Miércoles, 01 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Algunos quieren ser tan progres que hacen el ridículo

por Alberto Royo Mejia

La frase no es mía, es más o menos lo que respondió el secretario de la Conferencia Episcopal española hace unos años cuando se le preguntó sobre la idea que habían tenido algunos de plantear en el Congreso de los diputados un debate acerca de los derechos de los monos. No le faltaba razón al P. Martínez Camino (creo que por aquel entonces no era obispo todavía) y la vida del día a día se la sigue dando.

 

La última proviene de la ministra Aido, experta en excentricidades financiadas por el gobierno. No se trata de meterse en política, pues si la cosa viniese de otro partido me parecería igualmente ridículo, pero coincide que esta mujer se lleva la palma en este tipo de cosas. Ahora que, por desgracia, los casos de violencia de género abundan y la sociedad no acaba de asimilar del todo lo de la igualdad, ella ha descubierto que la culpa la tienen los cuentos infantiles. Sí, los cuentos infantiles: Blancanieves, Cenicienta, la Bella durmiente y, por supuesto, una culpa terrible la tiene Caperucita roja. Dejando bien claro que toda violencia de género repugna al sentido común y más todavía al sentido cristiano, y rechazando yo personalmente todo machismo, me parece que lo de esta mujer es de traca.

 

La noticia ha aparecido días atrás en los periódicos y en innumerables páginas web, algunas extranjeras, en la que prácticamente se chotean de nosotros por tener tales mandatarios. La cosa ha sido así: En una rueda de prensa la ministra ha dicho, entre otras lindezas, que hay que buscar y fomentar (para lo que piensa gastarse un dineral) cuentos que no sean sexistas, porque “las historias infantiles "suelen estar llenos de estereotipos", pues "casi todas las historias colocan a las mujeres y a las niñas en una situación pasiva en la que el protagonista, generalmente masculino, tiene que realizar diversas actividades para salvarla", como son los cuentos de la "Bella Durmiente, la Cenicienta o Blancanieves.”

 

Otro de los ponentes de la rueda de prensa afirmó que un ejemplo de que "hay muchas cuestiones que no están resueltas" es que cuando se pregunta a las niños y niñas 6 y 7 años qué quieren ser de mayor, los niños optan por "las carreras tradicionalmente más masculinas, como presidente del Gobierno, astronauta, inventor, presidente de un club de fútbol, pero ninguno dice que quiere tener niños o piensa en el amor y en los afectos", mientras que las niñas siguen dirigiéndose a aquellas carreras que "son más aceptadas socialmente y lo primero que expresan es que de mayor "quieren casarse, tener muchos niños y tener una casa muy bonita" y, después, hablan del trabajo.

 

Y claro, la culpa es de los cuentos. Si Caperucita le hubiese arreado dos mamporros al lobo feroz, si Blancanieves se hubiese liado con los enanitos, si Cenicienta se hubiese emancipado de la madrastra y las hermanastras, yéndose a vivir a un pisito, y si la Bella Durmiente hubiese tenido un “affaire” con el hada mala, entonces otro gallo cantaría, la sociedad iría mejor, pero como no pasan esas cosas, la sociedad va fatal, según la ministra y sus adláteres. Quizás Alicia en el país de las maravillas le guste un poco más, pero aún así Alicia es muy ñoña, hace falta una chica más hombruna y reivindicativa. Y para colmo, no hay ninguno de los cuentos en el que salga una niña lesbiana en ciernes (con todos mis respetos hacia ellas), pecado imperdonable pues se fomenta el modelo tradicional, carca, de la sociedad, que hay que cambiar a toda costa.

 

Pues nada, hay que acabar con tanto cuento sexista, y no sólo estos, sino con todos: Se acabaron Superman, Batman o Spiderman, que son todo muestras del poder masculino (de Hulk o Iron Man ni te cuento). Heidi es una niña simplona y pueblerina, poco emancipada. Se acabó el Señor de los anillos, que todos los hobbits protagonistas son hombres. Se acabaron las crónicas de Narnia, pues sobresale el príncipe Caspian y no la princesa Maripuri. Y, así, hay que seguir con el Lazarillo de Tormes, el Buscón de Quevedo y el Guzmán de Alfarache, todos modelos masculinos inaceptables, y por supuesto Don Quijote de la Mancha (que presenta a Dulcinea del Toboso con estereotipo machista), el alcalde de Zalamea, del Don Juan de Zorrilla mejor ni hablar, y suma y sigue.

 

Como los familiares de don Quijote, junto con el párroco local, hicieron una fogata y quemaron los libros que habían llevado al desdichado a tamaña locura, la ministra antes o después acabará queriendo hacer una fogata y quemar los libros que fomentan el machismo y hacen que la sociedad no progrese. Creo que los disparates de esta mujer no necesitan más comentario, pero el problema es que si nadie la para acabará por intentar llevar adelante sus planes... y para colmo con nuestro dinero.

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