Domingo, 19 de mayo de 2024

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Los sacerdotes, ¿mejor casados que acomodados?

por José Gea Escolano

No es una disyuntiva. Muchos piensan viven muy acomodados y de ahí que se plantee la cuestión de si es mejor que los sacerdotes se casen o que vivan acomodados. Y por pocos sacerdotes que uno conozca, ve que de acomodados, nada. Hay sacerdotes de mucha categoría, de gran capacidad intelectual, con muchas cualidades y que viven sencillamente en cualquier pequeña parroquia, o dedicados a tareas benéficas, o que se largaron a tierras lejanas para seguir anunciando a Jesucristo; y muchos de ellos, al final de sus vidas tienen que ser recogidos en residencias porque no tienen familiares que se preocupen de ellos y no pueden pagar a una asistente para que les atienda. Algunas residencias las dirigen religiosas.

Así que, de acomodados, nada. Es cierto que hay muchos pobres que viven en mayor pobreza que los sacerdotes, pero también lo es que la mayoría de quienes los critican ni suelen vivir tan sencillamente como ellos ni hacer tanto por los pobres como ellos. Una encuesta podría darnos los porcentajes de cómo viven la pobreza los sacerdotes y quienes pueden equipararse a ellos en años dedicados al estudio y formación.

Por otra parte, ¿es que uno, cuando se casa pierde la tendencia a vivir cómodamente? ¿Es que los sacerdotes están más acomodados que los casados? Pero es que, además, ¿le ayudaría la esposa a no acomodarse y a no buscar los intereses materiales de la familia? ¿Le ayudarían los hijos? ¿Habría la misma disponibilidad y el mismo espíritu de gratuidad y de servicio si el sacerdote tuviese una familia que educar y sacar adelante?

¿No habría un retroceso en la disponibilidad de presidir las comunidades cristianas? ¿Estaría mejor atendida la comunidad y más libre el sacerdote para atenderla? A no ser que se piense que las comunidades funcionarían solas, lo cual es pura utopía. De hecho, cuando vemos que una comunidad funciona bien, vemos que al frente hay un buen sacerdote; y si no hay sacerdote no puede funcionar igual. El sacerdote sería un funcionario que trabajaría unas horas y después se dedicaría a lo suyo, como puede hacerlo un sacristán o un empleado de la parroquia.

Por otra parte, los tres sacramentos que imprimen carácter, bautismo, confirmación y orden, hacen que todas las obras del bautizado, confirmado u ordenado sean obras filiales en el caso del bautismo, testimoniales en el de la confirmación y ministeriales en el caso del orden. En otras palabras, el sacerdote siempre debe actuar como sacerdote, así como el bautizado siempre debe actuar como hijo de Dios. ¿Cómo compaginar su ministerio con su dedicación familiar y matrimonial? Sería un hombre dividido y actuando sólo a ratos como sacerdote.

Es cierto que en la Iglesia católica oriental se pueden ordenar hombres casados; pero cuando son ordenados no se pueden casar; tampoco en caso de que pueden volverse a casar si enviudan. Es posible que dentro de no mucho tiempo rija en oriente la misma disciplina que en la Iglesia occidental. Es lógico que sea así, no al revés.

Hay que tener en cuenta que la unión sacerdocio - celibato ha tenido un largo proceso histórico. Claro que al principio podían no ser célibes ni los sacerdotes ni los obispos. No sé cómo eran los mismos apóstoles. Es cierto que San Pedro era casado; pero, ¿vivía la esposa cuando Jesús lo llamó para seguirle? Y es que cuando Jesús cura a la suegra, "le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle" (Mt. 8, 15). No aparece la mujer de Pedro; tampoco aparecen las esposas de ninguno de los apóstoles en ningún lugar del Evangelio.

A medida que se iba extendiendo la Iglesia, había que nombrar responsables de las distintas comunidades que se iban formando y el celibato no se consideraba necesario. Es lógico que se ordenase como obispos a hombres casados y, con más razón, a los sacerdotes. Sin embargo la conexión entre celibato y sacerdocio, sobre todo, en los obispos, se iba abriendo camino.

Dadas las tensiones entre Oriente y Occidente hasta llegar a una cierta separación, y con ciertas rupturas, no acababan de ver la conveniencia del celibato sacerdotal y siguieron ordenando sacerdotes a hombres casados. Mientras en Occidente se vinculó el celibato con el sacerdocio, en Oriente se seguía la práctica tradicional. Los monjes (célibes) han sido los que, han impulsado e impulsan en la actualidad, la acción misionera de la Iglesia, y los obispos se eligen entre los monjes y los sacerdotes célibes.

¿Qué camino habría que seguir para que todos los sacerdotes orientales fuesen célibes? No es fácil preverlo porque las costumbres arraigadas en una cultura no son fáciles de cambiar. Hay toda una serie de tradiciones, de estilo en el culto, de costumbres y de tensiones entre las diversas Iglesias de oriente, incluso de tipo político, que en caso de un cambio radical, provocaría muchos problemas que podrían repercutir en algunas tensiones graves.

Es posible que si se va insistiendo durante la preparación de los candidatos al sacerdocio en la importancia del celibato para el sacerdocio, este deseo pueda ser pronto una realidad.

Que el Papa cambie la vinculación celibato-sacerdocio es impensable hoy, a pesar de los fallos que hayan podido haber en la Historia y los que habrán. Es demasiado importante el celibato para que el sacerdocio pueda tener su máxima expresión. Aunque el sacerdocio es el mismo, ¿al sacerdocio celibatario, no lo podríamos llamar sacerdocio evangélico?

José Gea
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