La festividad trasladada del Corpus Christi sirvió a Francisco en el Angelus de este domingo para una breve catequesis sobre la Eucaristía y sus efectos sobre la vida del cristiano.

"Cada vez que participamos de la Santa Misa y nos nutrimos con el cuerpo de Cristo, actúa la presencia de Jesús y del Espíritu Santo en nosotros, y nos comunica actitudes interiores que se traducen en comportamientos evangélicos", afirmó Francisco: "Ante todo, la docilidad a la Palabra de Dios, y luego la fraternidad entre nosotros, el valor del testimonio cristiano, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los más desalentados, de acoger a los marginados. De esta manera la Eucaristía hace natural un estilo de vida cristiano".

"La caridad de Cristo", continuó, "acogida con corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar no según la medida del hombre, siempre limitada, sino según la medida de Dios. Y ¿cuál es la medida de Dios? Sin medida. La medida de Dios es sin medida. Todo, todo, todo. No se puede medir el amor de Dios, es sin medida. Y entonces nos convertimos en personas capaces de amar a quien no nos ama, oponernos al mal con el bien, perdonar, compartir, acoger". Así podemos "devolver el gran don que nosotros hemos recibido sin mérito" y "nuestra vida se hace don".

"Quiero recordar dos cosas", subrayó Francisco repitiéndolas: "La medida del amor de Dios es amar sin medida. ¿Está claro esto? Y nuestra vida, con el amor de Jesús, recibiendo la Eucaristía, se hace don, como ha sido la vida de Jesús: siguiendo a Jesús, nosotros, con la Eucaristía, hacemos de nuestra vida un don".

El Papa recordó la fidelidad de la Santísima Virgen a Jesús, tras llevarle en su seno y acompañarle luego a la Cruz y a la Resurreción: "Pidámosle a ella que nos ayude a volver a descubrir la belleza de la ·ucaristía y a convertirla en el centro de nuestra vida, en la misa dominical y en la adoración".

Tras el Ángelus, Francisco recordó que el próximo jueves se celebra la jornada de las Naciones Unidas por las víctimas de la tortura: "Reitero la firme condena de toda forma de tortura e invito a los cristianos a involucrarse para colaborar con su abolición y apoyar a las víctimas y a sus familiares. Torturar a las personas es un pecado mortal, un pecado muy grave".