Raniero Cantalamessa, el veterano cardenal capuchino, de 88 años, predicador de la Casa Pontificia desde 1980, impartió su segunda predicación de los ejercicios de Cuaresma de 2023 este viernes 10 de marzo.

El texto que meditó lo tomó de la 1ª Carta de San Pablo a los Romanos: "No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación".

Cantalamessa se centró en predicar sobre la evangelización, tema que interesa a los Papas recientes: de la Evangelii Nuntiandi, de San Pablo VI, a la Evangelii gaudium, del Papa Francisco, pasando por las encíclicas de Juan Pablo II y la creación de un Pontificio Consejo para la Evangelización por parte de Benedicto XVI.

Y en nuestros días el tema se trata en la reforma de la Curia (en Praedicate Evangelium) y en el nuevo Dicasterio para la Evangelización (antigua Congregación de Propaganda Fide).

Para definir la Evangelización acudió a la Primera Carta de Pedro: "anunciar el Evangelio en el Espíritu Santo" (1 P 1,12).

El núcleo de lo que se anuncia lo señala San Pablo en los tres primeros capítulos de la Carta a los Romanos, con dos partes:

- primero, cuál es la situación de la humanidad frente a Dios tras el pecado;
- segundo, cómo se sale de esa situación mala, cómo uno se salva por la fe y se hace nueva criatura.

Encender la chispa

“¿Cómo podemos hacer que esa chispa hacia la persona de Jesús se encienda en tantos? No se encenderá en quien escucha el mensaje evangélico si antes no se ha encendido -al menos como deseo, como búsqueda y como propósito- en quien lo anuncia. Ha habido y hay excepciones; la Palabra de Dios tiene fuerza propia y puede actuar, a veces, aunque sea pronunciada por quien no la vive... pero es la excepción”.

De los evangelizadores depende crear las condiciones para que esa chispa se encienda y se propague, señaló.

"Pero ella se enciende en las formas y momentos más inesperados. En la mayoría de los casos que he conocido en mi vida, ese descubrimiento de Cristo que cambia la vida se produjo al encontrarse con alguien que ya había experimentado esa gracia, al participar en una reunión, al escuchar un testimonio, al haber experimentado la presencia de Dios en un momento de gran sufrimiento, y -no puedo callarme, porque es lo que pasó conmigo - habiendo recibido el llamado bautismo del Espíritu".

Cada vez más son los laicos evangelizadores. Cantalamessa apunta que "por la escasez de nuestro número, nos es más fácil a nosotros, clérigos, ser pastores que pescadores de almas: más fácil pastorear a los que vienen a la Iglesia con la palabra y los sacramentos, que salir al mar a pescar a los que están lejos. Los laicos pueden suplirnos en la tarea de ser pescadores de hombres. Muchos de ellos han descubierto lo que significa conocer a un Jesús vivo y están ansiosos por compartir su descubrimiento con los demás".

Después se refirió a "los movimientos eclesiales, que surgieron después del Concilio", que "fueron para muchos el lugar donde hicieron este descubrimiento".

Recordó que Benedicto XVI, en su última misa crismal como Pontífice (Jueves Santo de 2012) reconocía el valor de estos movimientos: "Quien mira la historia de la era posconciliar puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que a menudo ha tomado formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Santa Iglesia, la presencia y acción eficaz del Espíritu Santo”.

Cantalamessa reconoce que en estos movimientos pueden haberse dado algunos frutos malos con los buenos, pero anima a "no tirar el bebé con el agua del baño", y aprovechar todo lo bueno.

Citando luego a San Buenaventura ("Itinerario de la mente hacia Dios"), afirma:

"Esta sabiduría mística secretísima nadie la conoce sino quien la recibe;
nadie la recibe sino aquellos que la desean;
nadie la desea sino aquellos que están inflamados por dentro por el Espíritu Santo enviado por Cristo a la tierra".

Ese es el fuego que debe desear y contagiar el evangelizador.