Continuando con su agenda de actividades en el marco de la JMJ, el Papa Benedicto XVI se reunió en la Basílica del Monasterio de El Escorial con 1.500 representantes del ámbito universitario, especialmente jóvenes docentes, a los que dirigió un discurso en el que expuso el auténtico sentido de la institución universitaria y recordó la necesaria armonía y complementariedad entre razón y fe y conocimiento y amor.

En el acto, el Pontífice fue escoltado hasta el estrado por cuatro de profesores: María Elena San Román, doctora en hitoria de la Universidad Complutense; Carmen María Fernández, doctora en pedagogía de la Universidad de Oviedo; Fernando Soler Toscano, doctor en filosofía de la Universidad de Sevilla; Adolfo Alonso Arrollo, doctor del Departamento de Historia de la Ciencia y la Documentación de la Universidad de Valencia.


Al inicio de su discurso, el Papa evocó sus años de docente universitario después de la II Guerra Mundial señalando que la "universitas" que vivió, de profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes, clarifica el sentido y hasta la definición de la Universidad".


Relacionando esta definición de Universidad con la juventud y la JMJ, el Santo Padre se preguntó: "¿Dónde encontrarán los jóvenes esos puntos de referencia en una sociedad quebradiza e inestable?", a lo que respondió precisando que "a veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento. También se dice que lo único que se debe privilegiar en la presente coyuntura es la mera capacitación técnica. Ciertamente, cunde en la actualidad esa visión utilitarista de la educación, también la universitaria, difundida especialmente desde ámbitos extrauniversitarios".


Ante ello, el Papa criticó que "cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder". En cambio, contrastó, "la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano".


Para el ex docente universitario, "la Universidad ha sido, y está llamada a ser siempre, la casa donde se busca la verdad propia de la persona humana" y por eso mismo, resaltó, "no es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria".




"La Universidad encarna", dijo el Papa, "un ideal que no debe desvirtuarse ni por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero consumidor".


El Pontífice destacó que "los jóvenes necesitan auténticos maestros; personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad".

"La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad... Esta alta aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes, y no simplemente unas técnicas instrumentales y anónimas, o unos datos fríos, usados sólo funcionalmente", comentó.


Así, el Papa animó "encarecidamente" a los presentes "a no perder nunca dicha sensibilidad e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación".


Para ello, Benedicto XVI señaló que se deben tener en cuenta dos elementos fundamentales: "En primer lugar, que el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe... Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor".


En segundo lugar, continuó, hay que considerar que "la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance".

"Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad".

Al final de su alocución, el Papa invitó a los docentes a "volver siempre la mirada a Cristo, en cuyo rostro resplandece la Verdad que nos ilumina" y dijo que "arraigados en Él, seréis buenos guías de nuestros jóvenes".


Concluido su discurso, se llevó a cabo una breve liturgia de bendición tras la cual la Escolanía interpretó otra pieza, se realizó la presentación final de personalidades y la entrega de regalos al Santo Padre.

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