Jueves, 25 de abril de 2024

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Es Domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día

por Dentro, muy dentro de ti

Es Domingo: Contemplar y Vivir
el Evangelio del día
 
Leer despacio el Evangelio: Lucas 10, 25-37     
 
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. » Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo». 
 
Contemplar
Recuerda y contempla: mira, escucha atentamente, observa detenidamente a todos… Seguimos a Jesús en el camino hacia Jerusalén: Él, sus apóstoles y discípulos y mucha otra gente; tú y yo también estamos ahí. Métete dentro del grupo y cerca, muy cerca de Jesús…
<>En un momento de descanso conversan y, de repente, uno se levanta, era un teólogo, y, dirigiéndose a Jesús le pregunta para ponerle a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Pregunta importante. Mira y escucha bien al Maestro de le ley y sobre todo a Jesús. ¿No te has hecho nunca tú esa misma pregunta en algún momento de la vida? Seguro que sí. Pero, ¿se la has hecho a Jesús? Es el momento de hacer tuya esa misma pregunta que ahora diriges a Jesús… Pero no para ponerle a prueba, sino para clarificar la coherencia de tu conciencia cristiana.
Y en clave de confianza y amistad, como discípulo que eres de Jesús, relee y escucha la respuesta de Jesús y la respuesta del maestro de la ley… Con sinceridad: ¿Darías tú a Jesús una respuesta tan acertada e importante: Amarás al Señor tu Dios…etc.? ¿Se la darías de memoria o te saldría del corazón? ¿La darías de corrida porque aprendida en el catecismo o te saldría espontánea y como flecha que sale del corazón, como experiencia vivida en tu día a día? Sincérate contigo mismo y con Jesús…, os estáis mirando los dos…¿Qué te dice Jesús, que has respondido correctamente?... Escucha bien… “Haz esto y tendrás la vida”. Hacer ¿qué? Lee y relee el texto del Evangelio… Se trata de amar y ¡nada más que amar! A Dios y a los demás. ¿Te atreves? Si no, pídeselo a Jesús… El que ama a Dios y a los otros vive y da vida, porque amar no es dar sino darse. Así es Dios, Jesús… Por eso que el sólo el amor es digno de fe. ¡Piénsatelo bien!
<>«¿Y quién es mi prójimo?» El maestro de la ley reaccionó para justificarse y salir del atolladero. Para ello hace una pregunta cuya respuesta era compleja por lo discutida en aquel tiempo: ¡mi prójimo! ¿Pero quién es mi prójimo? El judío sí, el gentil no… Y ¿entonces? Y aquí empezaba la casuística ineficaz y siempre discutida y discutible. Tú, y yo, como el maestro de la ley, también nos preguntamos ¿quién es mi prójimo? ¿No es así? Todos los días, ¡quizás!
Porque prójimo, por aquello de próximo, pueden ser muchos o pocos: aquellos que me resultan cercanos o muy cercanos. Lo podemos matizar de muchas maneras, o decir que son todos los necesitados, que queda bien pero un tanto lejano y anónimo. ¡Y con eso nos quedamos en la teoría!
Jesús quiere aleccionarle/nos inventándose un muy sencillo cuento, que nosotros hemos conocido y aprendido desde niños. Su título no lo trae el evangelista: el buen samaritano.
Dice Jesús: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos... Un hombre cualquiera que cae en manos de ladrones y asaltadores de camino y caminantes, lo molieron a palos y lo dejaron medio muerto… Puedes mirar, escuchar, observar: ¿Te dice algo semejante cuadro? ¿O estás acostumbrado? ¡Hay tantos así cada día!
Lo cierto es que pasaron por allí un sacerdote primero y dio un rodeo y pasó de largo; después un levita y dio un rodeo y pasó de largo… Dos hombres del culto, dos religiosos, dos hombres de bien, al parecer. Sin embargo, no se implican en el problema del pobre hombre: es demasiado complicado para entretenerse, y después, ¡vete tú a saber! ¿No te suena todo esto? El escaqueo, la indiferencia, la apatía, el desinterés por el que sufre… ¿No te dice algo todo esto? ¿Acaso no sucede todos los días en nuestras calles y en nuestras carreteras, en los caminos de la vida? ¿Te sucede a ti alguna vez? Lo cierto es que llega por allí un samaritano, un hereje, un mal visto para los judíos y… ¿qué hizo?
<>Lee despacio en el texto aquello que hizo el samaritano: lo vio y se conmovió… Los otros vieron, pero sus corazones quedaron fríos y cerrados; el del samaritano se com-padeció: se conmovieron sus entrañas y temblaron a la vista de sufrimiento de aquel hombre.
Contempla bien y despacio la escena… ¿Con qué personaje de la parábola te ves reflejado? ¿Cómo actuarías tú en una situación semejante? ¿Eres de lo que pasan de largo porque, -¡y esto ocurre mucho!-, tienes cosas más importantes que hacer, o porque no queremos complicarnos la vida?... ¿O actúas como el samaritano?: llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite, que suavizaba, y vino por el alcohol, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿A quién hace todo eso? A un hombre necesitado. A cualquier necesitado. ¡Da mucho que pensar y qué hacer! “Obras son amores y no buenas razones” ¿O no?
<>Lo importante estaba pendiente y viene ahora: ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Jesús le díjo: «Anda y haz tú lo mismo». 
¿Quién es entonces mi prójimo, mi próximo, al que debo amar desinteresadamente?  El prójimo es cada uno de nosotros cuando se acerca y se da al otro, al que sufre. O dicho también de otro manera: Aquel que se conmueve y ayuda porque el otro está necesitado; al que yo me acerque y tenga con él entrañas de misericordia, o sea de amor entrañable. Sea de los míos o no. Sea amigo o enemigo. Hoy, todos los días, en nuestra sociedad, en el camino de nuestra vida cotidiana tenemos prójimos a los que ver, auxiliar, compadecer: llámense inmigrantes, refugiados, parados, enfermos, ancianos, familiares… ¡Es lo que hace Dios contigo todos los días! ¿No crees?
<>Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”. La pregunta sobre el prójimo está respondida. ¿Habrá entendido el maestro de ley? Seguro que sí. ¿Pero la habrá acogido y practicado? ¡Aquí está todo!
Lo que no se esperaba el tal maestro es que Jesús apostillase el ejemplo con una personal y directa invitación: “Anda y haz tú lo mismo”. Es más que una invitación: Anda…: es elección-envío personal y concreto a realizar una  misión bella y decisiva: …y haz tú lo mismo, es decir, ama tú de la misma manera que lo ha hecho este samaritano. Es la misión netamente cristiana, propia del seguidor de Jesús, Ya sabes que eres prójimo de todo aquel que te necesita. Y además conoces muy bien qué haz de hacer para heredar la vida eterna.
Contemplado todo esto serenamente, sin prisas, he aquí el envío, la misión que hoy te hace Jesús a ti, y a mí: “Anda y haz tú lo mismo”. ¡Qué gran misión! Ama y sirve eficazmente a los demás y ya tienes el método eficaz para alcanzar la vida eterna.
Pido al Señor poder vivirla yo también sin esperar a mañana…
 
