Lo cotidiano de su aspecto, su estatura, su voz, caracterizan muchos de los papeles que ha interpretado. Martin Freeman hace de la cotidianeidad un arte, y la mejor prueba de esta habilidad es el papel de Bilbo Bolsón, el célebre “Hobbit” protagonista de la historia de J. R. R. Tolkien, que le ha regalado el director Peter Jackson y que llegará en los próximos días a las pantallas de todo el mundo.

Freeman nació en 1971, Aldershot, Hampshire, y es el pequeño de una familia de cinco hermanos. Con solo 10 años su padre, un oficial de la marina, murió de un ataque al corazón. Cuando murió, los padres de Freeman ya se habían separado.

Fue criado por su madre, Filomena, como católico. De niño acudió a la escuela Cardenal Newman y más tarde fue alumno de los Padres Salesianos: “Mi primera piedra de toque moral fue Jesús”, reconoce Freeman.

“Y aunque la relación con mi fe nunca ha sido fácil –no soy lo que se dice un católico practicante– soy una de las pocas personas que conozco que cree en Dios”, ha dicho.

La película Jesús de Nazaret de Zeffirelli, con el actor Robert Powell en el papel de Jesús, fue la primera encarnación de Jesús que vi. Yo tenía cinco años, y recuerdo que pensé: es increíble, brillante. Aquella película me tenía absolutamente admirado”.

Desde muy joven, la actuación ha sido su vía de escape. Cuando en la Navidad de 2009 estrenó la comedia familiar Nativity!, afirmaba: “La idea de que el más humilde será exaltado es, sin duda, una gran idea, por eso, quizá, se dice que la vida de Jesús es la historia más grande jamás contada. Es una historia con un comienzo realmente hermoso. Cuando vemos una película siempre nos ponemos del lado del más desvalido. Pues bien, ¿quién es Jesús sino el más desvalido? Seas creyente o no, su historia es la mejor lección sobre cómo hay que mirar el mundo, y lo realmente difícil es aplicarlo al día a día, ser cristiano es realmente difícil”, asegura.

“Para mí la religión tiene validez en la medida en que aporta buenas ideas y cosas buenas para ofrecer a los demás, como por ejemplo, la idea de la redención, la de que es posible cambiar, y cambiar las cosas a nuestro alrededor”, reconoce. Una idea, la de la transformación y la redención, que supo desarrollar mejor que nadie el maestro Tolkien en la historia de El Señor de los Anillos y su precuela, El Hobbit. Quizá no es la más grande jamás contada, pero sí una de las más grandes.