechos un lío.
 
El haber vivido unos años en los Estados Unidos me llevó a conocer y tratar a muchos anglicanos (episcopalianos, en aquel país). Gente buena, como todos, apegados a sus tradiciones, y en general amantes de la liturgia hermosa, del arte religioso y de las tradiciones de la Iglesia. Eso de la Madre Tierra, la invocación de los antepasados con ritos de los indios e insensateces parecidas quedan muy lejos de sus intereses, es cosa de una minoría progre que ha cogido la batuta y no la suelta, y cada día sorprende a los fieles con alguna novedad, más atrevida de la anterior, como es sabido.

Como en los últimos años la cosa parece ir de mal en peor (salvo honrosas excepciones, sobre todo de obispos en el tercer mundo) y no parece que vaya a cambiar, sino que se toman decisiones que tienen difícil marcha atrás, muchos miran con cierta añoranza a la Iglesia Católica en la que los dogmas están claros y también las normas morales, aunque luego cada uno las cumpla como pueda, pero por lo menos se sabe cuáles son.
 
El Señor iluminó a Benedicto XVI y le dio un corazón de auténtico padre cuando publicó la “Anglicanorum coetibus”. No se trataba de ofrecer algo que no hacía falta, como para provocar, sino de ayudar a muchos hermanos separados en la confesión anglicana a encontrar un camino de esperanza para un desasosiego que es legítimo y que puede encontrar su solución en volver a las fuentes del cristianismo.
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