Vivir
 
--En este Año Santo de la Misericordia, ¿tengo cada día un momento para dejarme abrazar por el Amor entrañable de Dios, su Misericordia, su Corazón compasivo? ¿Cómo podría vivir, si no?
Y después, también cada día, ¿tengo un tiempo para acercarme y amar así al alguien que me esté necesitando…? Con entrañas de misericordia, con corazón compasivo… Siempre hay alguien muy cerca, ¿lo veo?
--Te pueden ayudar estas palabras del Papa Francisco: “No es automático que quien frecuenta la casa de Dios y conoce su misericordia sepa amar al prójimo. ¡No es automático! Tú puedes conocer toda la Biblia, tú puedes conocer todas las normas litúrgicas, tú puedes conocer toda la teología, pero del conocer no es automático el amar: el amar tiene otro camino. Con inteligencia, pero con algo más… El sacerdote y el levita ven, pero ignoran; miran, pero no proveen. Ni siquiera existe un verdadero culto, si ello no se traduce en servicio al prójimo. No lo olvides jamás: ante el sufrimiento de tanta gente agotada por el hambre, por la violencia y la injusticia, no podemos permanecer como espectadores. ¡Ignorar el sufrimiento del hombre, ¿qué significa? Significa ignorar a Dios! Si yo no me acerco a aquel hombre, a aquella mujer o a aquel niño, a aquel anciano o aquella anciana que sufre, no me acerco a Dios”.
 
O bien esta otras, para terminar:
           
El prójimo no es algo que ya existe.
Prójimo es algo que uno se hace.
Prójimo no es el que ya tiene conmigo
relaciones de sangre, de raza,
de negocios, de afinidad...
Prójimo me hago yo cuando ante un ser humano,
incluso ante el extranjero o el enemigo,
decido dar un paso que me acerque,
me aproxime a él.
                               (cardenal Martini)-Rezando voy.org
 
EL BUEN SAMARITANO
Jesús es el Buen Samaritano.
El hombre es el asaltado
al borde del camino de su felicidad.
Los ladrones son la tentación de cada día,
el maligno y su afán destructor de
nuestra humanidad y bondad.
La posada es la Iglesia donde
Dios (posadero) cura a todo el que se acerca.
La cabalgadura es la cruz de Jesús
donde lleva, sobre sus hombros,
a toda la humanidad herida.
El precio es su propia sangre  .
(Javier Leoz)
 
 
 
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