Domingo, 28 de abril de 2024

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Amar a Dios y al prójimo. Santidad y theosis

Amar a Dios y al prójimo. Santidad y theosis
Santidad y theosis

por La divina proporción

En el Evangelio de este pasado domingo, hemos escuchado que Cristo nos señala el mandamiento principal, que no el único ni el que desecha a todos los demás. Siempre que leo o escucho este Evangelio me hago la misma pregunta: ¿Cómo amar al prójimo como a uno mismo, si no sabemos amarnos nosotros mismos? Los seres humanos tendemos a ser extremistas ideológicos. A veces despreciamos lo que somos o nos vanagloriamos de lo que no somos. ¿Aplicamos esto al amor al prójimo? Porque no es algo tan sencillo y directo.

Para amarse a sí mismo correctamente, hay que empezar por conocernos. Si nos conocemos, podremos amar la imagen y semejanza que llevamos con nosotros. Si nos conocemos bien, podremos reconocer humildemente, el pecado que distorsiona la imagen y semejanza divina. También es importante saber que no somos omnipotentes, sino limitados en todos los aspectos. No podremos nunca definir totalmente aquello que nos sobrepasa y trasciende.

Según parece, la más grande de todas las ciencias sería conocerse a sí mismo; porque quien se conoce a sí mismo conocerá a Dios, y conociendo a Dios, se hará semejante a Él, no portando oro o una larga capa, sino realizando buenas acciones y teniendo necesidad de muy pocas cosas. (Clemente de Alejandría, El Pedagogo. III, 1)

Clemente de Alejandría nos ayuda a entender un poquito más el misterio que llevamos en nosotros. Contener la imagen de Dios, sin ser Dios.  Llevamos la semejanza de Dios, sin llegar nunca a la igualdad. Como quien tiene una foto de un amigo, pero la foto no es ese amigo. La foto es imagen y semejanza, sin ser nunca el amigo que tanto queremos. Clemente de Alejandría nos dice que conociendo a Dios nos podremos hacer semejantes a Él. Semejantes en el amor y la humildad. Semejantes no es la divinidad, sino en la santidad. Santidad que conlleva llevar a Cristo en nosotros. Cristo al que hemos abierto la puerta para que habite en nosotros.

En cambio, el hombre en quien el Logos habita no cambia, no se transforma, tiene la forma del Logos, es semejante a Dios, es bello, no es pendenciero; es la verdadera belleza, porque es Dios. El hombre se convierte en Dios, porque lo quiere Dios. (Clemente de Alejandría, El Pedagogo. III, 5)

La santidad es lo que en el cristianismo oriental se denomina theosis, "hacerse como Dios". Santidad que conlleva restaurar la imagen y la semejanza, por acción de la Gracia y el poder de Dios. De esa forma, seremos como espejos limpios, que son capaces de reflejar la imagen de Dios en quien nos vea. 

El Verbo se hizo carne para que nosotros fuéramos hechos dioses. ... Así como el Señor, revistiéndose del cuerpo, se hizo hombre, así también nosotros, los hombres, somos deificados por su carne, y en adelante heredamos la vida eterna. (Atanasio de Alejandría. Contra los arrianos, 1.39, 3.34)

Ser deificado necesita un primer paso. Un paso muy complicado que no podemos dar con fuerzas humanas. Este primer paso lo enuncia Cristo al decir:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame. (Mt 16, 25)

Para mostrar la imagen de Dios, tenemos que empezar por dejar nuestra propia imagen a un lado. Negarnos a nosotros mismos, para que la imagen que resplandezca sea la imagen de Dios. ¿Quién es capaz de hacer esto con sus propias fuerzas? Nadie. Necesitamos a la fuerza que el Espíritu Santo nos hace llegar por medio de la Gracia. 

Nada en la theosis es producto de la naturaleza humana, pues la naturaleza no puede comprender a Dios. Es sólo la misericordia de Dios la que tiene la capacidad de dotar de theosis a lo existente... En la theosis, el hombre (imagen de Dios) se hace semejante a Dios, goza de toda la plenitud que no le pertenece por naturaleza, porque la gracia del Espíritu triunfa en él, y porque Dios actúa en él. (San Máximo el confesor. Carta 22)

La santidad, en la actualidad, tiene un sentido mucho más superficial que hace siglos. La santidad no necesita ser proclamada. Quien lleva la santidad consigo no tiene que ser instituido como santo. La santidad no tiene sentido como herramienta de marketing ni de reafirmación de colectivos y organizaciones. La santidad. De hecho, esta semana celebramos la solemnidad de "Todos los santos", que sabemos que son muchos, muchos más de los que figuran inscritos en los compendios. 

La santidad es una relación íntima entre cada uno de nosotros y Dios. Una relación trasciende las reglas y situaciones humanas que tanto valoramos hoy en día. Por eso los cristianos orientales le llaman theosis, divinización, recobrar la imagen y semejanza que nos llena de sentido.

Siempre es momento de orar para encontrar verdaderas fuerzas para dar ese primer paso hacia la santidad. Primer paso que es la negación de sí mismo y aceptación de la cruz. Dios nos ayude a no perder la esperanza.

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