Hace pocas semanas conocimos la triste cifra de los abortos notificados el pasado año 2021 en España: 90.189. Un dato preocupante, que refleja un hecho frecuente en las mujeres que se quedan embarazadas. Uno de cada cinco embarazos termina en un aborto quirúrgico, más exactamente, el 21,08 % de los 427.509 embarazos. Aumenta la frecuencia, aunque ello no significa que sea algo normal, es decir, realizado según una de las normas básicas de todo ser humano: cuidar la vida, sobre todo de los más débiles y vulnerables.

Se han publicado diversos análisis de los datos, tanto en publicaciones sanitarias y de bioética como en otras publicaciones. Y en todas ellas queda claro que la situación es preocupante. Un dato ha llamado mi atención, sobre todo porque refleja las intenciones y motivaciones del ser humano, de la mujer que toma esta decisión, y también de los varones y mujeres que orbitan alrededor de una embarazada: padres, médicos y sanitarios, amigos, etc. Más de 82.000 de estas mujeres tomaron esta decisión “porque sí”, o al menos eso reflejan los datos publicados por el Ministerio. Decisión de la mujer, sin mayor explicación ni motivación.

Todos, proabortistas y provida, e incluso los indiferentes ante este tema, coinciden en que el aborto no es la mejor opción, ni la más deseable. Genera problemas para las mujeres, de modo inmediato y a medio o largo plazo. Existen una serie de efectos secundarios, que unos minimizan y otros intentan sacar a la luz. Ocasiona un gasto considerable para las arcas públicas y además reduce el principal capital del país, sus hombres. Genera muchos problemas de gestión, objetores, desacuerdos profesionales, y un largo etcétera.

Existe un problema, pero no tengo claro que en muchos ámbitos se quiera arreglar. Cuando algo falla, un buen ingeniero analiza las posibles causas, investiga en los datos y en el cambio de datos para dar con el problema. Y una vez analizado a fondo el problema, plantea las posibles soluciones. Pero si la motivación principal, abrumadoramente mayoritaria, es que aborto “porque he decidido abortar”, poco podemos analizar y mejorar. ¿O será que no interesa afrontar y solucionar este “problema”?

Sin identificar el porqué, el problema se perpetúa, y corremos el riesgo de que se enquiste y se gangrene, extendiéndose así al resto del cuerpo de la sociedad. Si tenemos fiebre, sobre todo si es alta, nos preocupamos, vamos a urgencias. Y a los médicos no les va a interesar directamente la fiebre; les preocupa, y hacen bien, conocer qué está ocasionando esa fiebre alta. El cuerpo del paciente tiene un problema serio y hay que buscar de dónde viene, la causa del problema. Y localizada la causa, podremos influir en el efecto.

En España hay distintos grupos que conocen estos datos “a pie de calle”, es decir, hablando con las mujeres que están a punto de entrar a un abortorio. Y saben, por experiencia, que la motivación que empuja a una mujer a abortar no es principalmente “porque sí, porque así lo decido”. Saben que hay muchos problemas detrás (soy demasiado joven y mis padres me han echado de casa, no tengo trabajo o dinero, estamos pasando un momento difícil en el matrimonio, tengo miedo...). Pero también saben que, en muchos casos, a veces sin saberlo, están esperando a que alguien les ayude, les eche una mano, les anime. ¿Qué necesitas para no abortar? Ese sí es un modo práctico y concreto de afrontar el problema; y en muchas ocasiones, además, un modo de solucionarlo y de devolver la alegría a esa mujer, o a esos padres, o a ese padre que ni siquiera sabe que van a acabar con la vida de su hijo, ya vivo en el seno de su novia o su mujer. A problemas concretos, soluciones concretas, a problemas genéricos, “soluciones” etéreas, que además no arreglan nada.