“Los LGBT, que quede claro, no representan a la mayor parte de los homosexuales”: lo afirma Mario Ravetto Flugy, él mismo homosexual, al criticar la ley italiana que introduce la “orientación sexual” y la “identidad de género” como agravantes en delitos ya existentes, y sanciona la difusión de ideas que se consideren generadoras de discriminación por esos motivos. Las penas oscilan desde los 6000 euros de multa a la prisión de 1 a 6 años. Es la conocida como Ley Zan, porque la promueve el activista gay y miembro de la Cámara de Diputados Alessandro Zan, quien la presenta como "anti homo-transfobia".

Mario nunca ocultó su homosexualidad en su círculo más íntimo de familiares y amigos. Tampoco la escondió en los grupos políticos en los que ha militado: Movimiento Social Italiano, Alianza Nacional y ahora los Fratelli d'Italia, de cuya asamblea nacional forma parte. Es el partido de Giorgia Meloni, una figura al alza que comparte con Matteo Salvini el discurso de la derecha transalpina.

"Cansados de la intolerancia talibán" del lobby gay

Pero no la hizo pública hasta 2016, para denunciar la ley Cirinnà que abrió camino a la unión civil entre personas del mismo sexo: “Siempre he creído que las inclinaciones sexuales y afectivas no pueden ser ni objeto ni sujeto de debate público, y menos aún elemento constitutivo de categorías sociales”. Por ello se opuso entonces y se opone ahora a la consideración “de los homosexuales como categoría social”.

Ya entonces se rebelaba contra el lobby gay y su creciente y despótico poder: “Estoy cansado, estamos cansados de la intolerancia talibán, yihadista, brigadista de personas y grupos organizados que persiguen a heterosexuales y homosexuales que no piensan como ellos”.

Buscan "intimidar" al disidente

Con ocasión de la ley Zan, Ravetto insiste en denunciar de nuevo la “enorme contradicción” de decir que se quiere la igualdad, y sin embargo imponer “legislaciones especiales” con las cuales “la homosexualidad es una categoría protegida, incluso privilegiada”: “No estamos ante ciudadanos como los demás, sino por encima de los demás”, apunta en una entrevista que le hace Manuela Antonacci para el portal ProVita & Famiglia. Y añade que el proyecto de ley es inconstitucional porque limita la libertad de opinión.

Y, sobre todo, se pregunta: ¿por qué todo esto, si los delitos de violencia y acoso ya están debidamente tipificados y protegen a cualquiera que pueda sentirse agredido por su tendencia sexual? “Temo”, explica Ravetto, “que la minoría organizada e intolerante representada por la ‘oficialidad’ LGBT quiere intimidar a quien rechaza aceptar su pensamiento único”.

“Nosotros, los homosexuales”, añade, “somos ciudadanos como los demás, y luego hay una minoría organizada que, más allá del deseo que declaran de ser ciudadanos como todos los demás, en realidad quieren constituirse en una clase social privilegiada, protegida del disenso de otros mediante la prohibición y las penas”.

Contra padres y feministas

Y anticipa en la entrevista que, si el Tribunal Constitucional no tumba la ley, pedirán un referendo abrogatorio, como permite la Constitución italiana. Está seguro de ganarlo por el apoyo de las familias: “He notado una grandísima preocupación en los padres, que empiezan a tener miedo”. Miedo, no a que su hijo experimente atracción por el mismo sexo, sino al “condicionamiento”: que adopten una vida homosexual “por el constante martilleo pseudocultural en la escuela y en todo lugar y ámbito de la vida social, y eso los padres no están dispuestos a tolerarlo”.

Ravetto comprende también la reacción de Arcilesbica, la organización de lesbianas más potente en Italia, contra el lobby trans: un enfrentamiento similar al que ha tenido lugar en España  Las feministas consideran que la ideología de género, al destruir el concepto de mujer, deja sin sentido todas sus luchas: “Se han sentido defraudadas como mujeres y como mujeres homosexuales” por las actuaciones del lobby LGBT “a nivel planetario”.

Casta privilegiada

“Seamos muy claros”, continúa Mario, “la nueva batalla de los LGBT es ¡imponer la sexualidad!” No les basta con la “aceptación pacífica”, sino que “pretenden que la homosexualidad no sea criticable y, si lo es, que se castigue con terribles sanciones… Temo que esta prepotencia pueda terminar provocando realmente intolerancia hacia los homosexuales, una intolerancia que en este país sustancialmente no se conoce desde hace muchas décadas. Si eso sucediese, la responsabilidad habrá que imputársela enteramente al lobby LGBT, que con su intolerancia agresiva está ahuyentando a la gente… ¡Fíjese, con esta ley yo mismo podría ser querellado por homófobo! Esto es cómico”.

Y remata su juicio sobre la ley: “Las agravantes por ser homosexual, o transexual o transgénero contradicen, una vez más, el supuesto deseo de igualdad y normalidad,  y proclaman la voluntad fanática por parte del lobby LGBT de crear una nueva casta de privilegiados intocables”.