Viernes, 03 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Mn. Jaume Melcior Servat es el autor de este precioso artículo

1929, en Lérida el amor se manifestó en belleza. ¿Repetimos la historia un siglo después?

por Victor in vínculis

A principios de año, me escribió el sacerdote de la diócesis de Lérida mosén Mn. Jaume Melcior Servat. Entremedias escribió este otro artículo en Infocatólica:

El rostro que transformó una vida - Jaume Melcior Servat (infocatolica.com)

1929, en Lérida el amor se manifestó en belleza. ¿Repetimos la historia un siglo después

En abril de 2022, nos explica Mn. Melcior, al acabar el último viernes Santo, como consiliario de la Congregación de la Purísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo de Lérida,  presencié el desmontaje del Tabernáculo de nuestra Señora de la Soledad. Un disgusto nos embargó a los presentes. Desde la parte de la Corona, hasta la zona de la nuca de la imagen, el manto se estaba rasgando. Ya habíamos notado deterioro anteriormente, pero ahora ya se había evidenciado el inicio del “desastre”. Desde allí, soporta todo el peso de enormes medidas.

En mayo empecé a indagar qué profesionales podían llevar a cabo su reparación. Conocí a las restauradoras Eva y Rosa, de la Empresa “CONTEXT” de Barcelona, que habían desarrollado parte de su carrera en el museo textil de Terrasa a lo largo de 15 años. Tenían una buena tarjeta de presentación, y me demostraron su profesionalidad, por el interés, y en la elaboración de informes y presupuestos. Cabe decir que pedí dos presupuestos más. Y ninguno fue tan profesional, y tan ajustado como el de Rosa y Eva.

Los informes, por una parte nos daban la sorpresa de que se trataba de, en el caso del manto procesional, al parecer, una pieza única en estas características. No hay nada igual en Cataluña, hasta donde se ha podido investigar. Y a la vez, los informes, también eran alarmantes por el estado del manto procesional, otro de medidas menores en negro y bordados, y el de Pascua, que también debían pasar por una reparación. Y recomendaban en el caso del manto procesional, hacer una réplica, para que el original sea resguardado. Esta última opción, por el momento, no nos vemos capaces de asumir por el elevado coste, que si no es por una sorpresa que nos trae la divina Providencia, deberá esperar.

Todos los mantos son anteriores a la guerra civil española. El de Pascua es del siglo XIX, y se usaba en la procesión del Encuentro. De momento desaparecida de las calles de Lérida, pero con vocación de ser recuperada. Encomiéndenlo queridos lectores. Que el corazón leridano se abra a ello, en un  encuentro de fe, que le lleve a recuperarla. Pero esta es otra historia.

Los dos mantos negros, son del año 1929… Y es aquí cuando he ido descubriendo una historia de fe martirial preciosa. Un patrimonio de fe, que ya no le pertenece solo a Lérida. Pertenece a todo católico, especialmente en España.

El año 1929, la Congregación de la Purísima Sangre de Lérida, promovió una subscripción popular. Le pidió a esa generación de leridanos, renovar totalmente la venerada imagen de la Virgen de la Soledad. Un rostro muy dulce, que contemplaba sufriente el sudario del Señor, como trofeo de su entrega de Amor a la humanidad entera de todos los tiempos. Eran años convulsos, el crack económico mundial de ese mismo año, el avance de ideologías anticristianas, la pobreza de la población llena de justas necesidades, no hizo que muchos hijos de Lérida se amedrentaran ante tamaño proyecto.

Y así llegamos al 18 de abril de 1930, Viernes Santo. Había mucha expectación, se había hablado de la inmensa belleza del tremendo proyecto del nuevo tabernáculo, la nueva corona y el nuevo manto de la Soledad leridana. Se abrieron las puertas y fueron saliendo todos los misterios de la pasión y muerte del Señor. Y cerrando el cortejo, bellamente iluminado, el impresionate nuevo tabernáculo, diseñado por el arquitecto Manuel Cases Lamolla, y ejecutado por el escultor Ramón Borrás, todo bruñido en oro. La corona ejecutada por el orfebre Fontanals, y el manto elaborado por 50 bordadoras de la casa Jorba de Barcelona. A nadie dejó indiferente tanta belleza. Y sabemos que presenció el estreno, el entonces Obispo de Lérida, el siervo de Dios Manuel Irurita. Posteriormente trasladado a la sede barcelonesa, donde fue mártir en 1936.

Sí, el amor de esos leridanos por la Madre del Señor, se transformó en una obra de suma belleza artística que a nadie dejó indiferente. Lo más increíble, es que con las circunstancias que se vivían en esos momentos de ambiente adverso, fueran capaces de sacarlo adelante. Quién ama, se dirige sin las ataduras de lo que limita, hacia lo eterno.

Este espectacular conjunto volvió a salir el viernes santo de 1931, el 3 de abril. Solo 11 días antes de la proclamación de la segunda república española, que prohibiría que tanto amor hecho belleza artística volviera a salir por las calles.

