Miércoles, 01 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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El gran mosaico de la Iglesia

por Alberto Royo Mejia

Han bastado un par de viajes del Papa fuera de Roma para borrar de la mente de muchos la imagen penosa de periodistas, políticos y abogados -no faltó tampoco algún eclesiástico- atacando a la Iglesia y concretamente al Santo Padre, en una especie de competición por haber quien hacía la acusación mayor y -se me permita decirlo- quién decía la mayor insensatez. No faltó incluso algún obispo que, fuera de sí, pidió la dimisión del Papa y se quedó tan fresco.

 

Pues bien, el Papa fue de viaje a Malta, donde tuvo un baño de multitudes, y después a Turín, donde dicha ciudad, de gran tradición laica, se volcó con Benedicto XVI llenando las plazas y calles, y parece que todas aquellas voces inquisitoriales se han quedado sin saber qué decir. Era de esperar: Lo que se pretendía era crear un clima totalmente contrario al Papa, lanzando acusaciones que nadie podía probar, pues eran infundadas, pero por aquello de difama que algo queda, si podían denigrarle y hacerle perder credibilidad como jefe espiritual de una buena parte de la humanidad, pues con eso se contentaban. En el fondo, todo el mal que se le pueda hacer a la Iglesia les hace apaño a algunos. Pero en este caso han conseguido resultados mucho más pobres de lo que pretendían

 

Algo parecido se anuncia ya para Fátima, multitudes que van a acompañar al Papa en la Misa en el Santuario de la Virgen. Muchas de esas personas habrán oído hablar de los errores que ha cometido la Iglesia y sus ministros, especialmente el Papa, pero no por ello dejan de querer a la que es su madre y su familia. Esto les puede parecer ilógico a algunos, incluso irracional, pero he aquí el problema, que han pensado que a la Iglesia se la entiende de modo racional y por lo tanto no han entendido nada. Y les asombra que otros entiendan la Iglesia, porque no la juzgan con la fría razón, sino con la razón iluminada por la fe, que es muy, pero que muy distinto…

 

Ya hace años el difunto teólogo preconizado cardenal, Hans Urs Von Balthasar, hablando del modo de entender la Iglesia, explicaba: “Vista desde fuera, ella se asemeja a una asociación humana cualquiera, con sus estatutos y sus condiciones de admisión. Contemplada desde el interior, es la presencia real de Cristo en la Eucaristía y la impregnación de su organismo todo por el Espíritu”. Vaya, que la auténtica realidad de la Iglesia es un misterio y por tanto el que la pretenda comprender excluyendo el misterio se queda sin entender nada.

 

En una sociedad cualquiera, tras una campaña de desprestigio, se retraen los clientes, empujan en ello a los inversores y la cosa se va al garete. En el caso de la Iglesia, arrecian los ataques y el Espíritu no deja de suscitar nuevas conversiones, vocaciones, e incluso multitudes si hace falta. Hace un par de semanas, en mi parroquia, una familia entera que pertenecía a una confesión cristiana no católica ha sido recibida en el seno de la Iglesia Católica, después de recibir la correspondiente preparación catequética. Los dos hijos, de 17 y 20 años mostraban una ilusión por empezar a ser católicos, que era de admirar. Me hizo pensar que cuando hemos tenido siempre algo, con facilidad dejamos de apreciarlo, mientras que para estos muchachos recién llegados todo les parecía atractivo.

 

Esto me recuerda la expresión que usó el otro día el Papa en Turín para referirse a la Iglesia: Habló de ella como “el gran mosaico de la Iglesia”, invitando a los jóvenes a “respirar a pleno pulmón la belleza de pertenecer” a dicho mosaico. Por un lado, son palabras llenas de entusiasmo, nada de desánimo o derrotismo, sino orgullo de ser católicos. Estamos ante un Papa anciano, acostumbrado al sufrimiento -como decía Isaías del Siervo sufriente- pero lleno de vitalidad, de fuerza interior que comunica a los miles de jóvenes que acuden a verle, a acompañarle, a rezar con él.

 

Por otro lado, una imagen hermosa de la Iglesia como mosaico, compuesto de piezas de tamaño y color diverso, algunas claras y otras oscuras, pero que juntas crean una imagen llena de belleza. Sí, esa es la Iglesia, la que los bienpensantes no entienden porque les falta la fe. Es la que recibe heridas y sigue estando bella, pues es Cristo mismo resucitado que le limpia las heridas. Es la que parece que está para hundirse según los cálculos humanos y de pronto remonta el vuelo, dejando a sus cazadores cansados y sin haber conseguido nada.

 

A los que han escrito contra ella y a los que nos hemos esforzado desde nuestros modestos puestos en escribir para defenderla, con todo tipo de razonamientos en uno y otro sentido, nos han dado una lección grande las multitudes de gente entusiasta que estos días han acompañado al Papa. Parece que nos han querido invitar a pensar un poco menos en la Iglesia y a aprender a amarla un poco más, porque como ya decía el eximio Pascal, hay razones del corazón que la razón no entiende.

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