Francisco visitó este domingo por la tarde la parroquia romana de San José en el barrio Aurelio, en la periferia urbana pero dentro del cinturón de autopista que rodea la ciudad de Roma. Es la octava visita que el Papa realiza a una parroquia en su año y nueve meses de pontificado.

Llegó poco antes de las cuatro en un vehículo corriente, y fue recibido por una multitud deseosa de verlo y de estar con él. Saludó a muchos de los presentes, entró a la parroquia y volvió a salir para saludar a otros fieles que no había logrado acercarse a su llegada.

Ya en los salones, un par de niños le hicieron algunas preguntas, y después estuvo con una decena de gitanos que viven en la zona, comunidad con la cual los residentes del barrio han tenido dificultades. Recibió asimismo a 25 representantes de familias en situación de fragilidad, de un edificio situado a cierta distancia de la parroquia y que son apoyados por jóvenes de la comunidad de San Egidio y del proyecto Échame una mano.


A las cinco y media el Santo Padre presidió la santa misa, con paramento rosado. Concelebraron el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, el cardenal Giuseppe Bertello, obispo auxiliar del sector oeste de la ciudad, monseñor Paolo Selvadagi así como el párroco, vicepárrocos, y otros sacerdotes.

Continuando con su predicación del Angelus, en su homilía el Papa invitó a tener siempre la alegría del cristiano, alegría que viene de Cristo; recordó que había conocido a una monja a quien llamaban Sor Lamentosa, e invitó a aceptar las dificultades de la vida sin lamentarse. Incentivó también a llevar a los demás la Buena Nueva, porque "ir a los otros es la vocación del cristiano”.

En particular en este tiempo de Adviento, cuando faltan solamente trece días para la Navidad pidió: primero, rezar, con la alegría verdadera y no con la del consumismo; segundo: agradecer al Señor las cosas buenas que el Señor nos ha dado, y agradecer la fe; y tercero, ir y llevar un poco de paz y de alegría al necesitado o al enfermo.