Entre los muchos problemas a los que se enfrenta cualquier adolescente, voy a hacer referencia a tres: el de Dios, el de la sexualidad y el del sentido de la vida.

Cuando a fines del siglo pasado daba clases de Religión y Moral Católica en diversos institutos de Logroño, me interesaba saber el nivel de fe de mis alumnos y así les preguntaba, en encuesta anónima, si creían en Dios, en la existencia de Jesús y su divinidad, en la resurrección, en la Iglesia católica. La creencia en Dios era masiva, y en ocasiones llegaba a la unanimidad. Hoy no creo que los resultados fuesen tan optimistas.

Me contó una profesora de un colegio religioso que el día del Miércoles de Ceniza, en la imposición de ésta, vio que una serie de chicas no pasaban a recibirla y les preguntó por qué. Le respondieron: “Porque somos ateas”.

No sé los motivos que impulsaban a esas chicas a contestar así, si eran serios o la típica rebelión adolescente. Personalmente hay dos grandes motivos de mi fe en Dios. Primero: el mundo tiene edad. Según los científicos, unos catorce mil millones de años (por mil millones de años más o menos, no me pego con nadie). Es decir, hay un Creador, porque de la nada sólo sale nada. Segundo: la máxima aspiración de todos nosotros es ser felices siempre. Si Dios no existe y no hay otra vida ese deseo nuestro es irrealizable y el mundo es una gigantesca estafa, y en eso sí que no creo.

Con referencia a la sexualidad, pienso que los cambios han sido muy importantes. Mientras hace cuarenta años, aun con serios defectos como considerarlo tema tabú, se vivía una concepción más o menos cristiana, hoy la ideología de género, apoyada en cuantiosísimos medios económicos y unas autoridades sin principios morales, tratan de convencer a los chavales de que el pecado no existe y que el fin de la sexualidad es simplemente el placer y, en caso de que haya consecuencias 'desagradables', para eso está el aborto.

Lo que no se explica a los adolescentes es que hay una realidad llamada síndrome postaborto que va a destrozar sus vidas, por lo que cada vez hay más partidarios de él. En cuanto a la fornicación y los otros pecados contra la castidad, nos dice Lenin: “Usted conoce, claro está, la famosa teoría de que satisfacer los deseos sexuales y las necesidades amorosas en la sociedad comunista es tan sencillo e intranscendente como beberse un vaso de agua. Nuestra juventud se ha desbocado, sencillamente se ha desbocado a causa de esta teoría del ‘vaso de agua’, que es hoy una fatalidad para numerosos muchachos y muchachas… Considero que la famosa teoría del ‘vaso de agua’ no tiene nada de marxista y además es antisocial… A mi juicio, el exceso de vida sexual que se observa hoy con frecuencia, lejos de reportar alegría vital y optimismo, los disminuye. Esto es detestable, absolutamente detestable…Es claro que la sed requiere ser satisfecha. Sin embargo es que una persona normal, en condiciones normales, se tendería sobre el lodo de la calle para beber de un charco. Pero lo más importante es el aspecto social. Beber agua es cosa verdaderamente individual. Pero en el amor participan dos seres y surge un tercero, una nueva vida. Ahí aparece ya el interés social, el deber ante la colectividad. Como comunista, no siento la menor simpatía por la teoría del ‘vaso de agua’, aunque ostente la etiqueta del ‘amor emancipado’. Por añadidura, ni es nueva ni es comunista” (Vladimir Lenin, acerca de la moral comunista; de los Recuerdos sobre Lenin de Clara Zetkin).

Y sobre el sentido de la vida, recuerdo que una mujer me contó que, cuando era adolescente, le pusieron en clase una redacción sobre este tema: “¿Qué esperáis de la vida?”. Fue la redacción más corta de mi vida, literalmente cuatro palabras: “Amar y ser amada”. No olvidemos que Jesucristo es Camino, Verdad, Vida y Luz de los hombres.