La Santa Sede ha publicado en latín la carta del Papa Francisco al cardenal Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, y su enviado especial a las celebraciones del octavo centenario del encuentro entre San Francisco de Asís y el sultán Al-Malik Al-Kamel, y que se celebra desde este viernes hasta el domingo en Egipto.

En la carta, el Papa recuerda al pobrecillo de Asís como un "hombre de paz" que exhortaba a sus hermanos a saludar a la gente como Jesús había pedido: "Que el Señor les dé la paz". San Francisco -escribe el Papa- había entendido con el corazón que todas las cosas fueron creadas por un solo Creador, el único que es bueno, y que "todos los hombres tienen en Él un Padre común". Por eso, "deseaba llevar a todos los hombres, con espíritu alegre y ardiente, la noticia" del amor inefable del "Dios todopoderoso y misericordioso", que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2,3-4). Por este motivo, invitaba a los frailes que se sentían llamados por Dios a que fueran a estar entre los sarracenos y otros no cristianos, a pesar de los peligros.

El pobrecillo de Asís ante el Sultán

Según recoge Vatican News, Francisco mismo - recuerda el Papa - llevando consigo a un compañero, llamado Iluminado, partió hacia Egipto en 1219. En Damieta, cerca de El Cairo, conoció al Sultán. Ante las preguntas del jefe sarraceno, "el siervo de Dios Francisco respondió con un corazón intrépido que no había sido enviado por los hombres, sino por el Dios Altísimo, para mostrarle a él y a su pueblo el camino de la salvación y proclamar el Evangelio de la verdad. Y "el Sultán, viendo el admirable fervor del espíritu y la virtud del hombre de Dios, lo escuchó con gusto" (San Buenaventura, Legenda Maior, 7-8).

No alzará la espada pueblo contra pueblo

El Papa exhorta al cardenal Sandri a llevar su "saludo fraterno" a todos, cristianos y musulmanes. Expresa su deseo de que nadie sucumba a la tentación de la violencia, especialmente "con algún pretexto religioso", sino más bien que se realicen "proyectos de diálogo, reconciliación y cooperación" que "lleven a los hombres a la comunión fraterna", difundiendo la paz y el bien según las palabras del profeta Isaías: "No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra". El Papa concluye la carta bendiciendo a todos los que participarán en este "acontecimiento memorable" y a "todos los promotores del diálogo interreligioso y de la paz".

El pasado mes de febrero, el Papa viajó a los Emiratos Árabes Unidos, en coincidencia con el octavo centenario del encuentro entre San Francisco y el Sultán y en Abu Dhabi firmó con el Gran Imán de Al-Azhar Ahamad al-Tayyib, el Documento sobre La fraternidad humana para la Paz Mundial y la convivencia común.

Durante el encuentro interreligioso en el Founder’s Memorial dijo: “Con gratitud al Señor, en el octavo centenario del encuentro entre san Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil, he aceptado la ocasión para venir aquí como un creyente sediento de paz, como un hermano que busca la paz con los hermanos. Querer la paz, promover la paz, ser instrumentos de paz: estamos aquí para esto”.

El cristiano parte armado sólo de su fe y de su amor

Ocho siglos más tarde, Francisco de Asís sigue siendo una profecía para toda la humanidad: en medio de las Cruzadas fue desarmado, con sólo el Evangelio en la mano, entre los enemigos de los cristianos de la época. El Papa Francisco, en la Misa celebrada en la Zayed Sports City de Abu Dhabi el pasado 5 de febrero, explicó la bienaventuranza de la mansedumbre recordando las instrucciones de San Francisco a los frailes que se dirigían a donde estaban los sarracenos y  los no cristianos: «No entablen litigios ni contiendas, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios y confiesen que son cristianos» (Regla no bulada, XVI). No entablen litigios ni contiendas —y esto vale también para los sacerdotes— ni litigios ni contiendas: en ese tiempo, mientras tantos marchaban revestidos de pesadas armaduras, san Francisco recordó que el cristiano va armado solo de su fe humilde y su amor concreto. Es importante la mansedumbre: si vivimos en el mundo al modo de Dios, nos convertiremos en canales de su presencia; de lo contrario, no daremos frutos”.