Sábado, 27 de abril de 2024

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Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio

por Dentro, muy dentro de ti

Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
 
2º domingo de Cuaresma
 
[“Preguntémonos entonces: ¿Cómo se enfría en nosotros la caridad? Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros. Lo que apaga la caridad es ante todo  la avidez por el dinero, “raíz de todos los males” (1Tm 6.10); a ésta le sigue el rechazo de Dios, y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes de sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras “certezas”: el niño por nacer, en anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas”. (Del Mensaje cuaresmal del Papa Francisco).]
 
Si te ayuda, puedes empezar así: -Estás, Señor… -Estoy, Señor… En tu Presencia me pongo y me expongo dejándome interpelar por tu Palabra al inicio de esta oración y de este tiempo de Cuaresma… Prepárame tú para tu Encuentro y tu Pascua…
 
Del Evangelio de san Marcos 9,210. (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora)
 
  • Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos.
 
-Del desierto hemos pasado a la montaña, lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Contempla a ese grupito subiendo al monte Tabor. ¿Qué pasará en sus corazones? ¿Intuirán algo de lo que allí va a pasar? No. Será para ellos una de esas grandes sorpresas de Dios que descolocan. Pero que es necesario pasar por ellas para comprender el actuar de Dios con nosotros. ¿Cómo reacciono yo ante las sorpresas de Dios? Buena pregunta a la que estoy llamado a responder personalmente.
-Jesús se transfiguró delante de ellos. Lo hace arriba, en el monte, signo del ámbito de Dios o ambiente divino. Allí está Dios. ¿Y qué pasó? Jesús se trans-figuró: fue mucho más allá de su figura habitual de un hombre cualquiera. El evangelista lo describe así: Sus vestidos se volvieron de un blando deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Ese blanco no se pude conseguir por medios humanos, simboliza pues la gloria de Dios. ¿No podría ser la oración el monte Tabor cotidiano del discípulo de Jesús que soy? ¡No te quepa duda! Su Presencia brillará más y más en ti.
-Por si fuera poco: Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Moisés representa la Ley, Elías, los profetas: elementos base de la religión judía. Esto significa que la Ley y los Profetas hablaban y preparaban los tiempos futuros del Mesías de Dios. Aquí queda claro que Moisés y Elías están subordinados a Jesús, y que Jesús es más que ellos. Mientras contemplas la escena pregúntate: para que Jesús esté “divinamente” en mí, ¿qué aspectos de mi religiosidad tienen que “desaparecer”, y cuáles deben “permanecer”. ¡Piénsalo bien porque va en serio!
 
    Señor, que vea. Señor, que entienda. Señor, que sepa orar, estar contigo, intimizar en amistad contigo… 
 
-Pedro estaba maravillado y encantado: ¡Esto es cosa única! Entonces Pedro tomó la Palabra y dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. No sabía qué decir, pues estaban asustados. Esto último es lo que estaba pasando por la mente y corazón de los tres discípulos: estaban asustados, veían y no entendía nada. ¿Te pasa a ti algo así cuando estás con el Señor? ¿O no pasa absolutamente nada? En Marcos, y para nosotros también, el discipulado es un proceso, no algo puntual y menos un estatus. Nunca se acaba de ser discípulo. Nunca se llega a ser “discípulo acabado”. ¿En qué estoy yo? ¿Considero mi seguimiento como algo vivo y dinámico, o estoy “quieto y parado”, sentado y esperando que llueva de arriba el milagro? El milagro está en tu corazón y en tus manos. Sobre todo, si te encuentras cotidianamente con el Señor.
 
  • Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: “Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo”.
 
.-Contempla y escucha despacio. Ahora Dios los envuelve a todos (eso quiere significar la nube), y los habla claramente a todos (salió una voz de la nube). Quiere hacerles comprender lo más difícil y para ellos, -y para nosotros también-, lo más incomprensible: la identidad de Jesús, su Hijo, a quien entrañablemente ama. Es más. El Padre añade esta orden: Escuchadlo. ¿Por qué todo esto? Es una clara invitación a fiarse de Dios y de sus proyectos de amor salvador. Es también una invitación a confiar en el Hijo, pese a lo que tenga que pasar para amorosamente salvarnos: pasión-muerte-resurrección. Es por tanto una llamada a no rechazar la cruz, aunque no lleguen a entenderla. Es también una llamada a acoger toda Palabra de Jesús aunque sean difíciles de comprender y de vivir. ¡Todo esto es muy denso quizá también para ti y para mí! Es el momento de mirar al transfigurado como invitación a creer en el crucificado, a asumir su proyecto completo, a mantenerse fuertes y fieles en las penalidades, en el sufrimiento, en el fracaso, en la amargura, en la muerte. ¡Aunque parezca duro y lo sea! Todo esto es una invitación a la conversión: a aceptar la alegría plena, la llamada a formar parte de la salvación en nuestra vida y en la historia de la humanidad. ¡Basta escuchas y amar a Jesús! ¿Qué desafíos plantea esto a mi fe, a mi experiencia cristiana, a mi seguimiento de Jesús? Es bueno, y lo mejor, obrar en consecuencia con la Gracia de Dios. No me faltará.
 
    Señor, te escucho. Hábleme al corazón, porque de otra manera no entenderé. Quiero escucharte siempre, en especial cuando tengo algo que sufrir. Quiero acogerlo y amarlo por ti, por mis hermanos. Sufrir con los que sufren, llorar con los que lloran…
 
Pasó todo esto y
 
  • De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
 
-¿Te lo imaginas? Silencio. Miradas luminosas. Cabezas bajas que no entienden ni saben qué decir… Callan. Esperan. Y gozan interiormente. A ti, al salir de la oración o de un encuentro un poco intenso con el Señor, ¿te ocurre algo así? ¿Y si te ocurriera?...
 
  • Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitará de entre los muertos.
 
-Jesús rompió el silencio para ordenar silencio, o mejor, secreto total sobre lo ocurrido. Lo pide Jesús muchas veces. Otras al contrario, aunque lo pida, uno no puede callar lo que ha vivido como anuncio de lo mejor que le ha ocurrido en la vida, y quiere que otros lo tengan también. Tienes que valorar tú lo que Jesús te pide en cada momento.
 
  • Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.
 
-Qué se les quedó grabado, ¿el secreto impuesto o aquello de resucitar? Las dos cosas: el secreto porque ni ellos ni los demás estaban todavía en condiciones de comprender la venida del Mesías, que era Él. Ya llegará ese momento. Y lo de resucitar, peor todavía. No tenían ni entendías absolutamente nada eso de resucitar de entre los muertos. ¿Puedes decir tú que entiendes a Jesús y su mensaje de perdón, amor, misericordia, muerte y resurrección, etc., etc.? Hay que rumiarlo mucho más en la oración y vivirlo mejor en el día a día.
 
Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas. Que no triunfen de nosotros nuestros enemigos; sálvanos, Dios e Israel, de todos nuestro peligros (Sal 26 y 24).
 
 
 
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