 

Nuestra Señora fue venerada públicamente en este periodo en el interior de la Iglesia de la Sangre de Lérida, como vemos en la fotografía. También fue expuesta en el interior de la Catedral de Lérida, como nos muestra el testimonio fotográfico:

Llegó finalmente julio de 1936. Lérida pasó a ser, después de Barbastro, la segunda diócesis en proporción, más martirial de España. Con el 65’8% del clero martirizado, empezando por nuestro obispo, el beato Salvi Huix Miralpeix, cuyo testimonio martirial es de gran entereza y belleza. Su expresión “Ja som a Sants” se hizo famosa. Después del supuesto traslado para juzgarle en Barcelona, llevándolo a Sants. El camión que lo trasladaba junto con otros reos, fue detenido en la carretera de Barcelona, en el cementerio de Lérida. Habían llegado a “SANTS”. Pidió ser el último en ser fusilado, para absolver a todos. La mejor confesión es el martirio. Pero temiendo que alguno desfalleciera ante el pavor de aquellos momentos, pidió y obtuvo de sus futuros verdugos, le concedieran de ser el último de los fusilados.

También, jóvenes laicos como el beato Francesc Castelló Aleu, que escribió tres hermosas cartas, que al leerlas el Papa Pio XI le llevaron a derramar lágrimas paternales por los hijos, que se daban enteramente a Dios y a la Iglesia con su propia vida. Lean amigos míos, a título de ejemplo, la que dejó a su novia. Su amada Mariona:

 

“Querida Mariona: Nuestras vidas se unieron y Dios ha querido separarlas. A Él le ofrezco, con toda la intensidad posible, el amor que te profeso, mi amor intenso, puro y sincero. Siento tu desgracia, no la mía. Puedes estar orgullosa: dos hermanos y tu prometido. ¡Pobre Mariona! Me sucede una cosa extraña. No puedo sentir pena alguna por mi suerte. Una alegría interna, intensa, fuerte, me invade por completo. Querría hacerte una carta triste de despedida, pero no puedo. Todo yo estoy envuelto de ideas alegres como un presentimiento de gloria. Querría hablarte de lo mucho que te habría querido, de las ternuras que te tenía reservadas, de lo felices que habríamos sido. Pero para mí todo esto es secundario. Tengo que dar un gran paso. Una cosa quiero decirte: cásate, si puedes. Desde el cielo yo bendeciré tu unión y tus hijos. No quiero que llores, no quiero. Espero que estés orgullosa de mí. Te quiero. No tengo tiempo para nada más. Francisco”. 

También, entre otros, fue martirizado el que fue alcalde de Lérida, Joan Rovira Roure. Uno de los motivos que se adujo, entre otros, era haber organizado la cabalgata de reyes de 1936. A día de hoy se estudia en el proceso canónico su martirio, actualmente en fase romana. Hay centenares de ejemplos más. Todos murieron perdonando a sus verdugos.

¿Verdad que se entiende cómo es coherente, que esa generación de valientes católicos, hubiera hecho esa obra tan bella en esos tiempos?

En Lérida no quedó ninguna Iglesia que no fuera incendiada o saqueada. La de la Sangre fue saqueada y convertida en hemeroteca. Su contenido quemado en hogueras exteriores. Todo el patrimonio procesional también quedó reducido a cenizas, entre esas piezas fue destruida la bellísima Soledad. Pero unos valientes miembros de junta, Josep Serret y Josep Sanjuan, escondieron los tres mantos de nuestra Señora en las carboneras de la casa de Misericordia de Lérida. Una religiosa los encontró en 1939.

El 22 de marzo de 1940, con una nueva imagen de la Soledad, el manto se reencontró con los leridanos en las calles, curiosamente en el mismo tabernáculo que en gran parte se pudo salvar, pues no le dieron mayor importancia, ubicado en el almacén, habiendo solo desaparecido algunas de las preciosas molduras superiores. Hubo emoción contenida y muchas lágrimas por verlo de nuevo después de tanto sufrimiento. Cuantas familias se esforzaron, por necesidad, a perdonarse, y abrazarse de nuevo. Mas allá de las ideas de cada uno, fue una terrible guerra entre hermanos.

La posibilidad de perder, no solo las piezas de estos mantos, sino la inmensa historia que llevan en sus espaldas, nos conduce ofrecer esta vez, a todo católico que lo desee, a todo aquel que ame la belleza artística que se manifiesta en una obra de amor colectiva, que entre a formar parte de la historia de estas piezas, para unirse a esa generación de 1929 que demostró hasta donde estaba dispuesta a amar. Esto ya no es cosa solo de Lérida, su historia es patrimonio universal. Vocación a la Santidad, a hacer de nuestras vidas una expresión de belleza divina, siendo testigos del amor de Dios al mundo, manifestado en Cristo. Casi un siglo después ¿seremos capaces de sumarnos a esta historia de amor? Nuestra Madre nos espera, no dejemos pasar esta oportunidad histórica.

Campaña de Congregació La Sang : Restauració dels mantells de la Verge - Lleida (gofundme.com)

                    

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