Se vendía como el gran logro: congelar los óvulos para tener hijos más tarde. Pero los datos son elocuentes. Más tarde... tampoco se tienen. Caterina Giojelli aborda este gran bluff en Tempi:



Freeze your eggs, free your career [Congela tus óvulos, libera tu carrera]". Así explicaba a las mujeres una célebre portada de Bloomberg Businessweek de 2014 cómo es posible tenerlo todo: tener tiempo para encontrar a la pareja perfecta, romper con la equivocada, tiempo para sentirse preparadas para ser madres sin renunciar a la carrera. Todo gracias a la ciencia y a la técnica prometidas por la congelación de óvulos, presentada como una especie de póliza aseguradora para tener un niño en las mejores condiciones: no por nada, ese mismo año Apple y Facebook se inventaban los beneficios proporcionados por la congelación de óvulos; es decir, un incentivo de 10.000 dólares ofrecido a las empleadas que eligiesen congelar sus propios gametos aplazando así “el problema” de la maternidad a un futuro en el cual se sintiesen, a nivel laboral, económico y afectivo, satisfechas y preparadas para tener un hijo. Y las mujeres se lo creyeron: en 2017 más de 9000 aspirantes a madres congelaron sus gametos (en 2009, año en el cual la Society for Assisted Reproductive Technology empezó el seguimiento, eran 475). Pero las promesas ¿se han cumplido? 

Sólo  29 “pacientes” sobre 231 han dado a luz

Se lo ha preguntado The New York Times, que ha realizado una pequeña encuesta para entender si el procedimiento (y, sobre todo, la publicidad mediática para promoverlo) ha estado a la altura de las expectativas. O, mejor dicho, si de todo este marketing sobre el frío han nacido después muchos niños.

La respuesta es no: a pesar de la inversión de tiempo y dinero (de 6.500 a 10.200 dólares para un ciclo de tratamiento, más de 500 dólares al año para mantener los óvulos congelados en los congeladores), sólo el 10-15% de las mujeres que han recurrido a la congelación de óvulos han vuelto después para cogerlos e intentar, con ellos, tener un hijo. Y no todas lo han conseguido. En el Langone Prelude Fertility Center de la Universidad de Nueva York, sólo 88 de las 231 pacientes sometidas a este proceso entre 2005 y 2009 han utilizado sus óvulos congelados para un embarazo y, de estas, sólo 29 mujeres han conseguido llevar a término el embarazo (tres de ellas con partos gemelares).

Todas aconsejan la congelación de óvulos

En el momento en el que se sometieron a tratamiento, la edad media de las pacientes era de 38 años: difícil que mujeres entre los 48 y los 53 años decidan ponerse en riesgo con una reproducción asistida si en ese tiempo no se han quedado embarazadas con el método natural. Ninguna clínica ha hecho un seguimiento sobre el desarrollo vital de las pacientes; nadie sabe, por lo tanto, anticipar cuántas, entre las miles de mujeres que en los últimos años han recurrido a este procedimiento, decidirán cómo, cuándo o por qué utilizar los propios óvulos congelados. Lo que se sabe es que, en base a un sondeo de la Universidad de Nueva York, el 60% de las 224 mujeres que decidieron congelarlos se han sentido «liberadas de las presiones», muchas de ellas «relajadas» ante la idea de tener más tiempo para encontrar  «a la pareja adecuada»; el 96% aconsejaría la congelación de óvulos a todas las mujeres. Lo confirma también una investigación de la Universidad de California de 2018: el 89% de las pacientes se siente satisfecha por haber congelado sus óvulos, aunque no los haya “utilizado”.

Brigitte Adams, del plan B al plan C

Junto a las estimaciones de quien está entusiasmada y se siente aliviada por la idea de haber evitado los límites impuestos por la biología, está, sin embargo, el número de pacientes que se han sentido traicionadas por las promesas de un futuro fértil: son las mujeres que, una vez “preparadas”, no han conseguido coronar su sueño de maternidad con el material genético congelado. Mujeres como Brigitte Adams, que acabó en la portada de Bloomberg Businessweek, entrevistada por todos los periódicos desde el Time al Washington Post en cuanto pionera de la congregación de óvulos, procedimiento que promocionó, antes de que lo hicieran los medios, en la página web Eggsurance.

Brigitte Adams, inicialmente rostro público de la congelación de óvulos, simboliza la decepción de quienes se creyeron que la biología podía ser desafiada sin consecuencias.

"Cuando congelé mis óvulos -contó al Guardian-, me sentí poderosa. No había encontrado a nadie todavía y quería esperar a alguien con quien tener un niño. Cuando produje once óvulos, mi médico me dijo: 'Felicidades'". Cuando años después Adams volvió a la clínica para “usarlos”, sólo nueve de los once óvulos sobrevivieron a la descongelación y sólo uno consiguió convertirse en un embrión apto para ser implantado. Pero todo terminó con un aborto algunas semanas después. "Nunca pensé que no funcionara. Era mi última posibilidad de tener un hijo biológico". Ahora Adams tiene 47 años, y para tener a su hija que hoy tiene 18 meses, ha pasado del plan B al plan C: recurrir a un donante de esperma, pero también a una donante de óvulos.

Del momento biológico al "momento justo"

¿De que sirve adaptar la familia y la reproducción a la agenda de la empresa, canjear el alivio que da el control sobre la maternidad con la sumisión de la biología al capitalismo de las grandes empresas evitando embarazos a los 25 años, pero pretendiéndolos después de los 45? Esto el New York Times no se lo pregunta, ni hace referencia a los riesgos que comportan las concepciones no naturales, sino “asistidas”, o a las escasas posibilidades de éxito de que un óvulo congelado lleve al resultado deseado de abrazar a un niño. Y mientras las mujeres reivindican el derecho a planificar una maternidad ya nunca más dictada por el reloj biológico, sino por la búsqueda del momento justo, la pareja justa, el trabajo justo, vale la pena recordar algún otro punto de la era de la dominación absoluta de la filiación.

Embriones en el congelador y niños sin nacer

El primero es el relativo al aumento, no sólo de los gametos, sino también de los embriones congelados por los estadounidenses desde que se iniciaron las fecundaciones in vitro: se calcula que hoy hay 1,4 millones de niños no nacidos almacenados en nitrógeno líquido, el 5-7% abandonados a todos los efectos, con picos que llegan al 18% en algunas clínicas de Estados Unidos. Restos de embarazos y sueños incumplidos de paternidad.

El segundo es el relativo a la tasa de fertilidad americana que, por cuarto año consecutivo, disminuye llegando a un nuevo récord negativo: según los datos del National Center for Health Statistics, el año pasado hubo 59,1 nacimientos por cada mil mujeres en edad fértil, con una bajada del 2% con respecto al año precedente y del 15% con respecto a 2001. Desde que la publicidad empezó a desafiar a las mujeres a “parar el tiempo” y “tomar el control de la fertilidad”, la sociedad de los deseos estadounidense ha perdido 5,7 millones de nuevos nacimientos.

Traducido por Elena Faccia Serrano.